Ni un rótulo ni un conserje a la vista. La puerta de entrada al Centro de Control de Instalaciones Urbanas del Ayuntamiento de Madrid no da pistas de lo que se cuece en su interior. Su ubicación se trata con discreción. La oficina tiene algo de escenario de película. Está plagada de pantallas y ordenadores que apuntan a cuatro direcciones: los túneles de tráfico, las galerías subterráneas, las farolas y las fuentes ornamentales. El 'búnker' está operativo 24 horas, todos los días del año. No descansa. Y la razón parece evidente: "Es básico para el funcionamiento de la ciudad".
El servicio depende del Área de Obras y Equipamientos que lidera Paloma García Romero. Está en marcha como tal desde 2010 y, desde el año pasado, ha dado un "importante salto tecnológico" que, según fuentes municipales, lo ha colocado en la "vanguardia" de este tipo de instalaciones. No siempre fue así. Antes de aterrizar en Azca, este tipo de tareas se llevaban a cabo desde un piso municipal de la calle Divino Pastor. Eran los tiempos de las cámaras analógicas, donde "todo era muy rudimentario".
Así lo recuerda José Miguel Baena, director general de Conservación de Vías Públicas, que acompaña a Madrid Total durante la visita a la oficina. En el Centro de Control trabajan hoy más de una veintena de personas. Son los ojos que velan en tiempo real por infraestructuras clave de la ciudad. Apoyados, como no, en la tecnología. Pero su labor no sólo se limita a mirar; también actúan, por ejemplo, activando los ventiladores de un túnel, los altavoces de megafonía o la iluminación que guía hacia las salidas de emergencia. Y mucho más.
Como custodia órganos vitales de la capital española, el Centro se coordina con los servicios de emergencia del Ayuntamiento de Madrid. Esa comunicación se extiende a otros organismos, como la Policía o las Fuerzas Armadas, en determinadas fechas.
"Ahora que hay desfile nos visita el Ejército para recorrer todo y que no haya problemas. Cuando hubo la Cumbre de la OTAN, vino aquí la Guardia Civil y la unidad de subsuelo de la Policía Nacional (...) Porque claro, desde aquí se puede acceder a los bajos de casi cualquier hotel, de la Gran Vía, de la Castellana, de cualquier sitio... Es un poco de película", admite Baena.
A simple vista, entender los tejemanejes del personal del Centro frente a sus pantallas es complicado. Antes de adentrarnos en ello, conviene resaltar unas cifras para dimensionar todo su trabajo.
Desde las dependencias 'anónimas' de Azca se controlan 40 túneles (salvo los de la M-30) que suman 41 kilómetros de asfalto, 170 kilómetros en galerías llenas de cables de servicios imprescindibles, más de 264.700 luminarias y 436 fuentes ornamentales.
De los túneles al agua de las fuentes
Cada día, estos 40 túneles registran más de un millón de circulaciones. Para hacer el seguimiento, el Centro cuenta con 426 cámaras de visión artificial para detectar automáticamente las incidencias. Llama la atención la buena calidad de las imágenes retransmitidas en directo. En los monitores se identifica en tiempo real al tipo de vehículo que transita por los pasos subterráneos.
Las cámaras hacen seguimiento, a su vez, del humo, los gases, la velocidad de los coches o el estado de visibilidad captados por la red de sensores. Este 'modus operandi' permite dar la voz de alarma ante cualquier incidente y activar los sistemas de seguridad necesarios. Precisamente, los túneles de Azca son de los más complicados de gestionar, según Baena. También cabe resaltar el de María de Molina, construido a más de 36 metros de profundidad, lo que equivale a un edificio de nueve plantas.
El Consistorio tuvo que implantar un "montón de medidas" encaminadas a hacer efectivas las salidas de emergencias de los túneles. "Hasta hace no tanto, eran verdaderos habitáculos donde vivía gente o que acumulaba enseres...", explica el responsable municipal de Conservación de Vías Públicas, que recuerda tener constancia de "timbas de póker" celebradas en los accesos de emergencia.
Desde el Área de Obras consideran que las galerías subterráneas son una "gran desconocida" pese a que son "clave" para abastecer a la ciudad de servicios esenciales. Hablamos de las comunicaciones de fibra óptica, los conductos para el agua o de la electricidad. Todos fluyen en estos trazados bajo tierra. Madrid tiene, en total, 105 galerías a los que se pueden entrar por 251 puntos.
Aquí, la labor de la unidad municipal pasa, por ejemplo, por abrir y cerrar las puertas a técnicos que necesiten entrar a revisar servicios. Además, el Centro controla los conductos '24/7' con cámaras de visión nocturna, sensores de humo y de gases. "¿Por qué tenemos un operador 24 horas? Ahí tenemos todas las comunicaciones, toda la energía, el agua de la ciudad... Entrar con un hacha es dejar a media ciudad sin un servicio fundamental", asegura Carlos Rubio, subdirector general de Instalaciones Urbanas.
Los funcionarios explican con entusiasmo otra de las tareas: la gestión del alumbrado de la capital española. Sobre todo, gracias a un nuevo sistema de control desarrollado por el Ayuntamiento, ALAVEF. El mecanismo permite adecuar el alumbrado público a las necesidades de cada zona de la ciudad. Tiene en cuenta si está atardeciendo o amaneciendo, la nubosidad o los fallos en las farolas. Todo ello buscando una mayor eficiencia y adaptándose a las necesidades del ciudadano. La tecnología permite, incluso, detectar mordidas de los roedores en el cableado antes de que provoquen roturas completas.
Con el mismo espíritu se trabaja con las fuentes ornamentales: información en tiempo real, "adecuación" a la meteorología y medición del consumo energético.
Antes de terminar la visita, una pregunta a los responsables del servicio de Azca: ¿sin este Centro se para Madrid? "Bueno... Es básico para el funcionamiento de la ciudad, si no, no estaríamos 365 días del año y 24 horas al día", concluye Baena. Sí por lo que sea la oficina sufre una incidencia, sus empleados cuentan con otro centro de respaldo. Sus ojos no dejarán nunca de custodiar la ciudad.