Hace unos días, cuando los madrileños miraban el cielo desde sus ventanas o balcones, veían que las nubes se blandían entre la lluvia o no, pero ni rastro de los aviones de la señora presidenta Isabel Díaz Ayuso. Ella había asegurado que, en medio de la guerra por hacer acopio de material sanitario, tenía apalabrado un contrato que salvaría a la Comunidad de Madrid de la carestía. Hasta que por fin la luz y este jueves aterrizaba en Barajas el que sería el primero de los aviones y este domingo el segundo. Entre el extraño hermetismo absoluto que rodea esta situación, hay un nombre que sale a relucir. Es el de Chen Shengli, un ciudadano de origen chino que ha venido a hacer de conseguidor, del señor Lobo que en Pulp Fiction solucionaba problemas.
De ahora 48 años de edad, Chen llegó a España como migrante en 1990, huyendo de una vida que le habría sido relativamente fácil y acomodada. Era un migrante, en ese sentido, distinto a los que llegaban de aquella. Se instaló primero en Fuengirola (Málaga), donde aprendió la labor de la repostería y más tarde se mudó a Madrid. Ahí, en un local cercano a la Plaza de España, abrió su primer negocio, una pastelería. Poco a poco fue escalando en el mundo empresarial, como en esas películas llenas de superación y neoliberalismo, y ahora es propietario del conglomerado empresarial Europichen y presidente de los empresarios chinos en España. Así, trabaja aquí pero con profundos lazos en China. Todo un filón en los tiempos del coronavirus que corren.
Aunque ahora ya no lo quiere reconocer, la semana pasada Chen Shengli admitía a la prensa que sí, que está ayudando a la Comunidad de Madrid, intermediando entre proveedores y el Gobierno regional, que el avión con el material sanitario ya estaba en marcha, que también estaba ayudando a otras comunidades y que tenía a una persona de su equipo puesta con ello. Pero ahora, tras el revuelo político que se ha desatado debido a que los aviones no terminaban de llegar y nadie sabía por qué, recula y dice que él no tiene nada que ver con el asunto. Desde la Comunidad también aseguran que él no ha medidado.
“Este momento no está para publicidad. Más tarde, cuando acabe esto, todo lo que quieras”, asegura Chen en conversación con EL ESPAÑOL. “Lo que hay que hacer es traer lo que hay que traer, no hay que competir con quién trae más”, añade. “Todas las empresas tenemos que apoyar y aportar nuestro granito para salir de esta crisis”, comenta.
Pero cuando se le pregunta directamente que si está ayudando a Ayuso, dice que no y ríe como un pillo por el teléfono. Repentinamente ya no hay nadie de su equipo trabajando en ello ni está mediando en otras comunidades ni confía en que los aviones lleguen. Eso sí, indagando un poco por internet se ve cómo el alcalde de Alcalá de Henares, Javier Rodríguez Palacios, agradece a Chen y a su networking empresarial haber conseguido 2.860 unidades de material sanitario para el hospital de la localidad.
El motivo para que Chen haya pasado de dar hasta el más mínimo detalle de la operación a negar la mayor es cristalino. El pasado 22 de marzo Ayuso anunciaba que había aprobado una partida presupuestaria de 23,3 millones de euros y que, con ese dinero, había comprado material sanitario a China y que llegaría en dos aviones “en los próximos días”. Sin embargo, los aviones no llegaban y, ante la falta de explicaciones oficiales, se desataba en Madrid un considerable embrollo político en el que Chen no quiere entrar.
La compra todavía sigue envuelta en cierto misterio ya que, según ha podido saber EL ESPAÑOL, Ayuso sigue sin reconocer en clave interna si el avión que aterrizó el jueves es uno de los prometidos. Tampoco explica cuál ha sido el motivo de que "unos días" se convierta en varias semanas. En esas, Chen y su humildad y sus ganas de no meterse en política, se bajan del carro.
Ensaimadas en Plaza de España
Chen nació y creció en la provincia china de Fujian, limítrofe con la de Cantón, donde se encuentra Hong Kong. Ahí, en sus primeros años, su familia contaba con un relativamente buen estatus social. Eran propietarios de una fábrica de construcción de baños y su padre era un político local muy popular y que ocupaba un buen cargo dentro del Partido Comunista de China, según contó él mismo en una entrevista para Actualidad Económica, realizada cuando a Chen no le importaba hablar con la prensa. “Cuando acabe todo esto, hablamos de lo que quieras”, siguen resonando sus palabras en el teléfono.
Bien podría haber seguido la estela familiar, meterse en política como el padre o trabajar en la empresa que regentaba la familia, pero cuando tenía 18 años, en 1990, Chen decidió cambiar por completo y emigrar a buscarse la vida en España. Su primer destino fue Fuengirola y ahí no tiró del dinero de la familia para montarse algo sino que se puso a atender detrás de la barra de una pastelería local.
Pocos años más tarde, cuando ya había aprendido el oficio, el ahora empresario siguió su plan y se mudó a la capital, Madrid. Ya instalado en la ciudad, empezó a estudiar Administración y Dirección de Empresas y, el 13 de julio de 1998, en pleno verano madrileño, constituyó la que sería su primera empresa: Cocarrois. Como su propio nombre indica, en referencia a la popular empanada mallorquina, la primera empresa en la que se embarcó Chen vendía productos baleares como los cocarrois o ensaimadas.
Hoy en día ya no queda rastro de ese negocio en la calle de los Reyes donde se encontraba la tienda. Muy cercano a Plaza de España, en una calle que destaca por sus negocios regentados por ciudadanos chinos, Chen dirigió el negocio hasta que lo traspasó en 2004 a otro empresario, Chen Zhimin. Quizás sean de la misma familia, ya que los asiáticos ponen el primer apellido por delante -Chen-, aunque, sea como fuere, Zhimin también es empresario y ostenta cinco cargos distintos en empresas ubicadas en Madrid y Mallorca. Y donde Shengli montó su pastelería, Zhimin ha creado un restaurante chino en sintonía con los de la calle.
Pero durante ese tiempo, Chen -el protagonista de la historia, no su posible familiar- siguió manteniendo contactos con China, esos que ahora valen oro, y después de traspasar su negocio se trajo a España el de la fábrica de baños de su familia en Fujian. También probó suerte con el negocio de las placas solares, que interrumpió brevemente con el recorte de subvenciones de 2009 pero que retomó poco después y creó otra empresa de productos de hogar con un componente de inteligencia artificial.
Ahora Chen maneja su emporio desde su despacho en un polígono industrial de Seseña, en Toledo. Pero no se dedica sólo a su Europichen, sino que sigue colaborando en acercar a empresarios españoles y chinos o, en su defecto, a empresarios de un país con las autoridades del otro. Por eso en 2018 le hicieron presidente de los empresarios chinos en España y por eso han contado con él desde la Comunidad de Madrid para buscar algo de luz en medio de la crisis del coronavirus.
El lío del pedido
“La Comunidad de Madrid no puede seguir esperando”, anunciaba la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, el domingo 22 de marzo. “Vamos a traer dos aviones esta semana cargados con material sanitario”, añadía. “Dijeron públicamente que ya no habría problema alguno en las aduanas. Es el momento de ayudarnos. Pido que no se bloqueen los pedidos”, seguía. La noticia cayó como un chorro. Sólo basta con darse un paseo por las Urgencias del país -que no es recomendable- o leer la prensa para ver que España tiene un serio problema. No hay equipos de protección para los sanitarios, apenas hay test para identificar a los positivos por coronavirus, las mascarillas de un sólo uso se utilizan durante días y las batas, en vez de tirarlas como se debería se echan a lavadoras.
Sin embargo, pasaban los días y los días y por el cielo de Madrid no sobrevolaba ningún avión de la salvación. Esto dio lugar a un enfrentamiento político digno de la situación en la que está sumido el país. Ayuso decía que había problemas en el mercado internacional, culpaba al Gobierno central de bloquear la llegada de este material, algo que el ministro de Sanidad, Salvador Illa, dijo que no era cierto. Y en el plano local la oposición de la Comunidad echaba la culpa a Ayuso de no haber sido lo suficientemente transparente ya que, a la vista de que el material no llegaba y sí se habían aprobado los 23,3 millones, tampoco daba explicaciones claras de qué es lo que pasaba. En su despacho de Seseña, Chen debía pensar que en menuda se había metido.
En una carta interna que Ayuso remitió a un grupo de la oposición, y a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, reconocía que “hemos tenido problemas con la contratación y salida de los aviones”. “Si el mismo Gobierno [de España] está encontrando dificultades, espero comprenda el trabajo que estamos haciendo desde la Comunidad”, sigue la misiva. “Su retraso respecto a nuestra primera previsión no corresponde en modo alguno a errores en la tramitación por parte de la Comunidad de Madrid sino a la complicada situación del mercado internacional tanto en China como en otros países”, añadía.
Y, en esas, Chen hablaba con el diario El País y decía que esperaba que los pedidos llegaran esa misma semana (la pasada). Contaba aquello de que tenía a alguien de su equipo trabajando y que el avión había salido hace días para China pero que no volvió con la mercancía porque los precios se habían disparado de un día para otro y que no había stock, por lo que Madrid se puso a la cola. Esa versión, exactamente la misma que daba Ayuso para argumentar el retraso, la daba Chen antes de negar la mayor.
“No quiero jaleo, ni mucho menos. No quiero estar ahí”, reconoce Chen en conversación con este diario. “Todas las empresas tenemos que apoyar y aportar un grano de arena. Todos los empresarios estamos encantados y movemos lo que podemos para ayudar”, añade.
-¿Y qué aportación está haciendo usted?
-Pues busco donaciones de gente y doy consejos e intento llamar a gente para decirles “oye, manda material” -reconoce, pero en cuanto se le pregunta por Ayuso, “no, no, no”, como San Pedro o Amy Winehouse, según se prefiera.
El misterio del avión
Mientras que la situación iba escalando, este jueves vio un rayo de luz. La presidenta de Madrid anunciaba por fin que aterrizaba un avión con material sanitario. Lo hizo por la tarde, en el aeropuerto de Barajas, y con 58 toneladas del deseado material. Sin embargo, esto tampoco ha estado exento del misterio que abraza toda la historia ya que Ayuso seguía sin aclarar a los grupos políticos de la comunidad si ese material se trata de uno de esos dos aviones, si se estaba esperando otro, a qué empresa se compró el material, ni nada por el estilo. Dio el aviso de que aterrizaba en el momento en el que lo hacía, no avisó antes de que ya por fin salía de China destino a Madrid. La tónica con el avión de este domingo ha sido similar.
EL ESPAÑOL ha comprobado la trayectoria de los últimos días del avión de Qatar Airways, con identificación A7-BFB, que aterrizó el jueves en Madrid y no despeja las dudas. A aeronave partió de Doha a Shanghai el día 1 de abril y, ahí, se presupone que hizo acopio del material sanitario. Sin embargo, no despegó de Shanghai a Madrid.
Primero, el día 2 de abril, la aeronave partió de nuevo a Doha y aterrizó en la ciudad qatarí a las 9.14, hora local. Estuvo ahí unas horas y a las 11.11 de la mañana salió hacia Europa. Pero no hacia Madrid sino que su destino original era Luxemburgo. El plan que el avión debía seguir establecía claramente que su destino era la ciudad y ahí iba a aterrizar a las 16.50 horas de este jueves.
Fue en medio del vuelo, en algún punto entre Asia y Europa, que la aeronave cambió de rumbo y, ya sí, se puso dirección a Madrid. La pregunta que aflora por su obviedad es la siguiente: ¿Por qué, si el pedido estaba encargado y pagado desde el 22 de marzo, la aeronave no salió hacia Madrid sino hacia Luxemburgo y no fue hasta que ya estaba en el aire que decidió poner rumbo a la capital española? Esto no hace otra cosa que añadirle más misterio, ante la imposibilidad de preguntar a la tripulación, que ahora se encuentra en la otra punta del mundo, llevando material de la ciudad de Atlanta a Bogotá. Del segundo avión aún no se conoce la identificación.
Que el mercado chino es un desconocido para los españoles no es ningún misterio. Prueba de ello son los problemas que ha tenido el Gobierno de Pedro Sánchez para hacerse con los deseados test rápidos. Se los compró a la empresa china Bioeasy, que no cuenta con la certificación de las autoridades chinas pero sí de la Unión Europea, y cuando llegaron vieron que no servían para detectar el coronavirus al tener sólo una sensibilidad del 40%.
Por eso, los contactos como Chen Shengli valen tanto. “Quién me iba a decir a mí que el primer chino que se instaló en mi pueblo me iba a ayudar a comprar material sanitario en un momento tan brutal de demanda", se preguntaba el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig. Quién le iba a decir a Ayuso que Chen Shengli, el pastelero de Plaza de España, le iba a echar una mano con los contactos internacionales. Y, sobre todo, quién le iba a decir Chen Shengli en el embrollo en el que se metería intentando ayudar.