Vox salva los muebles en un Madrid eclipsado por Ayuso. El partido de Santiago Abascal logra afianzar su espacio electoral en la Comunidad de Madrid pero su papel no será tan decisivo en la política madrileña tras el éxito arrollador de Isabel Díaz Ayuso.
Con 13 escaños y más de 330.000 sufragios, la candidatura de Rocío Monasterio se convierte en la cuarta opción más votada, por delante de Unidas Podemos y Ciudadanos, que desaparece del tablero.
Pasadas las 23 horas de la noche, Abascal y Monasterio comparecieron junto a la plana mayor de Vox en su sede nacional -Macarena Olona, Javier Ortega Smith, Iván Espinosa de los Monteros y Jorge Buxadé-, en la calle Bambú.
Las primeras palabras del líder del partido fueron para felicitar "efusivamente" a Ayuso por su "extraordinaria victoria", que con 65 escaños y más del 44% de los votos duplicaba su representación parlamentaria, limitando así la capacidad de influencia que Vox va a poder ejercer sobre el futuro Gobierno regional.
Con el adelanto electoral en la región, la derecha radical mejora ligeramente sus datos con respecto a mayo de 2019, año en el que se estrenó en la Asamblea. Suma un escaño -pasa de 12 a 13 actas- y cosecha casi 43.000 votos más -del 8,88% al 9,13%- en unas elecciones marcadas por una participación histórica.
Pero los resultados saben a poco en Vox, y así lo admitió el propio Abascal. "Damos estos resultados por buenos, es verdad que nos gustaría que hubieran sido mejores, pero los celebramos con alegría y sinceridad porque son unos excelentes resultados para España, ya que suponen una derrota sin paliativos para el frente popular", celebró el político vasco, garantizando que sus escaños estarán "a disposición de Ayuso para facilitar su investidura". "No hará falta segunda vuelta", anunció, confirmando que votarían a favor sin pedir ninguna exigencia a cambio.
Vox, que se veía decisivo para sostener a Ayuso, tendrá que conformarse con ver cómo el PP gobierna con un amplio margen de maniobra. Con el nuevo reparto de escaños, los populares sólo requerirán de la abstención de Vox para sacar adelante sus iniciativas.
Sin 'efecto Vallecas'
Con la convocatoria de elecciones a mediados de marzo, a Vox se le presentaba el complicado reto de diferenciarse del PP de Ayuso. Aunque Rocío Monasterio llevaba meses pidiendo al PP comicios anticipados para que Ayuso se deshiciera de Ciudadanos, la convocatoria les pilló, como a la mayoría de madrileños, por sorpresa, pero en un buen momento para el partido: Vox venía de romper todos los pronósticos en Cataluña, donde en las autonómicas de febrero dio el sorpasso a un Cs herido de muerte y a un PP casi instalado en la irrelevancia política.
Pero Madrid no es Cataluña: la mayoría de los votantes de Abascal –según las encuestas- veían con buenos ojos la candidatura de Ayuso e incluso la preferían para seguir gestionando la Comunidad de Madrid por delante de Monasterio. Ante ese desafío urgente, Vox sacó toda su artillería para destacar y hacerse un hueco en una campaña en la que todo giraba en torno a Ayuso e Iglesias.
Con el lema Protege Madrid, Vox elevó el tono marcando un discurso propio para movilizar a su electorado más fiel. ¿El objetivo? Alejarse del PP y dejar claras todas las medidas que les diferencian de los populares.
Monasterio trató de cimentar su estrategia en un discurso duro, haciendo hincapié en los problemas de los que "sólo habla Vox” (la okupación, la "inseguridad" en los barrios, el "despilfarro político", el "adoctrinamiento" en las aulas…) para así conquistar a esa "España viva" a la que apelan en sus mítines, en los que lograban congregar a un público multitudinario a pesar de la pandemia del coronavirus.
Eso sí, el ataque contra el PP siempre fue medido, sin buscar el choque frontal con Ayuso, dado que después de abrirse las urnas entendían que ambas formaciones deberían pactar.
Polarización
El discurrir de la propia campaña se antoja clave para explicar este resultado electoral. El primer golpe de efecto lo dio Vox durante la precampaña, cuando en un mitin en Vallecas radicales de izquierdas agredieron a miembros del partido.
Los disturbios en el barrio madrileño supusieron un punto de partida de una campaña muy polarizada, y desde entonces Vox lo impregnó todo. Días después, fue de nuevo centro de todos los focos por un cartel electoral contra los menores extranjeros colocado en las instalaciones de Cercanías Renfe. El mensaje, que suscitó muchísimas críticas -también las del PP- fue denunciado por la Fiscalía, si bien el juez rechazó su retirada.
Sin embargo, la polémica más sonada tuvo lugar durante el debate de la Cadena Ser, donde Monasterio puso en entredicho la veracidad de las cartas amenazantes con balas recibidas por Pablo Iglesias, el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la directora de la Guardia Civil, María Gámez. El candidato de Podemos acabó abandonando aquel duelo dialéctico, el último de toda la campaña tras la negativa de los candidatos de la izquierda a seguir debatiendo con Vox.
Sin 'cinturón verde'
Además de elevar el tono, otra de las estrategias de Vox fue la búsqueda del voto obrero, con una importante movilización en los municipios de la periferia de Madrid y el antes conocido como cinturón rojode la capital, tradicional voto socialista. Pero en ninguna de estas localidades consigue desbancar al PP y su porcentaje se mantiene estable, alrededor del 9%. Ni siquiera en municipios como Fuenlabrada o Parla, donde sí quedó por delante de los populares en las generales de noviembre de 2019.
De hecho, en toda la comunidad, Vox baja en apoyos en comparación con las generales de noviembre de ese mismo año. Entonces, los de Abascal lograron su mejor resultado con un apoyo del 18,5% de los votos en la Comunidad de Madrid; frente al 9,13% de este martes.
Pese a la intensa campaña desplegada por Vox para hacerse un hueco, llena de broncas y hasta insultos a otros candidatos, el resultado de este martes aleja la aspiración de Vox de superar a los populares a nivel nacional. Sin embargo, Abascal defendió anoche que los comicios generales son "diferentes", y que no renuncian a su objetivo de ser primera fuerza en el bloque de la derecha. De hecho, Vox pidió ya un adelanto electoral y avisó de que saldría "a por todas".