Hay veces que es difícil poner nombres y apellidos a un proyecto institucional que sale desde organismos públicos, pero hoy sí podemos.

La historia empieza así: Celso Arango, director del Instituto de Salud Mental y psiquiatría infantil del Hospital Gregorio Marañón, atiende a un menor en su consulta del afamado hospital madrileño en la calle Ibiza.

Algo no le cuadra y le gustaría saber si alguna de las patologías de salud mental del joven se manifiesta en la escuela. Llama al centro educativo, pero el profesor está en clase. Cuando el docente le devuelve la llamada al psiquiatra infantil, es él quién está con otro paciente.

Por eso la Comunidad de Madrid, desde las consejerías de Educación y Sanidad, y la Fundación Alicia Koplowitz, han lanzado un innovador programa en el que aparece la figura del psiquiatra Jorge Vidal y de sus dos compañeras (otra psiquiatra y una psicóloga).

Ellos son el nexo de unión entre la consulta del psicólogo o psiquiatra y el colegio. El enlace que faltaba y que, por primera vez, se integra para mejorar la atención en el área de Salud Mental de los jóvenes en edad escolar gracias al Instituto de Salud Mental del Hospital Universitario Gregorio Marañón.

Jorge Vidal y sus compañeras acuden diariamente a diferentes colegios de Madrid para mejorar esta integración sociosanitaria. José Verdugo

Vidal y sus compañeras son las tres piezas imprescindibles que hacen que, por primera vez, la atención en el área de salud mental de jóvenes en edad escolar se pueda coordinar entre la parte clínica, el psicólogo o psiquiatra, y la educativa. Una maquinaria nada complicada (los resultados dicen que están siendo excelentes) y que ya se hace fuera de nuestras fronteras, pero que es pionera en España.

Dos líneas de trabajo

El doctor Vidal y sus compañeras acuden cuatro veces al mes a los diferentes centros que tienen adscritos y ahí ofrecen ayuda a profesores, alumnos y familias. Un programa completo, que no deja de crecer, y que se ha implantado en un centenar de colegios públicos de la Comunidad de Madrid. "Eso sí, cada semana tengo un mail de un director pidiendo que si podemos ir a su colegio también", reconoce Celso Arango.

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El programa tiene dos líneas de trabajo. Por un lado, la formación, en la que se imparte un curso online a profesores para que tengan las bases lucientes para comprender los problemas de salud mental. Y, por el otro, la intervención directa en el centro. Esta última se vertebra sobre cinco subprogramas, pues se adapta a las necesidades de cada joven.

En el caso de la formación, Ángela Ulloa, directora de Proyectos de la Fundación Alicia Koplowitz, explica que ha sido impartida a 260 docentes (el programa empezó en septiembre) y que ya están elaborando nuevas ediciones en las que introducir un formato mixto e, incluso, dirigirse a las familias.

Angela Ulloa, directora de Proyectos de la Fundación Alicia Koplowitz. José Verdugo

Respecto a la intervención, es diferente según los grados del caso. Está el trabajo que se hace con los chicos que ya han estado ingresados en centros "normalmente por una patología grave", el que se destina a aquellos que tiene tratamiento vigente (pero nunca han estado ingresados), los casos en los que el centro sospecha que hay problemas de salud mental, los que notifica el claustro y, por último, la parte dirigida a intervención y prevención en salud mental.

En esas fases es donde el profesor toma un papel muy importante, puesto que puede hacer de 'detective' e identificar (gracias a la formación recibida) aquellos casos que le resulten alarmantes y que no haya podido ver la familia. Son una primera voz de alarma que ayuda a actuar con una antelación que antes no era posible.

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En estos cinco meses que el programa lleva vigente (empezó en septiembre) los equipos ven un patrón en los problemas de los jóvenes madrileños. En los más pequeños, los profesores manifiestan que existen problemas de conducta y de manejo del aula, menores con autismo que no están valorados o diagnósticos en duda.

Con los adolescentes, sus principales problemas están ligados a respetar las normas, autolesiones, dificultades a la hora de relacionarse entre compañeros o sentimiento reiterados como la tristeza y la angustia.

Celso Arango, director del Instituto de Salud Mental y Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón. José Verdugo

Que el psicólogo aterrice por primera vez en el aula hace que la detección de problemas en esta área sea más rápida porque, como reconoce el propio Celso, a los profesores les falta "formación y herramientas". Y es que, un docente tiene un currículum concreto en el que, como es comprensible, su formación en estos aspectos no es la "suficiente".

El proyecto que se está desarrollando en la Comunidad de Madrid habla de "grises", como dice Celso Arango, porque normalmente las partidas presupuestarias se dividen por Consejerías (Educación o Sanidad) y nunca hay proyectos de colaboración real. "Aquí somos sanitarios trabajando en el sistema educativo".

"Es una integración mucho más sutil" con la que los profesores están muy satisfechos. Tanto, que como explican estos tres expertos a Madrid Total el proyecto ya va a crecer "y no llevamos ni un año", se congratulan.

Novedades

Concretamente, se va a contratar a un profesional sanitario más, se van a dar cursos de formación para madres y padres (tanto en colegios especiales como en normales) y se van a incluir en el programa a todos los colegios de Educación Especial de la Comunidad de Madrid.

Este último punto es especialmente importante para Celso Arango que destaca la valía de que un psicólogo o psiquiatra esté en este tipo de colegios de educación especial. ¿Su reto? Llega a todos los centros públicos de la Comunidad de Madrid, pero para eso todavía queda algo de tiempo.

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Esta formación a los padres va a estar coordinada por el Instituto Superior Madrileño de Innovación Educativa (ISMIE). Según adelantan en exclusiva a este diario, van a enfocarse en explicar el desarrollo evolutivo de los menores para que los padres puedan valorar lo que es "normal" y los "signos de alarma", según su edad. Además, habrá muchos contenidos para la prevención y la promoción de la salud mental.

Jorge Vidal suele dividir su jornada laboral en semanas. La primera semana del mes, el día que le toca ir a cada centro, hace una reunión con el equipo directivo y el orientador etc. Después, a la semana siguiente analiza con docentes y alumnos los casos que más le preocupan y, en la tercera semana, se reúne con las familias o el docente de los niños que precisa de mayor revisión.

Además, tiene pactado entrar en cada clase una vez al curso para hablar de los problemas de salud mental con los jóvenes y marcar unas pautas. Como el programa se va a repetir anualmente, esta fase se prevé eliminar en siguientes cursos, "sería absurdo volver año a año".

Celso Arango entrando en su despacho donde atiende diariamente a decenas de menores. José Verdugo

Por eso, en siguientes ediciones, el equipo del Marañón quiere usar ese tiempo para dar una especie de asignatura, que se incluya en el currículo educativo, a los alumnos de cuarto de la ESO y primero de Bachillerato. Con temas concretos y un trabajo más concienzudo sobre la salud mental. "Todos los chavales terminan pasando por esos cursos y llegaríamos a ellos de una forma más directa", finaliza.

El programa que coordina el Marañón es pionero en España y viene para quedarse. Por eso sus integrantes resaltan la colaboración entre entidades públicas (la Consejería de Sanidad y la de Educación) y una fundación privada (como es la Alicia Koplowitz) para dar respuesta a este aumento de trastornos mentales en población en edad escolar.

Un programa que sigue las "directrices de la OMS", como destaca el propio Celso Arango, y está basado en la evidencia científica cumpliendo "con los requisitos de coste-eficiencia". ¿El objetivo? Reducir las alarmantes cifras de la Organización Mundial de la Salud que dicen que 1 de cada 7 menores tiene problemas de salud mental diagnosticados en el mundo.

José Verdugo