Un estudio antropológico y forense efectuado al cuerpo de San Isidro Labrador, patrón de la ciudad de Madrid y de los campesinos, ha asegurado que el santo realizaba trabajos manuales y murió en torno al año 1130, como señala su bula de canonización, a una edad de entre 35 y 45 años.
Son algunas de las principales conclusiones de este estudio, encargado con motivo del IV centenario de la canonización de San Isidro y realizado por la Escuela de Medicina Legal y Forense de la Universidad Complutense de Madrid, que ha presentado este lunes el informe y una inédita reproducción facial escultórica del rostro del santo.
El cuerpo incorrupto del santo es custodiado en la Colegiata de San Isidro por La Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid, que fue la que planteó un estudio a fondo de la reliquia, de la que se tienen noticias desde el siglo XII.
Así, las doctoras María Benito, Ana Patricia Moya, Mónica Rascón e Isabel Angulo han podido saber que San Isidro fue un varón con una estatura de entre 167 y 186 centímetros que murió a una edad de entre 35 y 45 años, desmintiendo la versión tradicional que atribuía al santo una edad de 90 años en el momento de su fallecimiento.
No se ha discernido con claridad la causa de su muerte, y no se han encontrado en su cuerpo signos de violencia o traumatismos, pero sí se han evidenciado signos de enfermedad e infecciones en los huesos maxilares, con importantes abscesos y fístulas, que se apuntan como uno de los posibles motivos del fallecimiento.
Añade el informe que algunos hallazgos degenerativos en algunas partes del cuerpo responden a un uso intenso de los brazos, propio "de la actividad y el trabajo de los labradores".
Una moneda en la garganta
Uno de los hallazgos más curiosos ha sido el de un objeto metálico con forma de moneda alojado en la garganta del santo.
Aunque no se ha podido observar directamente, parece ser una moneda con la inscripción de la silueta de un león rampante enmarcado en un rombo. Según un estudio numismático, podría tratase de una blanca del rombo, del rey Enrique IV de Castilla, que presuntamente visitó la reliquia del santo en 1463.
El cuerpo de San Isidro también muestra distintos niveles de densidad en algunos huesos, además de un nivel separado de la masa encefálica en el cráneo, lo que las doctoras han interpretado como una consecuencia del primer enterramiento del santo en el cementerio de San Andrés, zona acuosa por la que discurría un torrente, lo que habría provocado la humidificación del cadáver.
En cuanto a los "signos de ancestralidad", concluyen las investigadoras que no es posible asociar a San Isidro "con un único grupo poblacional específico y único", puesto que, si bien su cuerpo arroja "características propias de grupos afrodescendientes", también incluye otros troncos ancestrales como el caucásico o el asiático.