En la séptima planta, saliendo de las escaleras mecánicas de El Corte Inglés de Preciados, esperan unos maniquíes vestidos con todo lo necesario para jugar al pádel. Nada parece indicar que, caminando un poco hacia la derecha se encuentre el local con el que el centro comercial quiere renovar su oferta gastronómica: Las Nubes Market.
Mitad restaurante, mitad mercado, el concepto de gastromercado aúna ambas vertientes. El intento de innovar en su propuesta sorprende especialmente teniendo en cuenta que está ubicado dentro de un lugar tan tradicional y clásico como se le presupone a esta cadena de grandes almacenes.
La idea es la siguiente: el cliente llega y tiene a su disposición una serie de puestos en los que se cocinan, en el momento y a plena vista, los platos que se elijan. Se pueden considerar islas con distintas especialidades.
En cada uno de estos espacios distribuidos a lo largo de un pasillo se preparan diferentes estilos de comida: de la asiática con sushi o yakisoba a la española con empanadas y cocas.
Entre medias, arroces, pescados y carne, ensaladas, pastas frescas y pizza en la zona italiana, repostería... Todo con productos de calidad y con un trabajo a la vista del comensal.
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Por otro lado, ha de elegirse la bebida. Si se opta por un refresco o cerveza, toca pasar por un dispensador. Y lo mismo sucede con el vino, a elección. Si se prefiere agua, está debidamente embotellada.
El siguiente paso es pasar por caja. Allí mismo se cogen la bandeja, el pan, los cubiertos y la servilleta. Es parte del autoservicio, que puede tener su lado positivo pero que requiere un esfuerzo del consumidor, portando todo en una especie de carrito de la compra.
Varios espacios, un lugar
Esto no quita que haya una muy buena atención al cliente por parte de la persona que da la bienvenida a la entrada, los chefs y los trabajadores que hay en caja y recogiendo.
Una vez completado este proceso, que tiene una duración muy variable dependiendo de la comida elegida, es hora de sentarse. Para ello, se abandona el corredor y se entra en un área muy amplia con mucho espacio entre mesas. Como en la estancia anterior, el techo todavía tiene una reforma pendiente, según cuenta la persona que atiende en la entrada.
Cuenta incluso con una sala en la que se pueden apreciar las vistas del centro de Madrid desde las alturas. Y, como guinda, existe un espacio reservado para eventos privados con servicio en mesa que ellos llaman Speakeasy. También, en el centro, hay una barra donde tomarse un café, un cóctel o una cerveza.
El centro comercial denomina a este tipo de espacios como free flow y el que está ubicado en la calle Preciados es el único de este estilo que existe en la capital. Es, en cualquier caso, una buena opción para dejar las compras durante un rato y disfrutar de una buena comida.
Del horno al wok
El encargado de preparar las pizzas es Fianni, originario de Sicilia. Para ello utiliza un horno eléctrico que no necesita de salida de humo. Su precio asusta un poco: 20.000 euros. Es capaz de preparar una pizza en tres minutos, a 450 grados. Eso sí, por la mañana necesita un precalentado de 45 minutos.
Él, como el resto de sus compañeros llega allí a las 9.00 de la mañana. Tienen que preparar todo para que esté listo antes de que los clientes lleguen allí, sobre las 12.00 y hasta las 21.30.
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Fianni recomienda probar los tagliatelle con Salsa de Queso Fontina Trufada. Y fiarse de él resulta en todo un acierto. Cuestan 10,95, algo caro teniendo en cuenta que no hay ningún camarero que atienda, pero merece la pena. Se nota que se usan productos a la altura de lo que se espera.
No sucede lo mismo con la tarta de queso que sirven justo enfrente. Si bien el encargado de repartirla entrega un trozo contundente, cuesta hacerse con él. Está algo seca para lo que cabría esperar.
La tarta, lógicamente, no se prepara en el momento. Los mejores platos, en los que más mimo se pone, son los que se cocinan según se piden. Para ello tienen todo el equipo necesario, bien repartido. Un empleado limpia un wok entre cliente y cliente. Al otro lado, un obrador para la pastelería. Un poco más allá, la parrilla vasca se encarga de las carnes. A lo largo de un pasillo, medio mundo culinario para elegir uno o combinar. Y, al final, un lugar apacible donde disfrutar de ello.