Brasserie Lafayette es de esos restaurantes inesperados desde el principio. Escondido en una calle de El Viso, en el distrito de Chamartín, uno no se imagina lo que guarda en su interior cuando llega a la puerta. De hecho, hasta surge la duda de si tras ese muro estará o no la entrada al gran restaurante francés que te han recomendado como un viaje gastronómico único a todos los rincones galos.
Ya en el interior, todo parece haberse diseñado a la medida francesa. La luz, la decoración, las mesas y el servicio se mueven como un reloj parisino, al compás, para poner sobre la mesa platos típicos tanto de la cocina del país vecino como ya clásicos del propio Lafayette: una sopa de cebolla, el lomo de corzo braseado, el paté de campagne, un ratatouille muy especial o el nuevo coquelet.
Eso sí, lo increíble de este restaurante, que ya ha sido galardonado con un Sol de la Guía Repsol, es la historia de amor que lo trajo hasta Madrid. El original Brasserie Lafayette nació en Edimburgo, en 1998, de la mano del bretón Sébastien Leparoux, después de que comprara el local a su propio jefe donde había estado trabajando.
De esto hace ya 25 años y Leparoux fue entonces muy consciente de que no hay muchos locales que supieran mimar de verdad la gastronomía francesa. La mayoría de sus clientes eran de origen estadounidense y por eso apostó, en su gran apertura, por un nombre que uniera ambas culturas: el marqués de La Fayette o Lafayette, un militar y político francés que sirvió como general por Estados Unidos en la Guerra de la Independencia contra los británicos.
Fue justo en ese restaurante francés y en Edimburgo cuando Leparoux conoció a su mujer, una madrileña que estaba trabajando en la ciudad escocesa. Tres años después ya habían hecho las maletas, cargadas de ideas gastronómicas, y se habían instalado en la capital española a la espera de volver a renacer Lafayette.
Sébastien tardó casi siete años en animarse a darle vida a su brasserie y lo hizo teniendo claro que en Madrid no había mucha oferta de grandes restaurantes franceses como sí ocurre en otras capitales del mundo. Así que abrió su propia casa en Las Tablas en 2008 para casi una década después apostar por algo más grande, más céntrico y hasta más francés: en la calle de Recadero, número 2.
Si la pandemia ha sido un revulsivo para muchos negocios, para Lafayette ha sido un impulso de renovación y refinamiento que ha llegado esta temporada de la mano del nuevo chef, Gustavo Valbuena.
Este chef venezolano, con antepasados franceses, ha estado durante años en las cocinas de Paco Roncero y ha compartido con él varios proyectos en Madrid, Ibiza y Dubai. Ahora, en Lafayette su intención ha sido unir, en la nueva carta, dos hermanas casi gemelas, -la gastronomía francesa y la alta cocina-; dándole un toque aún más especial a cada plato que se sirve en sala.
Otra de las sorpresas que se lleva el comensal, que no la última, es la increíble bodega que tiene Lafayette. No sólo hay vinos franceses (de las variedades menos conocidas de los sitios menos habituales), sino también españoles. Una carta con blancos, tintos, rosados, tranquilos, espumosos y dulces a elegir.
"Intento que cada vino tenga la mejor relación calidad-precio y de cada zona. Los vinos franceses suelen ser más caros, pero aquí es todo lo contrario. El precio es español", asegura Sébastian.
Si estamos listos para el viaje, lo que queda es elegir y dejarse acompañar bien.