El verano en Madrid aviva los monstruos. Al calor del día a día, al asfalto burbujeante, le suelen acompañar los deseos incontrolables de remojarse. El deseo de salir de la ciudad y buscar un balneario devuelve imágenes como de una estampida de criaturas enloquecidas por el bochorno. La mayoría, por cuestión de tiempo, de economía o de comodidad, suelen asediar los pantanos de las afueras o las piscinas más próximas.
Si el plan se agranda un poco, habrá quien se plantee salir de los límites provinciales. Tomar la carretera y desmarcarse de la muchedumbre (a riesgo, eso sí, de caer en un atasco). Para quien apueste por una escapada a la playa, para quien piense que es capaz de catar la brisa marina saliendo y volviendo de Madrid en una misma jornada, les ofrecemos algunas opciones factibles.
No quiere esto decir que Madrid es una joya, independientemente de la estación. En la capital, Patrimonio de la Humanidad, se puede disfrutar de una amplia gama de museos (destaca ese tridente formado por el Prado, el Thyssen-Bornemisza y el Reina Sofía) y de parques que merman la sensación de asfixia. Además, en las noches es cuando el sol se toma un descanso y las terrazas se llenan, el bullicio vuelve y la ciudad muestra una de sus mejores caras.
Hay un pero dentro de esa riqueza social y cultural: a Madrid le falta la playa. Por eso hay que buscar zonas de tierra y agua para cumplir el ritual veraniego de muchos españoles. Antes de salir a más de 300 kilómetros, podemos tirar hacia San Martín de Valdeiglesias y la llamada "playa de Madrid".
En realidad, se trata de un pantano, el de San Juan, que ha recibido en los últimos cuatro años la aprobación por la Asociación de Educación Ambiental y de Consumidor. La bandera azul brinda las garantías de seguridad e higiene. Y es un pequeño paraíso de agua dulce en el que los visitantes disfrutan de lugares de pícnic y otras actividades como el wakebord, flyboard o esquí acuático. También se pueden organizar escaladas y paseos a caballo.
Playas fuera de Madrid
Irse de Madrid a la costa es una costumbre nacional. Hay determinados sitios llenos de gente del centro de la península que acude en masa para remojarse. Suelen ser los de la costa valenciana, la más cercana a la capital, o por ampliación a lugares del entorno, como Alicante o Murcia.
Una de las preferidas es la de Cullera. Esta ciudad costera, perteneciente a la provincia de Valencia, es de las más cercanas. Tiene 11 playas, con una principal donde se congrega la gente. Un paseo con puestos y restaurantes, algunas palmeras diseminadas por la arena y opciones de deportes acuáticos otorgan a este punto del Mediterráneo un glorioso lugar en las escapadas madrileñas.
Y a pocos kilómetros al sur, el otro talismán del verano madrileño: Gandía. El clima es el mismo. Las playas, parecidas. Pero existen dos alicientes: más marcha diurna y nocturna y posibilidad de hacer buceo. Además, el paseo está plagado de restaurantes con arroces, las zonas menos próximas a la playa tienen tiendas y el casco histórico (que está en el interior) tiene atractivos como el Palacio Ducal de los Borgia.
La cercanía, la oferta habitacional y el clima han hecho que muchos madrileños fijen aquí una segunda residencia, ampliándolo a sitios de la zona como Xeraco o Tavernes de la Valldigna, algo más tranquilos, o Piles y Oliva, hacia la provincia de Alicante.
Rumbo al norte
Dejando atrás el Mediterráneo, opción fundamental de los madrileños, se pueden tantear playas del norte. Si las de Santander son las elegidas por muchos ciudadanos del País Vasco o de Castilla y León, las de la costa guipuzcoana son una buena opción para aquellos que salen desde la capital.
Una de ellas, quizás la más larga y popular por Karlos Arguiñano, su vecino más célebre, es la de Zarauz. A pocos kilómetros de San Sebastián, este balneario mítico ofrece un paseo kilométrico por la costa, olas de anuncio para practicar surf y la comida y el clima idóneos de esta región geográfica a orillas del Cantábrico.