Bernardo, dueño de Doggy Bravo.

Bernardo, dueño de Doggy Bravo. I.G.

Ocio

Bernardo, el directivo financiero de 63 años que vende perritos junto al Wizink Center: "Soy un culo inquieto"

Doggy Bravo lleva abierto un año y ofrece perritos calientes de varios tamaños y al gusto con pan de cristal.

9 septiembre, 2024 02:52

La vida de muchas vueltas. Y si no, que se lo digan a Bernardo Rivero, un hombre con una larga trayectoria como alto ejecutivo en varias empresas financieras. Tras perder su puesto como director general de una gestora norteamericana hace ocho años, decidió reinventarse y emprender en otro sector completamente alejado del suyo: la hostelería.

Doggy Bravo, su negocio, cumple este mes un año abierto a pocos metros del WiZink Center en Madrid, por donde han pasado todo tipo de cantantes nacionales e internacionales. Una tienda de perritos calientes con largas colas de los fans que cambian según el artista que toque cada día.

Y es que el propio Bernardo dice que tiene 63 años solo porque así lo pone en su DNI. "Yo mentalmente tengo 23 años, aunque luego me miro al espejo y vuelvo a la realidad", comenta en la parte de atrás de su pequeño establecimiento, que cuenta con un mostrador y dos barras altas en cada pared opuesta.

Por eso, esperar a la jubilación no estaba en sus planes. "Buscar trabajo con casi 60 años, por mucha experiencia que tengas, es muy difícil". Y su bagaje no se queda corto, ya que ha pasado por empresas de servicios financieros como 360 Fund Insight, Legg Mason o Citigroup con cargos de director de Desarrollo de Negocio, tal y como explica en su perfil de LinkedIn.

"Estuve un tiempo haciendo colaboraciones dentro del mundo financiero, pero un día me cansé de eso", comenta Bernardo, que se define como "un culo inquieto". "Tenía que hacer algo distinto", se dijo. Y lo hizo. "Quería algo relacionado con la gastronomía, pero en el que no tuviera que depender de mucho personal". El local de perritos calientes de unos venezolanos le dio la idea. "Fui a comer un día y vi un nicho que no estaba muy explotado. Hay mil cadenas de hamburguesas o de pizzas, pero de perritos no".

Derritiendo el queso a uno de los perritos calientes de Doggy Bravo.

Derritiendo el queso a uno de los perritos calientes de Doggy Bravo. I.G.

Era algo aparentemente fácil: un establecimiento pequeño, especializado en un solo producto y orientado a prepararlo para llevar. Bernardo pensó que tenía que tener otro punto diferenciador. "Quería darle un toque especial, algo gourmet, dentro de las posibilidades", por lo que cambió el clásico bollo por pan de cristal.

Además, son personalizables. Primero, se elige el tipo de salchicha y el tamaño, que va desde los 15 a los 23 centímetros. A partir de ahí, se seleccionan las salsas, de entre una variedad de ocho, y los toppings, a gusto de cada uno. Entre las posibilidades hay asadillo, patatas paja, queso, jalapeños, pepinillos o cebolla caramelizada.

Pegatinas y redes sociales

Bernardo lo tenía todo pensado, por eso la ubicación no fue elegida al azar. Después de pasarse años viajando durante su carrera profesional en el mundo de las finanzas, quiso asentarse en su ciudad: Madrid. Los alrededores del WiZink Center eran una buena opción para atraer al público hambriento que espera para entrar a ver a su cantante favorito.

Por esa razón, él mismo se dedicó en los comienzos a repartir pegatinas entre los grandes grupos congregados a las puertas del también llamado Palacio de Deportes de Madrid. Adhesivos con frases un tanto curiosas.

Algunas de las pegatinas de Doggy Bravo.

Algunas de las pegatinas de Doggy Bravo. I.G.

"Aquí el tamaño sí importa" o "¿Te lo comes todo?", son algunas de las frases de las pegatinas protagonistas de este negocio. "Desde el principio quería destacar el tamaño de la salchicha. Por eso, la idea era jugar con el doble sentido", explica. Aun así, no todo vale en sus eslóganes. "Tenemos que movernos al filo de la navaja", ya que un niño de nueve años lo tiene que interpretar "a su manera, desde la inocencia".

Esto es porque el perfil de sus clientes es muy variado: desde niños que van con sus padres a ver a Aitana, pasando por jóvenes fans de raperos como Travis Scott, hasta adultos amantes del heavy metal que se congregan para ver a Scorpions.

No solo cambian los consumidores según el día, el local también se mimetiza en función del concierto que esté programado. En las pantallas se proyectan los vídeos musicales del artista en cuestión y en el ambiente suenan sus canciones. Para esto, Bernardo tiene colgado en la trastienda un calendario con todas las fechas de los espectáculos planificados.

El humor es uno de sus puntos fuertes. Y ganas de aprender tampoco le faltan. Por eso, publicar en las redes es otra de las estrategias que usa. "Siempre supe que tenía que tener redes sociales, pero yo no tengo ni idea absolutamente", cuenta.

Son dos chicos las cabezas pensantes de los divertidos vídeos, aunque es Bernardo quien pone la cara. "Ellos vienen, me dicen lo que tengo que hacer y yo les hago caso en todo". Que saque la lengua, que se ponga la gorra de lado, que salte, que baile... "Yo me considero vendedor desde que estaba en el mundo financiero. Una cosa que aprendí es que para que te compren algo tienes que estar convencido de ello. Y yo estoy convencido de mis perritos, por eso lo transmito en los vídeos".

Algo que le ha hecho incrementar notablemente la clientela. Una familia que entra en el local mientras Bernardo habla con Madrid Total es prueba de ello. Una fecha tranquila, sin eventos programados, la madre asegura mientras le preparan su comanda que su hija se empeñó en probar los perritos que había visto en Instagram.

El establecimiento Doggy Bravo.

El establecimiento Doggy Bravo. I.G.

Una franquicia

La idea primigenia era crear un diseño de negocio que, si se diera la ocasión, en un futuro se pudiera llevar a la franquicia. "Son los sueños bonitos de los que uno se despierta de un batacazo", opina el dueño.

Aun así, sigue trabajando para que se cumplan. Su idea es aprovechar el tiempo para impulsarlo ahora que tiene ganas e ilusión. "Me despierto todas las mañanas pensando en como mejorar o innovar. Vengo aquí, me pongo mi gorrito y mi mandil, cojo las pegatinas y estoy tres horas andando para repartirlas. Pero, aunque me extrañaría, no sé si dentro de dos años seguiré encontrándome con fuerzas. O si llegará un momento en que me canse".

Doggy Bravo

Dirección: Fernán González, 14.

Horario: de domingo a miércoles, de 18.30 horas a 00.00 horas. De jueves a sábado, de 18.30 horas a 1.00 horas.

Precio: desde 5,95 euros (la más pequeña). Los toppings van aparte.