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Eduardo Cano lleva viviendo entre tesoros y joyas históricas de Colombia toda su vida y dedicándose profesionalmente al oro y a las piedras preciosas, unos once años. Sus manos son la cuarta generación por las que pasan reproducciones de los mayores tesoros precolombinos transformados en increíbles pendientes, anillos, colgantes y brazaletes de oro y piedras preciosas y semipreciosas.

De hecho, ha habido una sucursal de este importante grupo de joyas colombiano en México, Nueva York, República Dominicana, Panamá, Alemania y, por supuesto, ahora llega a Madrid. Concretamente al barrio de Salamanca donde Eduardo Cano puede sentirse como en su Medellín natal por la cantidad de clientes latinos que ya los conocen bien y los van a buscar.

De hecho, la familia Cano es un imperio empresarial tan conocido en Colombia que piezas suyas han lucido clientas ilustres como la reina Letizia, durante un viaje oficial.

Joyería Cano, en la calle de Lagasca número 30. E. E.

"Todo empezó cuando mi tatarabuelo, Nemesio Cano, encontró uno de los mayores tesoros de Colombia. A raíz de ahí empezó con mi abuelo a buscar más piezas antiguas de algunas de las 12 culturales precolombinas que existían en mi país", explica el joven experto sobre todo en el alma colombiana.

El trabajo de los Cano fue tan bueno y exitoso que varias generaciones de la familia han ido cediendo hasta un 30% de las piezas al Museo del Oro de la República en Bogotá, unas 10.000 joyas de oro que han sido expuestas en el Museo de Historia Natural de Nueva York, en National Geographic, en el Museo Británico y en otros museos de talla mundial.

Eso sí, estos amantes de la orfebrería y la historia conservaron entre 4.000 y 5.000 moldes auténticos de estas increíbles joyas para reproducirlas utilizando técnicas ancestrales como el proceso de la cera perdida, martilleo, bajo relieves y alto relieve.

"Mi abuelo empezó en los años 70 a hacer reproducciones auténticas con estos moldes y creamos joyas que están basadas en estos motivos históricos pero que a la vez son sofisticadas y apreciadas", explica Eduardo, ahora CEO de Joyería Cano.

Algunas de las joyas que se venden en la tienda Cano de Madrid. E. E.

Así se pueden encontrar entre las vitrinas de cristal brazaletes compuestos por las narigueras que se usaban los indígenas y hasta un conjunto completo de anillo, pendientes y collar con este motivo. O dibujos precolombinos, espirales, dioses indígenas y guerreros en preciosos diseños actuales, llenos de modernidad.

"Tenemos piezas en baño de oro, de oro de 18 quilates con esmeralda colombiana, con piedras semipreciosas, cuarzo, amatista, ágata... pero también trabajamos con artesanos colombianos buscando preservar su tradición y vendemos mochilas Arhuacas de los indígenas de la Sierra Nevada, sombreros volteados típicos, piezas decorativas del Chocó, mantones en seda. Todo artesanal, ancestral, con diseños contemporáneos que nos hacen ser como un puente del pasado y el futuro", muestra este colombiano orgulloso un espacio que rezuma brillo y buen gusto.

Joyería Cano en Lagasca, 30. E. E.

Eduardo advierte de que Madrid es sólo la primera parada de un camino que el grupo ha emprendido a otros lugares de España, donde aspiran a contar con cuatro sucursales. Tienen muchas clientas españolas que les conocen bien porque llevan 30 años presentes en algunas tiendas de El Corte Inglés y son conscientes de que aterrizar en el Barrio de Salamanca no era fácil pero era la única vía para traer todos sus tesoros al completo.

Lo mejor es que aspiran a llegar a todo el mundo y aseguran que en esta joyería se pueden encontrar piezas desde sólo 50 euros a tesoros de 2.000 o 3.000 euros. 

"Son piezas que cuentan una historia, que tiene un significado. Hay clientes que vienen porque les gusta el diseño y otras porque son piezas de conversación. De hecho, cada una lleva un certificado en el que se habla de la cultura de donde nace", aclara este joven.

Teniendo en cuenta tanto la originalidad de los diseños como la calidad de las piezas, son muchos los que ya ven a esta joyería colombiana, situada en el número 30 de la calle Lagasca, una clara competencia a establecimientos más clásicos como la propia Joyería Suárez, a unos metros del nuevo lugar de moda de Madrid.