Seis de la tarde. Hora del tercer turno de reparto de mascarillas por parte de la Policía en las principales estaciones de Madrid. La estación de Atocha, como toda España, está irreconocible. El trasiego habitual brilla por su ausencia. En el vestíbulo semivacío el ruido más fuerte es el de las escaleras mecánicas. Esta mañana la estampa era ligeramente diferente: por primera vez desde el inicio del estado de alarma, la estación había recuperado algo de vida.
Dos policías nacionales toman posición en uno de los accesos al metro de Atocha Renfe. Hace dos horas han terminado el segundo turno de reparto. De 6 a 9, de 14 a 16 y de 18 a 20. En total, siete horas en las que las autoridades han repartido el material que hace unas semanas costaba encontrar en una farmacia. Madrid tiene asignadas 1,4 millones de mascarillas de las 10 millones que el Gobierno prevé repartir en toda España.
“Entre las dos y las cuatro habré repartido unas 400”, afirma uno de los agentes, que critica que las mascarillas no vayan plastificadas individualmente. “Tenerlas en la mano en un sitio cerrado, donde el virus puede estar campando por el aire, no me parece lo suyo”.
Sobre las 18.30 han empezado a aparecer los trabajadores que vuelven de cumplir su jornada laboral. Para muchos ha sido la primera en varias semanas. Aquellos que han estado sin trabajar ahora respiran tranquilos al ver que sus ingresos se empiezan a encauzar. Además, a alguno se le empezaba a eternizar la estancia en casa: “Mejor trabajar que estar aburrido en casa, ¿no?”. Este es el relato de los que siguen trabajando bajo la amenaza del coronavirus.
Eduardo, personal de mantenimiento
“Hoy me ha parado la policía por primera vez en 10 días, pero la empresa me ha dado un papel para poder salir a trabajar sin problemas”. Eduardo espera el tren que el llevará a su casa en Aluche. Trabaja en una empresa de mantenimiento que presta servicio a supermercados como Mercadona y Alcampo.
Este trabajador ha tenido más suerte que otros: en ningún momento ha interrumpido su actividad profesional. “ Si se les caen los servidores [a los supermercados] están jodidos, así que no hemos parado de trabajar en ningún momento. He currado hasta el jueves y el viernes santo”.
Eduardo celebra que el Estado se haya puesto a repartir mascarillas, sin embargo, él lleva una negra distinta a la que dan los policías en las estaciones. No le da tiempo a explicar por qué, llega su tren. Buen viaje.
Nuria, auxiliar de enfermería
Nuria es la única persona de este reportaje que no lleva mascarilla y que no viene a Atocha por los trenes. Lo que la trae aquí es comprar un cargador de móvil. Conversa con este periódico mientras se pelea por recuperar el cambio de la máquina de vending. “Es que si me llaman del hospital o algo tengo que estar disponible”, relata.
Trabaja como auxiliar de enfermería en el hospital Gregorio Marañón, uno de los más castigados por esta pandemia en Madrid. Nuria, que hoy libra, es una de las sanitarias que se acogió al régimen de alojamiento en hoteles para personal sanitario. “Lo hablé con la familia y pensamos que era lo más lógico, por precaución”. Desde hace cuatro días se aloja en el hotel Paseo del Arte, ubicado a escasos metros de la estación.
—¿Por qué no usas mascarilla?
—Pues cuando salgo a la calle no me la suelo poner. Lo que sí suelo llevar son guantes. Pero vamos, que he venido a por el cargador y me vuelvo.
Mustafá, limpiador
Mustafá no se cree la suerte que ha tenido. Su empresa, como muchas otras, se ha visto afectada por un ERTE que a él no le ha tocado por los pelos. “De 50 hemos quedado dos”, afirma.
Este hombre de origen marroquí trabaja como limpiador en el centro comercial La Gavia, en Vallecas. En ese complejo, solo queda abierto el Carrefour, según relata. “Ya solo limpiamos las zonas del personal de seguridad”. Para su suerte, no ha dejado de trabajar en ningún momento del estado de alarma.
Sin embargo, de lo que sí se queja es de que esta mañana ha sido víctima de una aglomeración. Es de los pocos que lo ha sufrido. Su tren, en Alcorcón, ha sufrido un retraso y se ha juntado “mucha gente” para cuando él se ha montado. La vuelta a casa será diferente, por la estampa que presenta su andén.
Marcelino, trabajador de almacén
Marcelino también ha visto congestión en su vagón este lunes. “Nos ha fallado un tren y claro, nos hemos juntado todos en el siguiente”, relata. Este hombre trabaja en un almacén de alimentación y tampoco ha visto interrumpida su actividad por el estado de alarma. “Si nosotros paramos, no hay abastecimiento”.
Este trabajador no pierde oportunidad de expresar su enfado ante un medio de comunicación. Por ejemplo, considera que el reparto de mascarillas “tendrían que haberlo hecho antes, no cuando el pico ya está bajando”.
“Es que no son nada previsores. Fíjate lo que pasó con la gripe A, que nos pusimos a almacenar medicamentos y al final no fue para tanto. Pues esto es lo mismo, pero al revés”.
—Sí, tienes razón, parece que no aprendemos.
—No aprendemos porque nos falta un buen profesor.