La temporada de las piscinas en Madrid ha comenzado por todo lo alto. En plena pandemia del coronavirus, cuando España entera da los primeros pasos para volver a una normalidad turística que se atisba atípica en todos los sentidos, los vecinos de la capital se han lanzado en tropel a disfrutar de un chapuzón.
Un ejemplo es la piscina pública Vicente del Bosque, en el barrio de El Pilar. Tras reservar la entrada por internet y abonar los 2,25 euros que cuesta, en la puerta un bote de gel desinfectante saluda a los visitantes del turno de tarde. Pero lo hace desde lejos, porque nadie exige su uso.
Las autoridades sanitarias de Madrid han decidido que el acceso se haga en dos turnos. Uno por la mañana, de 10 a 14.30 horas, y otro por la tarde de 16.30 a 21. Entre medias se aprovecha para hacer la desinfección necesaria. "A en punto la cola era enorme", relatan testigos presenciales a EL ESPAÑOL.
Un motivo que puede explicar esta masificación es que no todas las piscinas están abiertas, por lo que vecinos de otros barrios tienen que moverse por todo Madrid hasta encontrar un hueco donde refrescarse.
Un cartel indica las obligaciones para hacer estar en la piscina: uso obligatorio de mascarillas, distancia social de dos metros y duchas en los vestuarios cerradas. Sólo se cumple este último punto, ya que nadie lleva la mascarilla puesta (a excepción de los trabajadores) y las toallas apenas las separan 15 centímetros unas de otras.
Tampoco hay ningún responsable que se pasee por las instalaciones recordando a la gente las normas que tienen que cumplir.
Los grupos de personas se entremezclan en el bordillo de la piscina. La fila para la cafetería se hace todos juntitos. Las neveras y los bocadillos también se pueden ver facilmente, cuando comer se suponía una prohibición más.
La capacidad de esta piscina es de 2.500 personas, aunque la reapertura se debía hacer al 50% de la capacidad. "Aquí hay muchas más de 1.250, está como el peor día de agosto", explican los mismos testigos. El comentario más repetido es que el número de vecinos supera con creces lo permitido.
Hay un sitio en concreto donde sí se respetan todas las normas. Al fondo del recinto, detrás de unos arbustos y una puerta metálica, se encuentra la zona nudista. Allí nadie se mezcla con nadie y las colas no se dejan ver, pero porque esa parte está cerrada.