A Calixta, una anciana de 89 años, siempre le gustaron mucho los niños, pero nunca tuvo hijos. Solo sobrinos. Este viernes está de suerte en la residencia de ancianos de la Comunidad de Madrid en la que vive. Durante una actividad del día, siente una afinidad especial con uno de sus compañeros. Se trata del pequeño Oliver, un párvulo risueño.
Oliver es uno de los alumnos de la escuela infantil que opera dentro de la residencia de mayores de Meco. Aunque coinciden a diario, para Calixta es difícil recordarle: padece demencia. La actividad de la mañana consiste en pasarse una pelota blanda con los otros pequeños y ancianos que se han sentado a su lado formando un corro.
Cuando le llega la pelota, Calixta se la cede a su pequeño aliado. Él le sonríe varias veces. Y ella hasta se baja la mascarilla para darle un beso en la cabeza. "Me gustan los niños, siempre me han gustado", reconoce.
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Los otros abuelos del corro -Victoria, Concha, el matrimonio formado por Ignacio y Teresa...- también sufren algún tipo de demencia o alzhéimer. Su mejor momento del día, sin lugar a dudas, son los 30 minutos que pasan con los chicos. "Es bajar a esta actividad intergeneracional y cambiarles totalmente la cara y el ánimo... Es el momento, con diferencia, que más activos y alegres están", comenta Ester Pérez, la directora de la residencia de ancianos ORPEA Meco.
En la residencia están de celebración. Este año se cumplen dos décadas desde que se puso en marcha la escuela infantil que integraron dentro del centro. La idea surgió de forma espontánea. Comenzó como un espacio para que los empleados dejaran a sus hijos durante su jornada de trabajo en la residencia. Pero funcionó bien y lo convirtieron en escuela infantil.
Cualquier padre puede matricular a sus hijos en esta 'guardería'. Cada jornada, los niños pasan entre 20 y 30 minutos con algunos de los ancianos que adolecen esta enfermedad.
Los responsables del centro se enorgullecen del proyecto. Sostienen que es "único" en la Comunidad de Madrid y entre las residencias de ORPEA en España. Esta actividad, explican, mejora la movilidad y la memoria de los residentes. "En su día a día no son muy dados a participar en las actividades, pero en cuanto interactúan con los niños, son mucho más participativos", dice Cristina Pérez, una de las terapeutas.
A mediodía y en el 'sótano'
El gigante francés de las residencias, ORPEA, tiene 23 centros de mayores en la Comunidad de Madrid. A primera vista, el edificio de Meco tiene el aspecto de cualquier otro geriátrico. Está en una zona tranquila del pueblo, tiene tres plantas y aloja a 135 ancianos. A muchos de ellos se les encuentra en el salón nada más entrar por la puerta principal. Pero la 'joya de la corona' de ORPEA Meco, la escuela infantil, está en la planta sótano.
La escuela cuenta con tres aulas a la que asisten a diario una quincena de niños de 1 a 3 años. Los ancianos forman parte del paisaje cotidiano de los párvulos. Las aulas están a pocos pasos de las salas de terapia y fisioterapia y de la enfermería. Cuando salen al patio, los críos pueden verlos tras las cristaleras del edificio.
La actividad conjunta se celebra a media mañana. Los mayores se despiertan antes de las 8 horas. Se les ducha, desayunan y cada uno se dirige a su actividad correspondiente. No todos los ancianos con demencia pueden participar en los juegos con los niños. Es el centro quien lo decide según el estado de deterioro cognitivo y el grado de dependencia de cada uno de ellos.
Juegos, paseos, plastilina...
El emparejamiento del alumno con su "amigo mayor" es otra historia. No se fuerza. Simplemente, los niños van creando vínculos con los ancianos, aunque ellos no reconocen a los pequeños en el transcurso de los días. Las actividades se desarrollan en una sala espaciosa, muy parecida a cualquier otra de una escuela infantil al uso. Hay un detalle que llama la atención: desde el techo, cuelgan las fotos de los críos que interactúan con los mayores.
Los niños que participan en la actividad grupal son los que tienen entre dos y tres años. El viernes toca el paracaídas, que consiste en sostener todos juntos una lona y hacer juegos con ella y una pelota. Otros días hacen manualidades juntos, juegan con plastilina, pasean o se ayudan a ponerse los abrigos. Todo ello bajo la supervisión de una profesora de la escuela y de una o dos terapeutas ocupacionales de la residencia. "Los niños se sienten [con los ancianos] como con un adulto que les protege", describe María Jesús Gutiérrez, la educadora que ha organizado la jornada.
Calixta, de Guadalajara y "muy sociable"
Durante el juego del paracaídas, no todos los ancianos reaccionan igual. Hay algunos que son más activos que otros. Calixta y Oliver, que no forman dupla habitualmente, se sientan juntos y no paran. La anciana es viuda. Ingresó en abril de 2015. Nació en Guadalajara y trabajó como personal de limpieza y como cocinera en Alcalá de Henares.
"Es de las mayores que más disfrutan y se activan con la sesión (...) Siempre ha sido muy sociable y ha tenido buena relación con los compañeros y el personal del centro", destacan desde la residencia de Meco.
—¿Qué tal con los niños? —le pregunta Madrid Total tras la sesión.
—Me gustan... ¡Siempre me han gustado!
—Hemos visto que se te acercaban mucho y jugaban mucho contigo.
—Ves... ¡Claro! —responde orgullosa.
Más autoestima, menos ansiedad
La interacción intergeneracional en esta residencia de Meco busca beneficios mutuos para los mayores con demencia y para los niños. En España no es un fenómeno extendido en los centros de mayores. De hecho, el proyecto de ORPEA Meco es el único que ha tenido impacto mediático. Mariano Sánchez, profesor de la Universidad de Granada, lleva estudiando los programas intergeneracionales desde finales de los 90.
Junto a otros profesionales, formó un equipo interdisciplinar llamado 'Espacios Intergeneracionales'. Este grupo publicó en 2017 un documento que se hace eco de las conclusiones de algunos investigadores sobre la materia.
En el caso de las personas con demencia, estas investigaciones destacan que una interacción adecuada con los niños aumenta el sentimiento de utilidad de los ancianos. También les aporta auto-estima, les disminuye la ansiedad y la agitación y les hace más propensos a participar en actividades. Por el contrario, pueden frustrarse si no completan adecuadamente las tareas previstas dentro de las actividades.
Las actividades con los mayores con demencia, por otro lado, hacen que los niños comprendan mejor la enfermedad degenerativa. Desarrollan, además, habilidades como la paciencia, la sensibilidad, el respeto, la compasión y la empatía, además de sentirse más útiles.
¿Pionera en España?
Desde ORPEA defienden que su escuela infantil de Meco es "única" en España. Al menos, sí que es la más reconocible. En el documento citado anteriormente, el equipo comandado por Mariano Sánchez califica el proyecto de esta residencia como un "espacio intergeneracional de obligada referencia" en España.
Según RTVE y El Periódico, existen otras tres escuelas infantiles y de mayores que practican la intergeneracionalidad con espacios y actividades comunes. Dos están en Galicia y la otra, en Andalucía, aunque todas se pusieron manos a la obra varios años después que ORPEA Meco.