Muchos activistas de Futuro Vegetal no conocen el nombre real de sus compañeros. No es necesario. Lo importante es el compromiso con la causa, la capacidad de hacer ruido y estar dispuesto a jugarse una detención en el proceso. Da igual si todo se hace escudado tras un pseudónimo.
En enero de este año, Futuro Vegetal hizo un llamamiento masivo para participar en "la mayor campaña de desobediencia civil de la historia". Los activistas ya se habían pegado a los marcos de las majas de Goya, ya habían cortado la M-30 en plena operación salida o lanzado pintura contra el restaurante de MasterChef.
Aquella llamada a la "desobediencia civil" anunciaba una serie de acciones en esta misma línea. El último episodio ha sido el corte de la M-40 en Mercamadrid la mañana de este miércoles. Esta protesta se ha saldado con la detención de nueve activistas, según han confirmado a Europa Press fuentes policiales.
Los miembros de Futuro Vegetal portaban una pancarta en la que se podía leer "Disculpen las molestias. Seguimos exigiendo un mundo mejor". Alertados por personal de seguridad de Mercamadrid, varios indicativos de la Unidad de Intervención Policial (UIP) de la Policía Nacional se han desplazado hasta el lugar y han detenido a estas nueve personas como presuntas autoras de delitos de desórdenes públicos y contra la seguridad vial.
Asimismo, una de ellas ha sido arrestada también por atentado contra un agente. Tras 50 minutos el acceso a Mercamadrid ha quedado restablecido.
Grupos pequeños
Futuro Vegetal no tiene un organigrama definido y no existe un (o una) líder visible del movimiento. La organización está ligada al movimiento global Extinction Rebellion. Se podría decir que es su hermana pequeña. En cuanto a su funcionamiento, Futuro Vegetal es similar al del colectivo feminista Femen.
Los grupos que organizan las acciones funcionan como comandos autónomos que no tienen que responder ante instancias superiores, según ha podido saber este periódico a través de conversaciones con activistas. Son estos comandos los que organizan de forma independiente una protesta. Se trata de grupos poco numerosos, en torno a una decena de personas que define el plan de acción y lo lleva a cabo por su cuenta.
Los miembros se comunican por la app de mensajería Signal, que tiene un cifrado de mensajes para asegurarse mayor seguridad. Asimismo, muchos activistas ocultan su nombre real ante sus compañeros. En estos grupos de Signal, los activistas intercambian documentos y "formaciones": charlas, talleres, instrucciones ante una detención, etc.
Asimismo, la organización también celebra talleres presenciales en los que se forma a los aspirantes en la manera de protestar, lo que los activistas llaman "acción directa no violenta", un método que comparte también Extinction Rebellion.
Cuando Futuro Vegetal anunció esta campaña de desobediencia civil, invitó a todo el que quisiera a apuntarse. La organización difundió un formulario encriptado en el que el aspirante debía rellenar una serie de cuestiones.
La organización preguntaba a los aspirantes si estaban dispuestos a ser detenidos o a afrontar multas, si querían mantenerse en la retaguardia y ayudar con la logística, o si necesitaban ayuda económica para desplazarse hasta Madrid, donde se desarrollan el grueso de las acciones. De esta manera, Futuro Vegetal capta nuevos adeptos a la causa.
La mayoría de los activistas son jóvenes veganos o vegetarianos. De hecho, la lucha contra la industria cárnica —y su demostrada falta de sostenibilidad medioambiental— es una de las razones de ser de esta organización. A través de sus acciones, Futuro Vegetal pretende impulsar un modelo agroecológico que ayude a mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero del sector alimentario.
Cada vez más acciones
Así pues, esta campaña de desobediencia ha recrudecido las acciones de la organización, que cada vez son más frecuentes y sonoras. El pasado 13 de abril los activistas cubrieron de pintura las puertas del Ministerio de Justicia. Futuro Vegetal roció con tintes rojo y negro —sus colores corporativos— la fachada del edificio usando extintores y "pintura biodegradable", según la organización.
Otra acción similar tuvo lugar el pasado lunes, cuando los activistas rociaron con los mismos colores una sucursal de CaixaBank. "No podemos permitir que se sigan financiando industrias que comprometen la seguridad alimentaria de la población", proclamó una de las manifestantes al finalizar la acción, según recoge El Salto Diario. "Las grandes corporaciones, los bancos y los gobiernos están colaborando activamente en un genocidio inminente".
Aunque seguramente la acción más sonada de esta campaña tuvo lugar el pasado 30 de marzo, cuando varios activistas tiñeron de rojo las puertas del Congreso de los Diputados el mismo día que se juzgaba a 15 científicos por hacer lo mismo un año atrás.
Esa acción se saldó con nueve detenidos, según comunicó la propia organización. "¡Actuamos frente a la criminalización del movimiento climático y científico! ¡Volvemos a bañar de sangre el Congreso!", clamó la organización en sus redes sociales.
Esta campaña de "desobediencia civil" durará, como poco, hasta la semana del 24 de abril, según anunciaba la propia organización en el formulario para apuntarse.