Del MoMA a escombros: la fiebre del ladrillo y la negligencia que acabaron con la histórica Pagoda
Una maqueta de esta joya arquitectónica de Madrid fue expuesta en el museo neoyorquino. Su derribo levantó en armas al gremio de arquitectos.
2 septiembre, 2023 03:10La burbuja inmobiliaria en España no solo trajo una recesión económica, un aumento del desempleo o una mayor dificultad para acceder a una vivienda propia. También acabó con edificios únicos de un gran valor arquitectónico debido a la voraz fiebre inmobiliaria de aquellos años previos a la catástrofe uno de ellos fueron los Laboratorios JORBA de Madrid, más conocidos como La Pagoda.
Construida en 1965 por el arquitecto Miguel Fisac, La Pagoda fue un proyecto encargado por JORBA que estaba formado por dos naves rectangulares, que albergaban los almacenes, los laboratorios y una torre de oficinas.
Este último elemento fue lo que realmente hizo destacar a la construcción por su forma emblemática e inusual, que recordaba a las tradicionales pagodas asiáticas de las que obtuvo su nombre.
JORBA buscaba aprovechar el terreno elevado de la parcela, que se ubicaba al lado de la A-2, en el número 30 de la calle de Josefa Valcárcel, construyendo un edificio que sirviese como reclamo publicitario también. Necesitaban algo que destacase a la vista de los conductores que saliesen de la capital y Fisac, arquitecto con gran dominio del hormigón y sus posibilidades, propuso su idea.
La Pagoda se caracterizaba por su singular forma, fruto de la rotación de cada una de sus plantas cuadradas, que encajan 45 grados respecto a la anterior. Para lograrlo, Fisac incorporó unos hiperboloides reglados (las figuras triangulares y curvadas entre las plantas) de hormigón que permitían unir visualmente cada una de las plantas. Esto es lo que le daba la su singular silueta oriental entre los edificios de la capital.
El hormigón, tan característico en la arquitectura de Fisac, no solo fue importante en la construcción de la torre; también para la edificación de los almacenes y la nave de producción de los laboratorios de JORBA, donde el arquitecto utilizó otro de sus elementos más reconocidos, las "vigas de hueso".
Estas piezas de sección triangular hechas de hormigón eran huecas, de ahí su nombre, y permitían aligerar el peso de la cubierta. Además, también resolvían la impermeabilización de la estructura y conseguían una entrada de luz cenital sólida.
Después de su finalización, La Pagoda fue asimilada por los madrileños como uno de sus edificios emblemáticos debido a su singularidad. La influencia del edificio de Fisac fue tan grande, que en 1979 fue la única obra española seleccionada por el MOMA, en Nueva York, para su exposición de la arquitectura de los años 60-80.
Pero nada de esto evitó su demolición en julio de 1999. Después de solo 32 años en funcionamiento, su derribo hizo que este emblemático edificio cayera en el olvido, y los paseantes que caminan por la calle de Josefa Valcárcel, no saben que un día, allí, se erigía una gran obra de la arquitectura moderna española.
"Terrorismo cultural"
La destrucción a golpe de excavadora de la obra más emblemática de Fisac fue catalogada de "terrorismo cultural" por los medios del momento. Generó un gran debate social y la negativa de la mayor parte del gremio de arquitectos, que veían una perdida monumental para la arquitectura moderna española.
Miguel Lasso, gerente de la Fundación Arquitectura COAM, recuerda que, en el momento, hubo muchas protestas por parte del gremio: "Recuerdo que desde el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) se intentó que no se llevase a cabo la demolición, pero era muy complicado a nivel burocrático".
La caída en desgracia de la obra de Fisac tiene dos versiones, la más común, que atribuye la demolición a la fiebre del ladrillo y la necesidad de rentabilidad; y otra, basada en una conspiración y difundida en parte por el propio Fisac en la que él afirma que su salida del Opus Dei se castigó con una conjura contra su edificio.
La versión oficial
La teoría más plausible se basa en la combinación de dos factores, la especulación inmobiliaria de esos años y la negligencia administrativa.
En 1997, el Ayuntamiento de Madrid elaboró un listado de edificios protegidos para el nuevo Plan de Urbanismo de ese mismo año. La Pagoda no estaba incluida y, dos años después, el Grupo Lar (los nuevos propietarios) tomaron la decisión de derruirlo. Los dueños esgrimían que, con la edificación del momento, la parcela estaba desaprovechada. Además, en un momento de gran especulación del ladrillo, como era 1999, maximizar el beneficio de la parcela era algo de importancia capital.
Por todo ello, derribaron La Pagoda y construyeron un edificio más grande y menos espectacular que permitía aprovechar mejor las posibilidades económicas que ofrecía el solar. Ante este escenario, de poco sirvieron las protestas de jóvenes arquitectos frente a las excavadoras, pues el edificio de los laboratorios JORBA quedó reducido a escombros y pasó a ser patrimonio perdido de Madrid.
La "otra versión"
Por otro lado, existe una opinión de lo que pudo ocurrir basada en la conspiración para justificar la demolición de La Pagoda, principalmente potenciada por el propio Fisac y por una burocracia poco esclarecida.
El arquitecto sostenía que la demolición de su magnus opus fue una represalia del Opus Dei, organización religiosa a la que perteneció durante 20 años, por abandonarla. Durante sus años de pertenencia conoció personalmente a su fundador, Josemaría Escrivá de Balaguer, con quien cruzó a pie los Pirineos durante la guerra civil española.
Fisac defendía que la institución había usado sus contactos e influencias para castigarle por su salida, algo que argumentaba basándose en diferentes eventos burocráticos.
El primero de ellos fue la exclusión de La Pagoda del catálogo de edificios protegidos que se elaboró para el Plan de Urbanismo de 1997 de Madrid: "Las razones argumentadas fueron que no estaba adaptado a la normativa y exigía una inversión de remodelación importante. No obstante, su estructura en sí era funcional, pese a que no resultaba rentable para los nuevos propietarios", explica Lasso.
Amparo Berrinches, presidenta de la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio, asegura que el Plan de Urbanismo del 1997 "tenía una gran laguna en cuanto a arquitectura contemporánea, y ahí entraba La Pagoda".
El segundo fue el misterio que rodea a la votación para aprobar la licencia de derribo de La Pagoda que fue solicitada por el Grupo Lar poco después de la adquisición de la parcela. Por un lado, el por aquel entonces gerente municipal de Urbanismo, Luis Armada, afirmaba que el resultado de la votación había sido unánime. Por el otro, esta información fue desmentida por cuatro de los siete vocales que participaron.
Además, existe una incompatibilidad entre las fechas de la reunión de la comisión, las que figuran en las actas y las de la aprobación de la licencia junto a su concesión, según informó El País.
El fenómeno 'mártir'
La historia de La Pagoda caló en la sociedad y en los ayuntamientos de España. Su demolición despertó la conciencia colectiva de conservar no solo edificios históricos, sino también modernos, una tendencia que comenzó a entrar en las administraciones, algo que hoy se mantiene.
Poco a poco, comenzaron a surgir planes de conservación de edificios modernos y la conciencia de conservación de este patrimonio dejó de recaer exclusivamente en los arquitectos. Todo con tal de que no vuelva ocurrir otra 'Pagoda'.