La marca de moda Urban Outfitters aterrizó en Madrid hace unas semanas. La multinacional estadounidense ha abierto una tienda en el número 43 de la Gran Vía. Ahí, sus clientes encontrarán el repertorio de ropa vintage que caracteriza a la cadena, sus mochilas y adornos para el hogar. Pero el local también es un reclamo para los amantes de la arquitectura.
"Unos entran a Urban Outfitters para comprar y otros... a ver esta obra de Gutiérrez Soto construida en 1943". El comentario es de Madrid Proyecta, una cuenta de la red social 'X' (antes Twitter) dedicada a la arquitectura y al urbanismo. La firma de Pensilvania, efectivamente, se ha asentado en un inmueble histórico de la capital, que albergó en el pasado el Hotel Rex y los históricos cines del mismo nombre.
El edificio tiene planta en U y destaca por su fachada curva y los frentes de ladrillo visto. Aunque si uno quiere apreciar el legado de Luis Gutiérrez Soto también puede plantarse delante del Cine Callao, de las antiguas Galerías Preciados (hoy FNAC) o del mítico teatro Barceló.
"Tiene una obra muy extensa; no sólo en Madrid, sino en toda España. Vivió casi hasta el final de su vida trabajando, siempre de una forma individualizada, con algún ayudante y muy pocos discípulos", cuenta Miguel Lasso de la Vega, gerente de la Fundación Arquitectura del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.
Si por algo llama la atención la trayectoria de Gutiérrez Soto es por la variedad de sus obras y de su clientela. "Fue muy prolífico a la hora de proyectar y construir edificios. Supo adaptarse bien a los cambios. En ese sentido, era muy singular". El arquitecto madrileño firmó viviendas para la burguesía, pero también para clases más populares, además levantó oficinas, centros comerciales, cafés, iglesias e incluso el aeropuerto de Barajas.
Su cabeza está detrás de uno de los edificios más emblemáticos de Moncloa, el del actual Cuartel General del Ejército del Aire. Fue su gran obra durante el primer franquismo. Porque Gutiérrez Soto, que "rompió con el espacio tradicional", se hizo al nuevo régimen para recuperar las formas de esplendor del pasado. Algo que no gustó a todos. "Se adaptó a los gustos de las clientelas. Se le criticó. Al final, es capaz de resistir al cambio de tiempo", detalla el experto.
La biografía elaborada por el Instituto de Estudios Madrileños -en la que se basa gran parte de este artículo- recuerda así esta etapa del arquitecto contemporáneo español "más versátil en su producción": "Para muchos, Gutiérrez Soto fue capaz de mantener sus propuestas de los años treinta, revestidas ahora con elementos formales, emblemáticos del pasado imperial de España, convirtiéndose así en quien mejor supo reflejar en la arquitectura ese anhelo de asimilación de los vencedores. De este modo, su estilo siguió siendo el propio, si bien ahora se funden la tradición herreriana y mudéjar con el racionalismo moderno".
El "pichichi" del barrio de Salamanca
Nacido en el Barrio de Salamanca e hijo de un ingeniero de caminos, Luis se formó con los agustinos en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Décadas después, el complejo escurialense le inspiró para proyectar el Ministerio del Aire de Moncloa. De joven, también sobresalió como un buen jugador de fútbol. Tanto, que se ganó el apodo de "Pichichi" hasta el final de su vida.
Un artículo de 1986 que recoge la hemeroteca del diario ABC recuerda que llegó a ser "futbolista en activo en los equipos del Athletic de Bilbao y en el Real Madrid después, a cuyo primer equipo oficial perteneció". El Confidencial matiza en otro reportaje que Gutiérrez Soto jugaba en el equipo reserva del Madrid Football Club y que llegó a debutar en el primer equipo y compartir vestuario con Santiago Bernabéu.
Gutiérrez Soto no siempre lo tuvo fácil. Consiguió ingresar en la Escuela de Arquitectura de Madrid a pesar de sus problemas para superar las convocatorias de dibujo de ornato. La Primera Guerra Mundial cambió sus planes: su padre se arruinó y al joven Luis no le quedó más remedio que ponerse a trabajar para sufragarse los estudios. En esta etapa decoró tiendas, pintó calendarios y abanicos. Estas experiencias le convirtieron -según el Instituto de Estudios Madrileños- en el "trabajador infatigable que siempre fue".
Como cabía esperar, Gutiérrez Soto fue un alumno excepcional. Era, además, una persona crítica e independiente. Sus primeros pasos en la profesión los dio en los años 20 de la mano de uno de sus profesores, Modesto López Otero. Fueron los tiempos del Art Decó. Con esta influencia llegaron obras como el cine Callao o el Barceló, una de las grandes construcciones de la arquitectura contemporánea patria.
Bando nacional, "padre de las terrazas"...
Pese a que Gutiérrez Soto se refugió en la Embajada de México tras el estallido de la Guerra Civil en 1936, no tardó en pasarse al bando sublevado. Se incorporó al Ejército del Aire, pero no dejó de lado sus diseños y construyó aeropuertos militares. Una vez terminada la Guerra, mezcló su estilo racionalista moderno con la tradición herreriana que demandaba el bando vencedor.
Un congreso internacional celebrado en Lima le hizo tomar conciencia de que la arquitectura historicista española se había quedado anclada. Decidió entonces dar pie a su producción neorracionalista. Este giro se tradujo, por ejemplo, en las Oficinas del Alto Estado Mayor. "En los años 50 volvió a cambiar cuando vuelve a surgir una recuperación del modernismo de preguerra", añade Lasso de la Vega, que también bautiza a Gutiérrez Soto como el "padre de las terrazas" madrileñas.
¿Qué puntos tenía en común la excelsa obra de Soto? La resolución de las plantas de sus edificios y el empleo de materiales novedosos. Incluso en su etapa historicista hizo construcciones con interiores "totalmente modernos", dice Lasso. Sus obras y la de sus seguidores se notaron en los barrios de Salamanca y Chamberí o en los Paseos de la Castellana y del Pintor Rosales.
El gerente de la fundación de arquitectos sostiene que el histórico proyectista debió de ser una persona con personalidad "fuerte" y con dotes para las relaciones públicas. "Se movió mucho en la sociedad del momento, era asiduo a Lhardy, al bar Chicote que hace él y a los clubs. Se casó mayorcísimo y tuvo tres hijos", detalla.
Rebasados los 60 años, Gutiérrez Soto firmó una de sus obras más significativas: el Edificio de La Unión y el Fénix Español de 1965 en el Paseo de la Castellana. El 1 de febrero de 1977 falleció dejando a sus espaldas 400 obras. "Es uno de los responsables de la transformación de Madrid, sobre todo, en el segundo tercio del siglo XX, entre los años 30 y 60", señala Lasso de la Vega. "Fue muy imitado, sin haber sido un profesor de la universidad".