Dicen quienes conocieron a Amelia Gutiérrez Ayuso que era una mujer soberbia, que no encajaba bien las críticas y que, pese a ser la pequeña de sus hermanos, manejaba el cotarro con puño de hierro. Por eso, hizo oídos sordos a las numerosas voces que le dijeron que estaba siendo víctima de una estafa.
La rocambolesca historia de esta estafa del amor ha salido a la luz por el triple crimen de Morata de Tajuña. El pasado jueves, los cuerpos sin vida de Amelia, Ángeles y Pepe fueron hallados sin vida en su casa del municipio madrileño.
Los cadáveres estaban apilados, ensangrentados y parcialmente quemandos. La principal hipótesis que manejan los investigadores es que se trate de un asesinato por un ajuste de cuentas, fruto de las numerosas deudas contraídas por los hermanos.
Amelia tenía 68 años y era la menor de los hermanos Gutiérrez Ayuso. Los tres nacieron en Torre de Juan Abad (Ciudad Real) y habían vivido casi toda su vida en Madrid, concretamente, en el distrito de Ciudad Lineal, donde su padre trabajó como portero.
Hace varias décadas, los hermanos se mudaron al número 4 de la travesía del Calvario, en Morata de Tajuña. Durante años fue su segunda residencia hasta que se establecieron definitivamente en el municipio. "Estaban empadronados aquí", confirmó, Fernando Villalaín, alcalde de la localidad, el pasado jueves tras el descubrimiento de los cuerpos.
Las hermanas eran activas en la vida del pueblo. Amelia, en su profunda devoción católica, cantó durante mucho tiempo en el coro de la iglesia. "Luego lo dejó", apunta Enrique. "A veces hacía cosas de restauración de cuadros y cosas así. Nos dijo que había trabajado en una tienda de antigüedades y cosas de esas, pero yo eso no lo he conocido porque todo eso fue antes de que se vinieran a vivir aquí".
"No era mala persona, pero tenía una forma de ser un poco soberbia. Tenía que tener la razón en todo. Ella sabía de todo. Cualquier tema que tocabas, ella ya lo sabía. Si le decías que ibas a un sitio, ella ya había estado. ¿Sabes? Como que todo lo había hecho".
El mensaje de Pedro Sánchez
La vida de los tres hermanos cambió radicalmente hace "siete u ocho años" por un mensaje de Facebook. El remitente se hacía llamar Edward, decía ser militar estadounidense destinado en Afganistan y que se había enamorado locamente de Amelia.
Al poco tiempo, Edward aseguró que un compañero se había enamorado de Ángeles, la mayor de las dos hermanas. Así pues, ambas hermanas creyeron estar viviendo el idilio de un amor a distancia con dos militares estadounidenses. Un milagro caído del cielo, que diría C Tangana.
En un momento dado, les hicieron creer que el novio de Ángeles había muerto dejando detrás de sí una herencia de siete millones de euros que querían hacerle llegar a las hermanas a España.
Los estafadores las convencieron de que para hacerles llegar ese dinero debían pagar una serie de servicios, traslados y viajes. Así, poco a poco, llegaron a estafarles "entre 300.000 y 400.000 euros".
La situación llegó a tal nivel de surrealismo que Amelia creyó que le había escrito el presidente del Gobierno. "Un día llega y me enseña que le había escrito Pedro Sánchez. ¡Es que venga ya!", cuenta Enrique, quien pudo leer ese mensaje "lleno de faltas de ortografía".
El falso Pedro Sánchez les aseguraba que iba a tratar este tema con Joe Biden, presidente de Estados Unidos, en su próxima visita a España. Cabe pensar que se refería a la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid el año pasado.
El presidente les dijo a las hermanas que se iba a reunir con Biden para ver la posibilidad de que estos militares pudieran venir a España y, finalmente, poder estar juntos.
De nada sirvieron las advertencias de sus amigos, ni que las tropas estadounidenses abandonaran Afganistán en el verano de 2021. Amelia seguía creyéndose la historia punto por punto. "Se lo tragaba todo".
"Había gente que les decía: 'Eso es una estafa y además, ¿para qué queréis siete millones de euros si vosotras ya vivís muy bien?'. Y ellas decían: 'Ya pero con siete millones vivimos mejor'", narra Enrique. "Ellas no eran tan tontas, lo que pasa es que les pudo la ambición".
Mientras tanto, Amelia no solo enviaba su pensión y sus ahorros a los estafadores, también enviaba las de Amelia y Pepe, que sufría una discapacidad indtelectual. "Los otros dos, pobrecillos, no le decían nada. Ángeles, cuando se veía así un poco nerviosa le decía: 'Diles que por lo menos me den el dinero que les he mandado, que no quiero que me manden lo suyo, pero que me devuelvan lo que les he dado'. Esas cosas".
Amelia era "la que llevaba la voz cantante de los tres", hasta el punto de tener a sus hermanos totalmente disminuidos. "Ni Pepe ni Ángeles le llevaban nunca la contraria a Amelia. Estaban por debajo de ella". Por eso, "Ángeles tenía siempre la cara de pena".
El empecinamiento de Amelia en cobrar esos siete millones que no existían hizo que los hermanos dilapidaron la generosa herencia que les habían dejado sus padres. Hasta vendieron el piso de Ciudad Lineal para seguir enviándole dinero a los estafadores. En ocho años, pasaron de comer en restaurantes, salir de compras y viajar a "vivir con lo mínimo".
Llegó la ruina, y llegaron también las deudas. Por eso la hipótesis más probable es que los hermanos murieran asesinados por un ajuste de cuentas. Ahora la Guardia Civil se afana en resolver este crimen y sigue la pista del principal sospechoso: un hombre de origen pakistaní que fue inquilino de los hermanos y al que, supuestamente, terminaron debiendo 60.000 euros.