"Cuando salga quiero una vida como todo el mundo", exclama Roberto (nombre ficticio pero historia real). Se trata de uno de los 126 jóvenes recluidos en el Centro de Menores Teresa de Calcuta de Brea del Tajo en Madrid.
Este forma parte de los seis que hay en total en la comunidad -Altamira, El Laurel, El Lavadero, El Madroño y Renasco-. Teresa de Calcuta es el más grande con hasta 142 plazas disponibles, de las que están ocupadas 126. En concreto, 120 chicos y seis chicas.
Con edades entre los 17 y los 19 años -debido a que si cumplen los 18 años durante el tiempo estipulado, pueden elegir entre quedarse o trasladarse a un centro penitenciario-, cada uno tiene una historia de vida por la que ha acabado en ese lugar. Robo con violencia o agresiones sexuales son algunos de los casos que se encuentran en el centro.
"Cuando entra un chico se le asigna un equipo técnico formado por un educador, un trabajador social y un psicólogo. Se le hace un estudio a cada uno desde su campo y de ahí se elabora un programa individualizado. Se establecen unas actividades, unos objetivos y se trabaja con ellos", explica Jose Antonio Morales, director de esta institución, mientras enseña sus instalaciones a Madrid Total.
Se trata del Programa Intervención, el básico al que se suman el resto de programas de actuación específicos para cada uno de los perfiles. "Dependiendo del delito y de la problemática del menor, se le aplica un programa u otro. Pero siempre individualizado", afirma Pilar López, gerente de la Agencia para la Reeducación y Reinserción del Menor (ARRMI) en la Comunidad de Madrid. Algunos de los que menciona son el Terapéutico de Salud Mental o el de Trastorno de Conducta por Drogodependencia.
La reinserción laboral: horario y rutina
Todos los menores instalados en el centro participan en algún taller prelaboral, ya sea reglado o no. Solo unos pocos cuentan con un régimen semiabierto que les permite salir durante el día a trabajar o estudiar fuera.
"Creemos que estos talleres son fundamentales tanto para su formación y futura reinserción social y laboral como para mantenerles concentrados y ocupados durante el cumplimiento de su medida", aseguran desde ARRMI. López explica que la educación en valores es esencial. "La disciplina, el respeto y la tolerancia". Algo que va de la mano con la formación. "Para que terminen sus estudios básicos y para que puedan en el futuro encontrar un puesto de trabajo y llevar a cabo su proyecto de vida".
Por eso, el horario está programado al minuto, tal y como cuenta Morales. Se levantan a las ocho y llevan a cabo su aseo personal. Se incorporan a desayunar en grupo en el que cada uno tiene asignada una responsabilidad: servir el desayuno, recoger, limpiar la mesa, barrer... A las nueve empiezan las actividades formativas hasta las dos que comen. Luego tienen media hora de ocio individual para ver la televisión, escribir, estudiar...
A las cuatro de la tarde se incorporan al grupo y en función de la programación del educador pueden tener tiempo de ocio, alguna actividad deportiva o asistir a la intervención del psicólogo o del trabajador social, si así lo requieren. Sobre las ocho cenan y a las nueve se van a dormir. Una rutina que se extrapola a cualquiera de los centros de la comunidad. Tanto es así, que el menú de comidas diario es el mismo en todos.
Talleres: automoción, repostería o diseño gráfico
La asignación de los talleres varía en función del estudio a nivel escolar que se hace durante los 15 primeros días de internamiento. "Nos reunimos todos los profesionales en la Comisión de Orientación, decidimos en función de sus competencias. Se tiene en cuenta sus preferencias, porque si se le asigna un taller en el que no va a estar motivado, el fracaso va a ser total", argumenta el director del centro, que explica que es común que al principio se nieguen a estudiar.
"Llegan enfadadísimos y diciendo que se quieren ir, pero al final normalmente acaban entendiendo que es una oportunidad para ellos", comenta Pilar López. "Poco a poco se va consiguiendo. Al final, aquí también saben que las actividades son obligatorias y que si no trabajan en sus objetivos, no van a tener beneficios como modificaciones de medida, salida de permiso o progresión de fase educativa", añade Morales.
Peluquería, electricidad, fontanería... En Teresa de Calcuta hay 18 talleres de los 60 que hay en la Comunidad en total. Unos cinco jóvenes por actividad. Automoción, diseño gráfico, jardinería, carpintería, artesanía o repostería, son algunos a los que Madrid Total ha podido acceder durante unas horas.
En este último está Roberto que lleva interno en el centro desde hace un año y seis meses. El chico cuenta, en conversación con este periódico, que a pesar de hacerse difícil la adaptación al principio, "al final te hacen ver como son las cosas". "Mi psicóloga me ha ayudado mucho. Sobre todo porque yo antes era muy impulsivo. No me daba cuenta de las cosas que hacía y ahora me veo diferente", dice. "En el futuro me veo con un trabajo y lejos de esta vida"
Lo mismo opina Emilio (nombre falso) que acaba de sacar del horno unos muffins de chocolate que dejan en el aire el aroma característico de la bollería recién hecha. "Aquí hago pastas de té, magdalenas... Me gusta mucho la repostería", comenta con emoción. Él lleva dos años en el centro y este es el último. Define su evolución como positiva. "Cuando llegué estaba muy abajo y me han ayudado mucho a gestionar mejor las cosas. Los talleres ayudan a despejar la mente y estar centrado. He aprendido muchísimo y me veo muy cambiado".
A pesar de los más de cien jóvenes en el lugar, por los pasillos y los jardines solo se oye el ruido de los rastrillos de los chicos pertenecientes al taller de jardinería. Y es que el mantenimiento también corre por su cuenta. "Así se les inculcan unos hábitos de trabajo. Todos llevan sus guantes, sus botas de seguridad y la uniformidad que puede llevar un jardinero fuera. Para que cuando vayan a un puesto de trabajo tengan ya esa costumbre", comenta Morales.
El director se presenta a uno de los chicos que están trabajando cerca del invernadero. "Es el panadero", exclama. Este, en particular, está contratado por la panadería del pueblo. Se levanta a las cinco de la mañana para hacer el pan en las instalaciones del centro y a las nueve se incorpora a su actividad entre arbustos, hojas y ramas. "Pero para ser panadero hay que madrugar mucho, por eso prefiero la jardinería.", dice entre risas. Añade que solo le falta terminar las prácticas para titular "este año".
Desde la dirección de ARRMI explican que para que puedan pasar la formación tienen también que practicar la atención al cliente. Por eso, tienen un dinero ficticio con el que los trabajadores del centro pueden comprar los pedidos que les hacen a cada uno de los talleres.
Automoción es el más demandado junto con peluquería. En él, varios jóvenes están concentrados dentro del capó de los coches en seguir las indicaciones que les da el profesor. "¿La junta de balancines, dónde está en este motor?", les pregunta.
"Les cuesta aterrizar", comenta la educadora que está con ellos. Lleva 18 años en el centro. Más que el propio director, según cuenta él mismo. "Les cuesta saber dónde están y acostumbrarse a seguir la dinámica, pero es cuestión de tiempo", afirma la mujer. "Es muy importante que sientan que aquí tienen un apoyo".
Y es que, tal como menciona el director, "la vinculación es fundamental". Al entrar el taller de diseño gráfico saluda a uno de los chicos que está produciendo música en el ordenador. "Otro perfil de chico", según comenta, ya que si no le hablas, "le sienta mal".
Otro de los menores de la sala está diseñando "la hamburguesa de Bob Esponja". "Hago lo que puedo, pero quiero aprender más. Me gusta mucho esto. Yo estudiaba informática en la calle y me quiero dedicar a esto sí o sí fuera".
Los talleres mencionados anteriormente pertenecen a los llamados de formación reglada. Es formación básica sustituyente de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). "Son dos años", explica la educadora. "Ahora están en la última parte. Formación en centros de trabajo se denomina. Hay muchos chicos que están haciendo prácticas en empresas fuera. Y aquellos chicos que no pueden hacerlas fuera porque su situación judicial no lo permite, las hacen aquí".
La formación no reglada está dirigida por maestros de taller. Tiene como objetivo dotar a los menores de la capacidad para trabajar en un ámbito determinado. Carpintería, encuadernación o cerámica son algunos de ellos.
Pablo (nombre falso igualmente) lleva en este último taller dos meses del año y medio que lleva en el centro. "Hacemos cucharas, pendientes, anillos, relojes, ceniceros, tazas, colgantes...", relata mientras deja a un lado el bol que está haciendo de Minnie, el conocido personaje de Disney. "Esto es un pedido", explica. Organismos como el Ayuntamiento de Estremera, por ejemplo, les hacen encargos habitualmente. Su compañero no levanta la cabeza. Está concentrado en pintar una pieza para su hermano pequeño.
Pablo ha pasado por otros como esparto y restauración antes que éste. Además, ha estudiado repostería. Pero lo ve como un entretenimiento. "No tengo claro que quiero hacer cuando salga de aquí. Pero cuántos más haga, más sé".
En carpintería, dos chicos están trabajando en el escudo del equipo de fútbol Atlético de Madrid. Hay balancines de madera para niños con forma de caballito, cajas o placas. "La coordinadora de talleres a veces nos da ideas y otras veces se nos ocurren a nosotros", dice Manuel (que guarda su identidad real), otro menor interno en el centro que lleva tres meses en el taller y enseña sus creaciones con entusiasmo.
"Hemos innovado un poquito y hemos hecho este monumento. Nos falta pegarlo y pintarlo. Eso ya lo hacen en otro taller", dice el chico mostrando una placa con dos cubos rotando en ella. "Yo nunca he sido una persona que se haya interesado por este tipo de cosas antes. Pero desde que llevo aquí, le he cogido afición, la verdad. Me ha gustado", reflexiona Manuel.
López: "9 de cada 10 no vuelven a delinquir"
"Cuanto más mayores son, más claro tienen que no quieren continuar con este tipo de vida", explica la educadora antes citada. "Tienen muchas ofertas, el que quiere hacerlo bien tiene muchas posibilidades".
El director del centro coincide en lo mismo. "A estos chavales las empresas se los rifan porque tienen muy buenos hábitos. Luego necesitan otro soporte fuera para que mantengan los trabajos. Pero muchos de ellos se quedan. Ahora tenemos dos en una empresa de electricidad", explica.
La gerente de ARRMI añade que "9 de cada 10 no vuelven a delinquir". Inciden en el trabajo con la familia que definen como clave, ya que muchas veces está "ausente". "Una vez que salen vuelven a su entorno con libertad vigilada. Pero poco a poco los vamos soltando y es necesario que la familia también esté preparada para supervisarles y que lo que han aprendido aquí no se pierda", argumenta.
Ambos coinciden en que el esfuerzo merece la pena cuando llega la satisfacción de ver que lo han logrado. "Algunas veces los chicos incluso nos llaman para darnos las gracias", explica Pilar López. Narra como uno de ellos se presentó en el centro unas semanas antes para enseñar el coche que se había comprado con su nuevo trabajo.
Morales también recuerda con ilusión como otro joven ahora es jefe de mantenimiento de un instituto de la ciudad. "Se fue a hacer las prácticas de electricidad allí y se quedó". Las vueltas de la vida hicieron que posteriormente fuera el tutor de uno de los menores internos. "Le decía 'yo estuve donde estás tú y mira ahora'. Imagínate la motivación de que tu referente sea otro que estuvo en el centro y ahora es tu jefe".
Y es que, como comenta uno de los presentes en el centro, "se dice que en la cárcel se les da lo que se merecen y aquí lo que necesitan". En este sentido, también tienen un programa denominado 'Mucho más que fútbol' en el que fomentan el ejercicio de dicho deporte llevando a estrellas del mismo y famosos para narrarles sus vivencias. Los actores Maxi Iglesias o Andrea Duro han sido algunos de ellos.
En dicho evento también hacen encuentros entre chicos de su misma edad de otros equipos de fútbol de diferentes municipios de Madrid. Un programa en el que pueden aprender tanto unos como otros, "por ejemplo, que se puede vivir sin tabaco y teléfono móvil". Y es que a una hora de Madrid, en un lugar donde no llega la cobertura, hay jóvenes aprendiendo a cambiar de vida.