Hay un municipio en Madrid muy rico en el prestigioso "oro blanco", una forma de llamar al yeso, que es altamente sostenible y etermanete reciclable. Se trata de Valdemoro, con una historia en base a este material tan conocido y utilizado para la construcción.
Una trayectoria que se remonta al siglo XVI, "cuando aparecen las primeras noticias sobre la extracción de la piedra y su transformación en los documentos del Archivo Municipal", tal como cuenta María Jesús López Portero, la archivera municipal de Valdemoro, en el documento que elaboró llamado Los yeseros de Valdemoro en 2007.
"Ha sido un motor económico durante muchísimo tiempo", afirma la todavía archivera del Ayuntamiento del municipio en declaraciones a Madrid Total. "Hasta aproximadamente los años 70 que dejó de haber rastro de los yacimientos, salvo algunos elementos de arqueología industrial de algunas fábricas de las que ya quedan las ruinas".
Según cuenta en su informe, en la primera mitad del siglo XX, sobre todo a partir de la Guerra Civil, surgieron nuevas fábricas que proporcionaron un amplio mercado laboral. "Los destrozos en los edificios provocados por el conflicto bélico requirieron abundantes materiales de construcción y, como consecuencia de ello, las canteras y yeserías del municipio conocieron un periodo de máximo esplendor".
Es en 1941 cuando se crea la yesería La Nacional, el máximo exponente de la tradición yesera valdemoreña. Una tradición que se debe a las convenientes características del subsuelo para este menester: plagado de depósitos de carbonato de cal y sílice, con abundancia de sulfato calizo cristalizado, muy propicio para la fabricación de yeso y escayola.
Dicha yesería fue transmitida más tarde a una multinacional alemana que la reconvirtió en Yesoval y la siguió explotando hasta 1975. En esa fecha fue adquirida por una promotora que convirtió la zona en un barrio de viviendas.
En 1970, tanto esta como el resto de las factorías empezaron a cerrar sus instalaciones para trasladarse casi todas ellas al vecino pueblo de San Martín de la Vega, donde acudieron la mayoría de trabajadores para poder seguir ganándose el jornal. La archivera del municipio le da como explicación "el cambio de los modelos de producción".
"No es porque se acabara el material, sino por los medios de extracción y producción que se quedaron obsoletos. Las familias decidieron no invertir en modernizarse. Los terrenos cambiaron de modelo: donde había una fábrica, crearon bloques de pisos que resultaban más rentables y menos trabajosos". La falta de relevo generacional y el cambio en este modelo de negocio convirtieron la localidad en una ciudad de servicios, sin fábricas apenas.
De hecho, López Portero asegura que de las generaciones de yeseros "ya no queda nadie". Y es que en su trabajo de investigación, las personas entrevistadas tenían entre 65 y 88 años, lo que significa que actualmente los más jóvenes superarían los 80 años.
A La Nacional la sobrevivieron algunas un tiempo. Fue la última la de la calle Bretón de los Herreros, la Yesería de Tito, cerrando a principios de los 80. "Una especie extinguida, pero que todavía impregna el paisaje en cada una de las piedras calizas que jalonan algunos parajes de Valdemoro", se puede leer en el capítulo del libro Edificios que son historia.
A día de hoy, buena parte de la superficie ocupada por las canteras en la antigüedad ha sido sustituida por uno de los polígonos industriales más extensos de Valdemoro: el Valmor. En él de esta época solo quedan los nombres de las calles en honor a esta tradición: las Avenidas de los Yeseros y de las Canteras.
La fábrica de Pladur
Se podría decir que la única sucesora de la tradición del yeso en Valdemoro es la fábrica de Pladur que se instala en la localidad, inaugurada en el 1991 y ampliada en el 2004. Se trata de la fábrica de este material más grande de Europa y una de las cinco que presenta la empresa en total.
"La media normal suele andar por los 25 o 30 millones de metros cuadrados anuales de capacidad. Y esta es de 60 millones de metros cuadrados en una sola línea", explica a este periódico Enrique Ramírez, director general de la empresa.
Fue este quien acuñó el término "oro blanco" en la inauguración de la fábrica de Zaragoza en 2019. "Estaba Javier Lambán, el presidente del Gobierno de Aragón de aquel entonces, preocupado porque tenían que cerrar la central térmica de Andorra, en la provincia de Teruel, que daba mucho empleo. Entonces argumenté que para sustituir ese 'oro negro' (el carbón) estaba nuestro 'oro blanco' (el yeso)", cuenta.
Esta denominación se debe a que es "eternamente reciclable" dentro de la construcción. "En este mundo donde está tan en auge la búsqueda por la sostenibilidad y la eficiencia energética, el yeso tiene un papel fundamental", cuenta Ramírez.
Y es que, como aseguran desde la compañía, no solo no contamina, sino que es transpirante y tiene la capacidad de absorber los compuestos orgánicos volátiles del ambiente. Estas son sustancias nocivas como las que pueden tener las pinturas, por ejemplo. "Ayuda a regular la humedad en interiores, previniendo complicaciones como la condensación y el moho, que pueden causar problemas respiratorios. Por eso, hace que las viviendas sean más saludables".
Pladur fue la empresa precursora en España en utilizarlo para fabricar placas de yeso, hace más de 40 años. Por eso, comúnmente se las conoce como 'pladur', usando el nombre de la marca comercial.
"Es la forma de construcción que más se utiliza en todo el mundo occidental", afirma el director general. Ha sustituido a las maneras tradicionales, como el ladrillo y el cemento, por su industrialización. Esto mejora dos aspectos fundamentales: la rapidez y la calidad. Esta "ya no depende del operario, sino que es siempre la misma".
Esta fábrica, en concreto, está en funcionamiento las 24 horas. Tan solo se interrumpe dos o tres semanas en las épocas de verano y Navidad para llevar a cabo el mantenimiento de las instalaciones. Su punto diferencial se encuentra en la digitalización y automatización. Algo que les permite ser "una de las más eficientes de toda Europa".
En ella hacen todo el sistema completo necesario. Es decir, además de las placas de yeso, también hacen las masillas para unir dichas láminas y la estructura de acero de la tabiquería donde se colocarán.
"Adicionalmente, por ejemplo, hacemos techos a los que incorporamos aluminio para zonas de montaña, donde se requiere barrera de vapor, o acústicos perforados para auditorios, hoteles, centros de convenciones o restaurantes. Y luego, por supuesto, tenemos una fábrica donde hacemos también el yeso tradicional, con el que se hace el revoco de las paredes", relata Ramírez.
Según dice, entre el 40 y el 50% de los edificios que se hacen a día de hoy en Madrid son con placas de yeso. Y no solo bloques de viviendas que se pueden ver en cualquier sitio de la ciudad. Muchas otras construcciones emblemáticas de la capital están realizadas en buena medida con este material.
"Muchos hospitales, como el Hospital Universitario del Tajo en Aranjuez o la ampliación del Hospital 12 de Octubre", cita como ejemplos. En el caso de estos centros destacan la importancia de este material en su construcción por sus propiedades menos contaminantes.
También, edificaciones tan conocidas como las Cuatro Torres de la zona financiera de Plaza Castilla, la Biblioteca Nacional, los museos Reina Sofía, Thyssen y el Prado... Todas ellas se han hecho a base de estas láminas.