El Metro de Madrid fue pionero a la hora de incorporar a la mujer al mundo laboral, siendo una de las grandes empresas en dar este paso tan importante en la historia. Lo hizo el mismo día de su inauguración, el 17 de octubre de 1919, unos tiempos en los que la dirección del suburbano anunció su incorporación a través de un comunicado oficial en el que se solicitaba a los ciudadanos que tratasen con su "proverbial cortesía al personal femenino de la empresa".

De esta manera, las mujeres encargadas de llevar las taquillas pasaron a convertirse en la cara pública del Metro de Madrid, y poco a poco los madrileños se acostumbraron a verlas en sus cubículos, despachando los billetes al otro lado del cristal. Sin embargo, las mujeres debían cumplir con una serie de requisitos para poder trabajar en la empresa de transporte.

Para comenzar, solo se contrataba a mujeres solteras, y si alguna de ellas se casaba una vez que había accedido a su puesto de trabajo en el Metro, estaba obligada a dejar el trabajo. Por aquel entonces se consideraba que una mujer casada debía atender al cuidado de su familia y de su hogar, lo que era incompatible con el trabajo fuera de casa. Asimismo, al entender que en la noche era más peligrosa para ellas, solo se les permitía trabajar hasta las 22:00 horas, por lo que los turnos nocturnos eran realizados por hombres.

A pesar de estas restricciones, poco a poco las mujeres fueron luchando por disfrutar de más derechos, lo que acabó haciendo que sus condiciones laborales mejorasen. En el año 1930, una de las taquilleras inició una reclamación tras ser despedida por casarse, y aunque no logró su readmisión, sí que consiguió una indemnización.

A partir de ese momento, a pesar de que se mantenía la obligatoriedad de una excedencia forzosa en caso de matrimonio, comenzaron a recibir 250 pesetas como indemnización en el caso de que hubiesen trabajado en el Metro entre uno y cinco años, o 500 pesetas si su antigüedad en la empresa superaba los cinco años.

La evolución de las trabajadoras en el Metro de Madrid

Con el paso del tiempo, las normas se fueron relajando y se empezó a permitir que las mujeres se casasen, siempre y cuando no ocupasen puestos de cara al público, pero la prohibición se mantuvo para las taquilleras. Hay que recalcar que Metro de Madrid no fue la única empresa que tenía esta norma, sino que Telefónica, otra empresa pionera en la incorporación de las mujeres al mundo laboral, tenía la misma política.

En 1984, 60 trabajadoras de Telefónica, cansadas de la situación, pidieron amparo al Tribunal Constitucional por discriminación de sexo frente a sus compañeros varones, considerando que se estaba violando el artículo 14 de la Constitución, donde se establece que "todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".

Su protesta surtió efecto, pues el Tribunal Constitucional les dio la razón, llegando así al fin de los despidos por contraer matrimonio. Su logro se extendió a las trabajadoras del Metro de Madrid, lo que obligó a la empresa a dar marcha atrás y reincorporar a unas 30 mujeres casadas que habían sido obligadas a abandonar su puesto de trabajo.

Mujeres pioneras en el Metro de Madrid

Durante muchos años, las mujeres que formaban parte de la plantilla del Metro de Madrid, solo podían acceder a puestos en oficinas o en taquillas, hasta que, en el año 1983, Estrella Aranda, se presentó a las oposiciones a jefe de tren y a conductor de Metro. Logró aprobar las pruebas y pasó a convertirse en la primera mujer conductora de Metro.

Entre los requisitos para poder acceder a estas oposiciones se encontraban el medir más de 1,60 metros de altura, no tener problemas en la vista y haber cumplido el servicio militar. Este último requisito hacía que fuese prácticamente imposible para una mujer, pues la mili estaba dirigida a hombres. Sin embargo, la parte social de la empresa recurrió con respecto a este último punto, amparándose en el ya mencionado artículo 14 de la Constitución Española, permitiendo así que Estrella pudiese presentarse a estas oposiciones junto a otras mujeres. En su caso, aprobó y fue la única en entrar en la plantilla de Metro como jefa de tren conductora.

Estrella no fue la única pionera en la empresa de transporte, pues Yolanda Molino González fue la primera mujer operadora del despacho de cargas, donde se controla el estado de la red eléctrica; María Eugenia Jiménez de León fue la primera gerente de sostenibilidad; Rosa María Santiago Arribas, que dio sus primeros pasos como revisora, acabó convirtiéndose en jefe de sector; y Susana Sánchez Fernández, fue en su momento la primera oficial de mantenimiento de trenes. 

De esta manera, y a lo largo de más de un siglo de historia de Metro, las mujeres han logrado ir eliminando las barreras que se encontraban en su camino y que impedían que existiese igualdad. Gracias a muchas de ellas y los avances de la sociedad han hecho que actualmente el Metro sea más igualitario y favorable para el crecimiento personal y profesional de sus empleadas.