Situado en uno de los enclaves más transitados de Málaga, el antiguo convento de San Agustín lleva veinticinco años cerrado a cal y canto. A medio camino de la Catedral y el Museo Picasso, los dos monumentos más visitados de la ciudad, la fachada neoclásica permanece imperturbable en la calle que lleva el mismo nombre que el antiguo convento.
En el Consejo de Ministros de este martes, José Manuel Rodríguez Uribes, titular de Cultura, ha anunciado una partida de cerca de dieciséis millones de euros para adaptar el edificio como futura biblioteca del Estado. Para llegar a esta aportación del Gobierno, el edificio ha pasado por las manos de distintas administraciones desde que en 1835, con la desamortización de Mendizábal, dejara de ser propiedad de la Orden de San Agustín.
La apuesta del Gobierno pasa por firmar el contrato de las obras que durarán casi cuatro años. El presupuesto liberado por Cultura alcanza los 15.969.637 euros y estarán dedicados a una primera fase de consolidación de la estructura de un conjunto de edificios de diferentes épocas. El convento actualmente se encuentra en un avanzado estado de abandono y la intervención pretende que se convierta en un instrumento de propoción de cultura.
Una de las partes de mayor valor histórico es el claustro del antiguo cenobio, que data del siglo XVII. A su lado, aunque ya exenta del conjunto, se alza la iglesia, que sí sigue abierta al culto y es regida por los agustinos. El resto son ampliaciones o dependencia con menor valor histórico o artístico.
Usos del convento
La futura biblioteca de Málaga será el enésimo uso que este edificio habrá tenido. En sus cuatro siglos de historia y después de haber sido hogar de la Orden de San Agustín en Málaga, tras la desamortización de Mendizábal, fue enajenado y pasó a ser propiedad del Estado, que lo cedió casi inmediatamente al Ayuntamiento de Málaga. Durante algunos años, hizo las veces de casa consistorial.
Volvió a tener un uso religioso, y fue la sede de un seminario diocesano durante apenas tres años. Al poco volvió a ser gestionado por el Ayuntamiento, que en esta ocasión -en el último tercio del XIX- le dio uso judicial.
Ya en el siglo XX, la Orden de San Agustín vuelve a asumir la propiedad del edificio y en 1918 fundan el colegio de San Agustín. En la quema de conventos que tuvo lugar en Málaga en 1931 la escuela fue pasto de las llamas. No fue hasta el fin de la Guerra Civil en 1939 que los agustinos retoman su actividad.
El boom urbanístico y desarrollista de Málaga hace que en los años 70 el colegio se traslade a su actual sede de El Atabal, entonces a las afueras. La Diputación Provincial se hace con la propiedad del edificio y le otorga el uso más recordado en la historia reciente de la ciudad: durante 20 años fue cedido a la Universidad de Málaga, que establece la Facultad de Filosofía y Letras.
En 1995 se cierra la puerta a su uso continuado y comienza su tiempo de olvido. En ese ínterin pasa a ser propiedad de la Junta de Andalucía que hace dieciséis años, en 2004, lo permuta con el Gobierno de España por la propiedad de otro edificio en Sevilla.
En este siglo ha sido prácticamente un testigo mudo del despertar del Centro Histórico de Málaga. Su fachada es admirada a diario por los turistas que pasean entre el Museo Picasso y la Catedral. Ahora, el Ministerio de Cultura parece que ha despertado del olvido a esta ruina para convertirla en la nueva joya de la corona. Un proyecto en un lugar emblemático que tras veinticinco años parece desbloquearse.