¿Qué tienen en común una abogada, un historiador, una empleada de un supermercado y una óptica optometrista? En este caso, que, además de ser amigos, residentes y nacidos en Estepona, han decidido levantar sus traseros del sofá y pasar el domingo repartiendo botellas de agua y bocadillos a los profesionales que desde la noche del miércoles combaten el fuego en Sierra Bermeja.
"Todos hemos nacido aquí y llevábamos varios días contemplando la devastación del incendio, terrible, una tragedia para todos; mientras veíamos que el INFOCA y los medios humanos están aquí dándolo todo", dice casi con culpabilidad José María Guerrero, que es historiador.
Y ante este panorama, sólo necesitaron un ligero empujón para ponerse en marcha. "Estábamos sentados en nuestras casas con ese pesar y sin poder ayudar casi en nada", reconoce. Hasta que un amigo de todos ellos, que forma parte de Protección Civil en Estepona, les pidió que diesen un paso al frente.
"Nos dijo que necesitaban una mano, una ayuda para atender a toda la gente que había en el puesto de control para el avituallamiento y esta misma mañana nos hemos acercado", explica.
Lo suyo es enfriar el agua, estar siempre dispuesto a preparar un bocadillo o un café. "De lo que se trata es de que cuando llegan de esa labor heroica que están haciendo, tengan una mano amiga", destaca.
En las horas que ha estado con el resto del grupo realizando este trabajo desinteresado, José María pone en valor el "compañerismo" de todos los cuerpos y entes que participan en la extinción. "Hay mucha humanidad; hacen suya la tragedia y el drama de los municipios afectados", apostilla.
En una línea parecida se pronuncia Carmen Fernández, abogada. “Nos hemos preguntado qué podíamos hacer al ver que la situación estaba cada vez peor y como irnos al fuego no podemos, hemos preguntado a un amigo de Protección Civil para qué servíamos”.
Para Carmen, estar detrás de la barra repartiendo comida y agua "es una manera de apaciguar la frustración acumulada de no poder hacer nada y ver que tu sierra se está quemando".
Laura Galán, óptica optometrista, se emociona al hablar de lo que más le ha llamado la atención de toda la jornada. "Me ha impactado ver a un bombero bajar, con el mono amarillo, y todo manchado de negro; era como en las películas, con la fatiga reflejada en la cara; lo estoy contando y se me ponen los pelos de punta".
Sus manos, junto a las de Carmen y José María, han tratado de hacer algo más llevadero este cuarto día del incendio. Pero no son las únicas. Son muchos los voluntarios que en estos días de drama han aportado su particular granito de arena. No en la batalla contra las llamas, pero sí dando respiro a los héroes que luchan contra el infierno.