El espacio más sostenible del mundo mundial. Con un lema similar (algo más trabajado lingüísticamente) se presentó este miércoles en Málaga una propuesta que es más bien un catálogo de propuestas, con el medio ambiente y la tan manida sostenibilidad como ejes.
Caería en un error el lector de este artículo, si relacionase el calificativo de manida con algo innecesario o carente de valor. Y es que no. No será este humilde juntaletras el que ponga en duda la necesidad de articular políticas eficaces para enmendar, aunque sólo sea un poco, el roto que los humanos hemos hecho a nuestro ecosistema en las últimas décadas. No será el que les escribe, quien vaya en contra de cualquiera que sea acción en pro de lo que nos rodea, si bien nuestros dirigentes deberían echar mano a la hemeroteca, para revisar cuántas veces emplearon los términos sostenibilidad o sostenible, cuando en realidad había más palabras que hechos.
Una eléctrica de cuyo nombre no quiero acordarme -ahora reviso la factura- y un conglomerado de empresas de ámbito tecnológico, que siempre fue PTA y que ahora nos invitan a llamar Málaga Tech Park, se alinean para dar forma a un proyecto de los que gusta saber. Endesa (¡me acordé!) y la tecnópolis quieren ser faro (aunque no está la cosa para encender siquiera una vela) que ilumine el camino de la capital de la Costa del Sol hacia la verdadera sostenibilidad y economía circular.
En tiempos en que la Tierra no deja de mandarnos mensajes, probablemente cansada de que no hayamos escuchado los muchos que nos envió tiempo atrás (y a los que no respondimos), bueno resulta que una provincia que es tendencia en muchas cosas quiera serlo también en otras, tan o más importantes. Ha llegado el momento de pensar más en verde y menos en rojo teja y por ello, iniciativas como ésta eCity, que aboga por triplicar zonas verdes, por reducir a la mitad los residuos generados y por lograr un parque de vehículos donde ‘gasolina’ sea sólo un nombre de canción, haciendo olvidar el resto de combustibles a cambio de la electricidad, merecen atención, cariño… y una fuerte inversión.
Y, paradojas del destino, no parece complicado encontrar un ejemplo de actuaciones pendientes en torno a la tecnópolis malagueña, vinculadas al mismo tiempo con ese concepto de sostenibilidad. Una cifra aproximada de 640 empresas en su mapa; más de 20.000 empleos girando en torno al parque… y una carretera para acceder a este núcleo ubicado en Campanillas. Tanta tecnología, tanto músculo laboral, tanto bueno por aportar, ahogados todos ellos en un espacio carente de comunicaciones eficientes, que obliga a miles de ciudadanos a coger su coche a diario, para poder acceder a su puesto de trabajo en ese entorno al que dan nombre prestigiosos investigadores.
Marie Curie, Graham Bell o Severo Ochoa levantarían la cabeza del susto si les contásemos que, en pleno siglo XXI, somos capaces de idear un ecosistema abierto, descarbonizado (apunten palabro) y autosuficiente energéticamente… al que no podemos llegar sin quemar unos cuantos litros de gasolina por el camino, porque hay unas administraciones públicas incapaces de dar solución a un problema de movilidad que va más allá de la anécdota. Ni Metro, ni Cercanías, ni patinete. Al PTA (ese término que el malagueño tardará en quitar de su cabeza) se llega en coche, porque la sostenibilidad que nos prometen para 2027 se queda de puertas adentro.