Definición de buen tiempo:

sol y cielo despejado.

Pareciera que no es bueno

que el chubasco riegue el campo.



Si te gusta un aguacate

para luego en Instagram

ponerlo al lado al tomate

en la rebaná de pan



o un mango hecho cuadraditos

a la Virgen de la Cueva

rézale a cada ratito

y pídele a Dios que llueva



porque las cuentas no salen:

cada vez más regadío,

el sol cayendo a raudales

y los veneros vacíos.



Como quizá no lo sabes,

las restricciones se acaban.

Eso de entrar en los bares

y salir de madrugada,



sin llevar la mascarilla

y juntándote con gente,

que antes no se podía

ahora ya también se puede.



Resulta que lo prohibieron,

no hicimos caso ninguno.

No hicimos en nivel uno.

¿Qué esperáis del nivel cero?



Málaga, como materia,

ya lo dijo Lavoisier,

no se destruye ni crea,

se transforma por doquier



con un sembrado de torres

con cienes de apartamentos,

promociones de renombre

de a unos cinco mil el metro,



y la pica haciendo estrago

en calle Carretería.

Vieja, ciega y mal hablá,

lo cantó David Santiago,

la están vistiendo de niña

de churrete y dental



más con su cara lavá.

Que no le cambien el nombre:

la tribuna es de los pobres

y no me quiero olvidar.



Y mil doscientas viviendas

donde estaba “el amoniaco”.

Y la Flex se descabeza

como pidiendo descanso



al ritmo que no se para

de esta mi “súper ciudad”.

También habría que pensar,

por si alguien lo valorara,



en las cosas que están mal:

una acera “percodía”

con su terraza ilegal

y el ruido a toda pastilla;



el estado de ruina

de edificios en los barrios

que rodean calle Larios

y encuentras tras cada esquina;



el tráfico insoportable,

las bicis por las aceras,

autobuses mejorables,

moneazos, tragaderas,



las solterías de fiesta,

inservibles ordenanzas

y un elenco de noventa

carguitos de confianza.