El 1 de noviembre es un día para el recuerdo. Tras una noche en la que las calles estaban repletas de zombies, vampiros y calabazas, el día amanence y los cementerios reciben a cientos de malagueños que acuden a homenajear a sus seres queridos llenando de vida los camposantos. Sin embargo, no se han visto las largas caravanas de vehículos a la entrada como en otras ocasiones.
Natasha es ucraniana. En su mano lleva un pequeño ramo de flores blancas. No son para su madre, ni para un hermano, ni para un amigo. Natasha estuvo limpiando la casa de Enrique durante 18 años hasta que él enfermó de Covid-19 y falleció en febrero de 2021. La trató como una hija y, para ella, fue un padre.
"Yo no tengo familia. Ni padres, ni hermanos. Enrique y su familia han sido mis allegados desde que los conocí. Siempre que he necesitado algo, me lo han dado. Por ello, aprovecho siempre que puedo para tener un detalle con él, como él los tenía conmigo cuando vivía. Yo era una hija más", dice.
En el cementerio también se encuentra Pepi. Es gitana y ha llegado al camposanto en el autobús de la línea 23. "Una hora me he tirado esperando para coger el autobús en la Alameda y llegar hasta aquí", lamenta. Pese a ello, el esfuerzo ha merecido la pena. Viene con toda su familia para honrar a su padre, que falleció con 90 años, y su hermano, que murió en un accidente de tráfico con solo dieciocho.
"Para los gitanos este día es muy importante, único. Nunca faltamos a la cita. Aunque ya no estén entre nosotros, para los gitanos es sagrado ir a ponerles flores y a adecentar sus lápidas. Ellos nos lo agradecen desde el cielo", cuenta.
Eso mismo hace la familia Santiago. Mari, una de ellas, asegura que en los veintiún años que llevan faltando sus familiares, todos los 1 de noviembre no han querido faltar a la cita. "Ni faltaremos", subraya. El mármol de las tres lápidas pertenecientes a la familia queda oculto por decenas de centros florales que compran para la ocasión.
"Nosotros, además de hacer este gran desembolso económico, venimos al cementerio a acompañarlos. A estar con ellos. Ayer, día 31, también vinimos unos cuantos a estar juntos. Ahora que tenemos muchos niños pequeños, nos tenemos que ir turnando, pero antes nos quedábamos todo el santo día", explica.
Niños, otros de los protagonistas de la jornada. Entre lápidas y pisos de nichos corretean de un lado para otro y las familias tratan de explicarle la importancia de recordar a los que ya no están, aunque a veces quizás no lo entiendan del todo.
Frente a una hilera de nichos, Maribel y Laura. Son madre e hija. En los brazos de Laura, la pequeña Ana, a la que están mostrando donde está su bisabuela, que se llama como ella. "No venimos solo hoy. Nos gusta venir regularmente porque nos acordamos de ellos durante todo el año. Hoy, por circunstancias, nos hemos traído a la niña y aquí estamos con ella", dice la abuela.
Pese a todo, el ambiente es festivo. Muchos recuerdan anécdotas con los que no están. Otros le llevan botellas de vinos o aquel dulce que tanto les gustaba. Otros tienen este gesto en forma de flor con coronas personalizadas. Loli y su familia pasan el día junto a su tío y su primo.
"Le hemos puesto una guitarra porque mi tío la tocaba", dice con emoción. Así, Manuel termina de arreglar cerca la tumba de sus abuelos y de su tía. "Es un día muy triste para nosotros al venir aquí, pero a la vez bonito al vivirlo en familia para venerarlos", comenta.