Una mujer acude a urgencias de pediatría de un centro hospitalario de Málaga con su hija, refiriendo algunos síntomas, aparentemente graves por la descripción, que presenta la menor. Los médicos la examinan y no observan nada extraño en el comportamiento de la pequeña. No era verdad el cuadro que la madre había descrito. Es lo que se conoce como síndrome de Münchausen por poderes.
Esta enfermedad, que se engloba dentro de la práctica de abusos infantiles, ha entrado por la puerta del Hospital Comarcal de Antequera. Una madre hizo saltar las alarmas de los pediatras cuando alegó que su pequeña "sufría convulsiones y le dolía la barriga". La observación médica no encontró ningún síntoma de los que refería la madre, por lo que las sospechas se incrementaron a medida que el examen médico arrojaba cada vez más luz sobre el diagnóstico final.
No obstante, cuando suceden estos casos, aunque no son muy frecuentes, al menor se le ingresa para valorar los posibles síntomas que describen los familiares: "Nadie conoce mejor a un hijo que su madre, tienes que creer lo que dice y valorar", afirman fuentes sanitarias del centro médico. La correspondiente entrada de su hijo en el hospital tranquiliza a la madre. "Por fin le han hecho caso", piensan. "Eso es lo que persiguen", subrayan desde el centro.
Además, el diagnóstico no es sencillo. Sin embargo, uno de los indicios que caracteriza a esta enfermedad es la "actitud de restarle importancia" a síntomas que para otras familias serían "muy alarmantes", exponen. La belle indiference - tecnicismo con el que se describe esta pasividad en el argot de la medicina- pone de manifiesto que se puede estar ante un síndrome de Münchausen.
"Hasta que se pueda demostrar lo contrario tienes que confiar en que el niño sufre los síntomas que describe su madre", aseveran desde el área de pediatría. Pero cuando los resultados no muestran compatibilidad con las posibles enfermedades descritas por la familia, la certeza de que se trata de una enfermedad inventada por la madre aumenta. En esta línea, el diagnóstico final "no es fácil de transmitir porque ellos ya saben que su hijo no tiene nada".
Además, de acuerdo con los especialistas, otro hecho que caracteriza a este síndrome son las "múltiples visitas previas" que realiza la madre a la consulta para que los médicos presten atención al menor. Estas revisiones suelen asociarse a síntomas digestivos o neurológicos, "en los que no se ha encontardo nada orgánico".
Perfil de los padres
Los pediatras alertan de que esta patología psíquica es mucho más frecuente en madres -en torno al 95 por ciento de los casos-. Además, en la mayoría de veces suele responder a un perfil de madre primeriza. En algunas ocasiones, es la propia figura materna quien le provoca enfermedades al menor, tales como "intoxicación por fármacos o infección por heces", entre otras. Sin embargo, afortunadamente, estos casos son "los más extremos y los más raros a los que se enfrentan los profesionales.
En este sentido, el patrón común que existe entre las personas que sufren esta enfermedad reside en que han sufrido una infancia "desafortunada". Han sido víctimas de abusos o no han gozado de estabilidad económica, lo que ha derivado en autolesiones y consumo de drogas, acompañados de trastornos ficticios.
Finalmente, esta patología resulta ser un caso "particular". Es diagnosticada por profesionales de la pediatría, pero es "una enfermedad psiquiátrica y de adulto". Por ello presenta un diagnóstico tan complejo: no hay pruebas que confirmen o desmientan nada de lo que esas familias aseguran. Y cuando se hace, se necesita un abordaje complicado para tratarla.