"La sonrisa más bonita del mundo", como la definía su madre, viajaba en un Seat Toledo gris por la carretera A-357 de Pizarra (Málaga). Iba camino de su casa después de pasar un rato con amigos la noche de Halloween. De frente, una furgoneta blanca circulaba por el carril contiguo. Instantes después, ambos vehículos acabarían impactando y la sonrisa de Adrián se iba a borrar para siempre.
El día nueve de agosto este joven cumplió 22 años, de los que los últimos cuatro los ha pasado a caballo entre Pizarra y Álora, donde estaba empadronado. Nacido en Rumanía, recaló en Málaga y se hizo cargo de la situación familiar a una edad muy temprana: convivía con sus dos hermanos menores, David, de 11 años; y Rebeca, de 9. Su familia carece de grandes recursos y Ana, su madre, había decidido emigrar recientemente a Alemania para encontrar una estabilidad económica y mandarles dinero.
Entre otros motivos, explica Ana que trabajaba lejos de sus hijos "para poder darles un futuro". En el caso del mayor, Adrián "necesitaba una operación de mandíbula y le faltaban todavía 3.000 euros", relata su madre a este periódico. Se ha desvivido por otorgarles una vida digna.
Mientras tanto, Adrián se buscaba las maneras para llevar dinero a casa y permitir a sus hermanos vivir con las necesidades más básicas. Desde hacía cuatro años, prestaba mano de obra en una plantación de aloe vera en Cártama, realizando tareas agrícolas. Allí le esperaba Rosa, la mujer que a la que le "ha robado el corazón para siempre".
"A su madre le decía mami y a mí me llamaba mamá", relata Rosa, orgullosa. Le ha criado como uno más de su familia; de hecho, el cumpleaños de un hijo biológico de esta mujer es un día antes que el de Adrián "y siempre lo celebrábamos juntos". Incluso, Rosa ha sido una fiel confidente: "A mí no me podía mentir, rápidamente le sacaba la verdad".
Entre los secretos mejor guardados de Adrián se esconde su pasión por los tatuajes. "Era un gran dibujante y su piel la tenía marcada en tinta", señala Rosa. Un día, recuerda, el joven tardó "más de la cuenta en llegar a trabajar" y se extrañó. Cuando llegó, la media sonrisa que esbozaba Adrián ya delataba que algo le tenía que confesar: "se tatuó mi nombre en el hombro izquierdo y el de su madre en el brazo derecho".
Igualmente, Adri, como le solían llamar, siempre ha mostrado interés por el área sanitaria. Uno de sus objetivos era conseguir dinero para poder permitirse estudiar una carrera, "que iba a ser enfermería", subraya Rosa. A pesar de que la medicina le fascinaba, aludía que "había que estudiar mucho y era muy largo", pero "él se veía trabajando en un hospital y ayudando a la gente".
Pizarra, con la familia
El pueblo de Pizarra, donde residía Adrián con sus dos hermanos, quedó impactado al conocer la noticia del fallecimiento de este joven. Rápidamente, desde el Ayuntamiento de la localidad se pusieron "manos a la obra" para conocer la situación de la familia y prestar la ayuda que fuera necesaria.
Asimismo, cuando supieron de la delicada posición económica que existía en el seno familiar de los Dobre, no lo dudaron y decidieron sufragar todos los gastos del funeral de Adrián: "Con las partidas de emergencia que disponemos en el Ayuntamiento, optamos por ayudar a esta familia", aboga el alcalde del pueblo, Félix Lozano. Igualmente, el regidor también destaca la participación de la Casa Consistorial de Álora para paliar gastos.
"Es un hombre muy bueno y muy solidario", subrayan desde la familia del fallecido para poner en valor el gesto del primer edil. Se muestran muy agradecidos por las innumerables muestras de cariño y "por el apoyo emocional y económico que le han prestado".
En esta línea, los propios ciudadanos de Pizarra han decidido regalar prendas de ropa y lotes de comida a esta familia para cuidar y cobijar a los hermanos de Adrián: "Me llaman a todas horas para preguntarme por la talla de los niños y poder donarles vestimenta", expone una vecina. Sin duda, el recuerdo de Adrián permanecerá para siempre en las calles de Pizarra y entre plantas de aloe vera de una finca de Cártama.