Carla Antonelli, primera diputada trans: "Nuestro colectivo ha sufrido un virus tremendo, el negacionismo"
La activista, una de las caras visibles de la lucha trans, visita Málaga este viernes para participar en el ciclo 'Transformadoras' de La Térmica.
19 noviembre, 2021 06:56Noticias relacionadas
A Carla Antonelli (Güímar, Tenerife, 1959) le preguntaron hace 40 años en la revista Lib si se sentía mujer. Su respuesta fue aplastante: "No me siento, soy". La activista canaria por los derechos LGTBIQ+ ha abierto muchas puertas desde entonces: ha sido la única diputada trans en la historia de la política española y la primera en tener un papel fijo en una serie de televisión (El síndrome de Ulises).
La diputada socialista en la Asamblea de Madrid hasta este año ha luchado toda su vida por el colectivo. "Cada vez que se plantean los derechos de las personas trans se levanta el muro de la incomprensión. Hace 15 años una ley comprometida como era aquella no salía y tuve que anunciar una huelga de hambre contra mi propio gobierno. La ley se firmó", recuerda en una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga.
La actriz, que estudió Arte Dramático en Santa Cruz de Tenerife, apareció en una serie de Antena 3 interpretando a una mujer trans y dueña de un bar. Antonelli no volvió a la política hasta 2011 cuando fue nombrado diputada socialista con Tomás Gómez en la Comunidad de Madrid. Atrás quedaban aquellos años complicados donde salía de casa con la ley de peligrosidad social y rehabilitación en vigor.
La activista vivió coletazos de la dictadura franquista y el postfranquismo de lleno, además de la persecución policial. Cuando mira atrás, le da vértigo pensar en aquella época porque piensa en la brutalidad policial, las palizas en comisaría y el recibir a hostias la democracia. "Ya estaréis contentos maricones. Ya tenéis democracia", le dijeron en 1977.
"Luchas porque te dicen que nada eres, nada vales y a nada tiene derecho. Y no te conformas con lo que está predestinada tu vida: la prostitución y el espectáculo. "En esta vida no hay nada más auténtico que ser una misma", parafraseando a Antonia San Juan en Todo sobre mi madre. Siempre de frente", sostiene antes de participar este viernes en el ciclo Transformadoras de La Térmica, en Málaga, junto a Elizabeth Duval, Ethan Alcaraz y Valeria Vegas.
¿Qué tal estos casi dos años de pandemia?
En estos dos años ha habido muchos tipos de pandemia. El coronavirus nos ha obligado a repensar un poquito lo minúsculos que ante algo mucho más minúsculo. Por si fuera poco, el colectivo trans hemos sufrido otro virus tremendo: el del negacionismo, el del señalamiento y el del estigma. Como si fuera poco los que ya teníamos en nuestra mochila cargando. Desgraciadamente hasta el punto de convertirnos en este país en una cuestión de estado. Esto me lo dicen con 17 años, hace cuatro décadas, y hubiera alucinado. Lo tenía claro desde el minuto uno: estábamos en el lado correcto de la historia. La razón nos asistía y venció la luz.
La Ley Trans permite cambiar el nombre y de sexo en el DNI, a través de un procedimiento en el registro civil, sin necesidad de informes médicos. ¿Ha supuesto esta ley un antes y un después en la vida de mucha gente?
Claro. Supuso un antes y un después hace 14 años con la ley de 2007 desde la no necesidad de una cirugía genital. Nuestro país fue un referente en todo el mundo porque hasta ese momento era obligatorio pasar por la mesa de operaciones para poder cambiar la documentación, con requisitos patológicos como un diagnóstico de disforia de género y dos años de tratamiento. Sobrepasamos el barranco de la obligatoriedad de una cirugía genital. La OMS ha dicho que no es ningún trastorno mental. No tiene ni pies ni cabeza que se nos exija un diagnóstico de una disforia de género que no existe. ¿Cómo vas a pedir algo que no existe? Las personas trans ya sabíamos que no teníamos ningún trastorno mental. De la misma manera que lo sabían los homosexuales antes de 1990 cuando dejaron de ser trastornados mentales. Nos estamos acompasando a los tiempos. La autodeterminación no es otra cosa que la emancipación. De eso sabemos mucho desde el feminismo y desde la lucha colectiva de las mujeres. Hemos gritado desde hace muchas décadas que queremos liberarnos de las tutelas, las vigilancias y los paternalismos. Lo que no puede ser es que las personas trans estamos condicionadas a que un psiquiatra diga que estamos bien, a que certifique que somos quienes somos y que un juez venga a rubricarlo.
Tras su aprobación parece que no ha habido una avalancha de violaciones en baños de mujeres; ni los tíos se han cambiado de sexo para violar.
La ley no ha entrado todavía en vigor, pero esto que estás diciendo no va a suceder. En Argentina, que lleva desde 2012 con una ley de estas características, copió la nuestra de 2007 y la reformó. Incluyó la despatologización y la autodeterminación. No pasó nada. Es angustiante que haya podido cuajar semejante sandez de que los hombres se iban a cambiar de sexo para entrar a los baños de mujeres y poder violarlas. Las cuestiones absurdas han cuajado. Ayuso ganó unas elecciones en la Comunidad de Madrid con el lema 'comunismo o libertad'. Es alucinante. Algunos llegan a creerse que cosas tan simplonas pueden suceder. Desde los años 70, las personas trans hemos entrando a los baños que nos corresponden a nuestra propia identidad de género sin necesidad de un carné. Esos argumentos obedecen a mentes calenturientas y pajas mentales.
A mí lo que me parece tremendo es que esos argumentos lo defiendan personas que se les cree cierta intelectualidad.
Esa intelectualidad ha brillado muchas veces por su ausencia. Te puedo garantizar que no se trataba de una cuestión ideológica, sino de intereses espurios. Aquí solamente ha habido una cuestión de guerras de poder por cuotas de espacios políticos. Algunas personas pensaban que si se sumaban a esta ola, desgraciadamente de moda, iban a recibir prevendas. Personas incluso en partidos políticos que habían caído en desgracia lo hacían para recibir a cambio beneficios. Tan lamentable como eso.
En los últimos años hemos observado como un sector del feminismo se ha vuelto tránsfobo. Basta con ver la reacción de un ala del PSOE a la Ley Trans o escuchar a Amelia Valcárcel hablar de "secta queer". ¿Usted se lo explica?
No ha sido sólo gente del PSOE. También ha habido de Izquierda Unida, del Partido Feminista. Incluso una ramificación de Unidas Podemos. Los nombres notorios han salido a luz. No era una cuestión de creencias, sino de notoriedad. De gente que no se hablaba de ella demasiado, pero de pronto se vieron en los periódicos y copando titulares. La sed de notoriedad. Es muy triste y lamentable que, después de una trayectoria de vida, seas recordada porque intentaste cercenar los derechos de otras personas desde la supuesta bandera de la libertad. Me hago una pregunta que recuerda al título de una película: ¿Quién hablará de nosotras cuando estemos muertas? ¿Quién estaría hablando de ciertas personas si no hubiese sido por esto? ¿Quién estaría hablando de Laura Freixas? Más allá de cuando publica un libro.
Todos recordamos aquel tuit desafortunado y tránsfobo, sí...
Si entras en su cuenta te das cuenta de que tiene una obsesión con las personas trans, desde el primer al último tuit. Ha hecho el leitmotiv de su vida el odio a otras personas. Hay un dicho muy viejo que dice: "El que hambre tiene con pan sueña". Si alguien se preocupa tanto de lo que hay en las bragas y en los calzoncillos de los demás, a lo mejor tiene carencias de lo que tanto le preocupa de los demás. Es como los curas.
¿A qué violencias, veladas o no, se ha visto expuesta en estos últimos años por ser una de las caras visibles de la lucha trans?
(Ríe). A mí me han llamado de todo. Esto empezó desde una gran mentira. Primero era lo queer, que es un debate que se inició en el propio feminismo. Luego las que tenemos una edad ya sabíamos que iba por todo el conjunto. Después fueron las personas no operadas, las personas transgender (transgénero). Operadas o no operadas, pasamos a las cuentas que se denominan hembra humana. ¿Me quieres decir que el feminismo, que precisamente surge porque somos algo más que un útero en una vagina, surge para decir que somos algo más que todo eso? Hay personas que han intentando reducirnos a eso para echar mano de la transfobia y diferenciarse. A partir de ahí, he recibido todo tipo de insultos: en masculino, misógino, señor, macho.
Este año, sin ir más lejos, el diputado de Vox Mariano Calabuig se dirigió a usted en masculino. ¿El partido de Santiago Abascal se ha quedado atrás en materia de derechos humanos?
Blas Piñar era un niñato al lado de Abascal. No es que se hayan quedado atrás, es que siempre han estado atrás. Siempre han estado agazapados, esperando el momento oportuno de una crisis económica o un descontento social, que es cuando aparecen los mesiánicos y los falsos profetas para decir lo que la gente quiere escuchar. Es cuando el fascismo tiene siempre su lugar en la sociedad. Lo que buscan descaradamente es buscar titulares y chivos expiatorios. Esto ha pasado a lo largo de toda la historia de la humanidad. Siempre que ha habido un momento de catarsis social se ha buscado el señalamiento, la persecución y hasta el exterminio de grupos sociales.
El autobús contra la transexualidad de Hazte Oír ha dado qué hablar en los últimos años. ¿No le parece inconstitucional?
Me parece vergonzoso. Sobre todo porque se señalaba a niños y a niñas. En algunas comunidades lo consiguieron parar, en otras no, lo cual me está diciendo que son necesarias leyes mucho más específicas y explícitas. Mira lo que ha pasado en Castellón con la retirada cautelar de libros LTGBI en las escuelas. La jueza sabía perfectamente que había una ley en la Comunidad Valenciana que lo permitía. Me parece incedente que lo que se ataque sea a niños y a niñas. No tienen moral ni ética ni nada que se le parezca. He llorado muchísimo en el último año y medio por las niñas y los niños trans.
A pesar de los avances en materia legal, se repiten las agresiones al colectivo LGTBI+.
Pienso en Eva, la joven transexual agredida en Barcelona. La estaban esperando a la salida de la casa. En Madrid también ha habido dos casos. Tanta culpa tiene quien incitan y promueven el odio como quienes son las herramientas de los que nos pueden quitar la vida a patadas una noche en un callejón. Exactamente tiene la misma culpa el que escribió el libro Mi lucha como los que metían a los judíos en los hornos crematorios. Tanta culpa tienen quienes desde los parlamentos y los congresos están incitando al odio como los que nos insultan y nos arrancan la vida.
Ha sido usted la primera y única mujer trans de España en ser diputada de la Asamblea de Madrid por el PSOE. ¿Cómo se sintió al abrir puertas y llevar esa responsabilidad a las espaldas?
Con mucho compromiso y satisfacción. Las puertas se quedan abiertas para quien quiera. Estuve desde 2011 y no repetí por plantar cara a un panfleto transfóbico que apareció una buena noche (publicado por algunos miembros del PSOE). Me rebelé y me castigaron. El proyecto de ley me dio la razón. Nunca con la cabeza tan alta. Me decía alguien que fue consejero de la Comunidad de Madrid: "¿Carla, y lo bien que dormimos qué?". Lo que no quiero que pase nunca en mi vida es que una mañana amanezca y no reconozca a la persona que tengo delante en el espejo. Ya es un poco tarde para cambiar a mis 62 años.