13 de enero de 2019, pero parecía primavera. El sol brillaba en Málaga y muchas familias aprovechaban la jornada para ir juntos a la playa o al campo. Entre ellas, la familia Roselló García, natural de Playa Virginia (El Palo), en la zona este de la capital.
Victoria y José decidieron que pasarían aquella mañana en Totalán con el pequeño Julen. En concreto, en la nueva finca del novio de su prima, David Serrano. La había comprado justo cuatro meses antes y en breve iban a empezar con las obras. Por ello, prepararon una paella con los Roselló para celebrarlo.
La hija de David también se encontraba en la finca. Julen y ella tenían la misma edad, dos años y medio. Correteaban, como niños que eran, bajo la supervisión de sus familias, que se encontraban a tan solo unos metros de distancia de los pequeños. En un momento, la madre de Julen se dispuso a hacer una llamada a su puesto de trabajo para avisarles de que no iba a poder acudir por una indisposición. Antes de llamar, le pidió a José, su pareja, que se quedara un segundo vigilando al pequeño Julen. Los dos niños de las jóvenes parejas se quedaron sentados al lado de sus padres mientras que estos preparaban el arroz.
Pero, cuando quiso darse cuenta, en cuestión de segundos, José perdió al pequeño Julen de vista. Este se había bajado de la silla y comenzó a correr por una zanja en forma de ‘L’ que se encontraba en el terreno. "José, ¡el niño, el niño!", alertó la pareja de David al padre del pequeño al ver que Julen salía corriendo sin imaginarse nada de lo que iba a venir después.
Roselló, corriendo tras el crío, solo pudo exclamar "Julen, no. ¡Julen, Julen!". Al llegar al extremo de la canalización, el niño cayó por un agujero de no más de 25 centímetros y 71 metros de profundidad. Según declaró José Roselló en aquellos días, rozó al pequeño con sus propias manos, pero se le escapó. Esperanzado de que pudiera estar bien pese a la caída, le prometió que su hermanito le ayudaría. La familia Roselló García también perdió al hermano mayor de Julen, con tan solo tres años, por muerte súbita.
Los nervios acabaron con ambas parejas, que no daban crédito a cómo el niño había caído por una cavidad tan sumamente estrecha. Unos senderistas que pasaban por los alrededores de la finca encontraron a los cuatro adultos gritando y angustiados y, sin entender todavía lo que estaba pasando, llamaron al 112 para alertar de la caída del pequeño. "Ha caído por un agujero de unos cuarenta centímetros. Hace falta un rescate", expresaban en la llamada al Servicio de Emergencias. Y es en este punto cuando comienza la historia que todos conocemos. La historia que conforman los trece difíciles días donde todo se complicó para rescatar al niño Julen.
El rescate
Tras el aviso al Servicio de Emergencias 112 comienza a desplazarse el operativo, que empezaba a ser consciente de lo difícil que iba a resultarles la misión. Decenas de especialistas y cuerpos de seguridad empezaron a interesarse por el caso y ofrecieron su ayuda pese a que no tenían prácticamente nada a su favor para salvar a Julen. Una de las primeras, Desatoros Pepe Núñez.
El propio Bernardo Moltó, portavoz de la Guardia Civil de Málaga, aseguraba en una de las primeras ruedas de prensa que, mirando con las cámaras, se encontraron con un tapón de tierra a más de 70 metros de profundidad. Llegaba el primer problema. Al ser una cavidad tan estrecha y de tal profundidad, estaban ante una situación muy complicada de gestionar. La planificación fue primordial en esas primeras horas para comenzar a actuar.
Se trabajó para hacer un túnel paralelo al que cayó Julen para lograr llegar a la altura donde se creía que estaba el pequeño. Allí, bajo el tapón de tierra, se cavaría otro túnel horizontal que uniría ambas cavidades con el objetivo de llegar al pequeño sin poner su vida en riesgo.
Siempre se trabajó pensando en la posibilidad de que Julen estaba vivo. "Uno trabajaba como si el que estuviera abajo fuera su hijo. Eso es así. Cuando uno tiene niños, yo tengo cuatro, sabe la capacidad que tiene un pequeño de líartela. Por ello, lo dimos todo. Creo que no pudimos hacer mucho más que lo que hicimos", expresa a EL ESPAÑOL de Málaga el ingeniero portavoz y coordinador del equipo de rescate de Julen, Ángel García Vidal.
El operativo no lo tuvo fácil. Todo corría en su contra. "La orografía, el terreno, la colina, la situación del crío... Todo eran obstáculos que hacían que nos retrasáramos y viviéramos con angustia cada momento que no llegábamos a él", añade García.
La colina, en cuestión de días, se convirtió en una cadena de solidaridad. En el pueblo, los vecinos cocinaban para los trabajadores del operativo. Jesús, de Protección Civil, cuenta a este periódico cómo recuerda las lágrimas de un bombero tras ver las croquetas que las mujeres del pueblo habían preparado. "Las emociones eran difíciles de controlar. Acababan rompiéndose", comenta.
Pero la solidaridad traspasó fronteras. La brigada de mineros asturianos, claves para llegar a Julen, se desplazaron a Totalán con un objetivo: ayudar en todo lo que pudieran. Más de medio centenar de empresas, además, ofrecieron sus equipos para facilitar las labores de ejecución del nuevo túnel.
Otra pieza clave fue la maquinaria, que no faltó, e incluso, en algún momento, llegó a sobrar. Contaron con una máquina perforadora de la M-40 de Madrid que se sumó al rescate. El terreno no lo estaba poniendo fácil porque, por cada paso que avanzaban, se iban alargando los plazos.
La tierra comenzaba a desplazarse cuando la trabajaban y Julen podría correr riesgo. Con paciencia, poco a poco, lograron allanar el terreno y comenzó el proceso de perforación del túnel gracias a la máquina de la M-40, con la que consiguieron un túnel de más de 60 metros de profundidad.
Para lograr el encamisado total del túnel, se encontraron otro gran problema. Los tubos que iban a ser introducidos para salvaguardar la integridad de los rescatadores, no cabía, por lo que tuvieron que hacer más maniobras que seguían alargando el proceso para conseguirlo.
Para la galería horizontal, al fondo de este túnel, entró en escena el equipo de la Brigada de Salvamento Minero. Desde Asturias, fueron los encargados del final del rescate, probablemente la parte más dura y esperada.
Desde el Consorcio Provincial de Bomberos de Málaga construyó una cápsula que actuó de ascensor para los mineros, que se encontraron con otras tantas complicaciones cuando estaban a punto de alcanzar al niño.
Cuando solo estaban a 4 metros de él, se dieron cuenta de que la galería horizontal tenían que cavarla a mano, el terreno era demasiado duro, pura roca. Tuvo que entrar a actuar la Guardia Civil, que realizó microvoladuras para facilitarles el camino hacia el pequeño.
Esperanzados por un final feliz, el 26 de enero, a las 1:25 horas, el silencio se hacía en aquella explanada repleta de medios, cuerpos de seguridad y diversos operarios y vecinos. Después de 13 "intensos" días de búsqueda, el cuerpo sin vida del pequeño Julen fue localizado.
"Ese momento fue uno de los más angustiosos de mi carrera profesional. Sin duda. Fue un momento contradictorio. Sentimos tristeza por no encontrarlo vivo, pero al menos, después de tantos días trabajando, lo encontramos. No quiero ni imaginarme qué hubiera pasado si no lo hubiésemos encontrado. Hubiese sido peor aún", recuerda García Vidal.
Los medios
Aquella madrugada, todas las grandes cadenas retransmitían minuto a minuto la bajada a las entrañas de la tierra del equipo de rescate. Tertulianos debatían e incluso teorizaban sobre cómo un niño de dos años y medio había caído, desafortunadamente, por un pozo de 71 metros de profundidad. Pero ¿cómo lo vivieron los profesionales desde dentro?
Cada vez que Ángel García Vidal, cientos de medios de todo el mundo se agolpaban en torno a él. Reconoce que evitó ver la televisión durante los días de trabajo. "Mi único vínculo con los medios fueron las ruedas de prensa. Después desconectaba mi teléfono para centrarme en trabajar con el equipo. Y recibía llamadas de todo el mundo constantemente", insiste.
Andrei Balog, camarógrafo que estaba cubriendo el 'Caso Julen' para diversos medios internacionales, reconoce que fueron unos días durísimos para todos. Llegó a pasar 24 horas sin dormir pendiente de todas las novedades del pequeño. Así, reconoce que "las cosas no se hicieron bien" y señala que especialmente los grandes medios hicieron de la situación un circo mediático.
"Competían por contar, aunque no hubiera nada que contar. Se metían en zonas donde no debían meterse y no me gustaron algunas cosas con la familia. El caso fue excesivamente mediático y creo que los medios lo aprovecharon para generar audiencia", añade Balog.
Esperanza Codina, responsable de prensa de la Subdelegación del Gobierno en aquel entonces, fue una figura clave puesto que era la encargada de trasladar a los medios toda la información oficial. Recuerda aquellos días "cargados de emociones que afloraban cuando te acostabas, cuando te levantabas o cuando tomabas un café, pero estas no podían primar ni influir sobre el trabajo".
Sobre la labor en aquellos duros trece días, Codina señala que intentó ofrecer toda la información oficial posible con el objetivo de frenar bulos y rumores. "Ningún dato de trascendencia se trasladaba a los medios sin haber informado antes a la familia. Eso fue una premisa que se llevó a cabo todo el tiempo", sostiene.
Así, a título personal, cree que hubo medios rigurosos y otros muy sensacionalistas. "Posiblemente influyó el exceso de cobertura en algunos momentos, no estaba justificada, como en la perforación del pozo". De igual forma, opina que el tratamiento informativo en Totalán fue más adecuado que en Almería con el niño Gabriel. "Se trasladó menos sensacionalismo y más información veraz, de interés y contrastada", concluye. Y así, durante 13 días, el rescate de Julen se coló en las casas de toda España.