Además de los patronos Ciriaco y Paula, y la Virgen de la Victoria, la ciudad de la Costa del Sol cuenta con una cuarta devoción al frente de la cristiandad malagueña: el Santo Cristo de la Salud. Su historia, repleta de leyenda, misterio e intriga, es desconocida para una gran parte de la población. Pero no por ello deja de ser importante.
La imagen que hoy día conocemos fue realizada en 1633 por José Micael Alfaro, uno de los nombres propios más aclamados del arte sacro barroco. El encargo vino por parte de la hermandad del Cristo Atado a la Columna, que coincidiendo con la bendición de la talla, se estableció en el antiguo convento de la Trinidad, de los más antiguos de Málaga. Sin embargo, según parece, no tenía demasiada actividad allí, por lo que pronto se trasladó a la parroquia de San Juan.
Esta corporación tampoco terminó de encajar en el céntrico templo, debido a que ya existía otra talla con la misma iconografía y advocación: “Muy posiblemente, el párroco o la feligresía solicitaron a este nuevo grupo que se adhirieran a la cofradía que ya existía en torno al otro Señor, por lo que la imagen se acabó desechando”, explica Francisco Jesús Flores Matute, historiador del arte.
¿Qué ocurrió entonces? Es en este punto donde entra en juego la fortuna, la providencia o la casualidad. Y es que esa “expulsión” de San Juan acabó originando, a los pocos años, uno de los episodios más importantes que se recogen en la historia de Málaga: “No sabemos a ciencia cierta qué fue de la escultura. Puede que se vendiera o se la quedase algún hermano, pasando de manos a manos entre las mismas familias”, subraya Flores Matute.
La cuestión está en que durante la pandemia de 1649, también conocida como la Gran Peste de Sevilla, muchas personas comenzaron a abandonar los lugares más concurridos de la urbe. Entre ellos, una viuda que transportaba en su carromato diferentes objetos personales: muebles, baúles… Y la talla de Micael Alfaro.
Cuenta la leyenda que al paso del vehículo por la plaza de las Cuatro calles (ahora, plaza de la Constitución), el Cristo, envuelto en una sábana blanca, fue reconocido por una persona con “voz angelical” que gritó: “¡Miren qué suerte de Santo Cristo llevan ahí!”. Se formó un enorme alboroto para ver si lo que se estaba exclamando era verdad.
Tal fue su magnitud que hasta dos secretarios del Ayuntamiento, que por aquel entonces se encontraba enclavado en la plaza, se asomaron haciendo gala de su función como testigos que daban fe de lo que ocurría.
Toda esta escena hay que comprenderla dentro del contexto epidémico en el que la ciudad estaba sumergida. Flores Matute afirma que los muertos eran trasladados a las foses comunes por personas de “mala vida”, posiblemente esclavos o mendigos. Todo estaba muy regulado para evitar la propagación de la enfermedad. “Lo que creemos que ocurrió es que al pasar un hombre corpulento, envuelto en una sábana blanca, alguno se pensó que estaban llevando un cadáver de manera ilegal. Ese miedo psicológico también ayudó a que se formara el revuelo”.
Pero es que desde un punto de vista antropológico y sociológico de la época, el hallazgo también encajaba con la mentalidad milagrosa y fantasiosa de la población: “Las epidemias estaban considerabas un castigo divino cuya única forma de acatarlas era a través del castigo de los disciplinantes que se purgaban. Precisamente, la imagen refleja ese sentimiento, a lo que hay que sumar el lugar de la aparición. La gente lo entendió como un símbolo de salvación: el hijo de Dios, derramando su carne y su sangre, se aparece en el centro neurálgico de Málaga”.
Rápidamente, para evitar que las aglomeraciones continuaran (ya se ha visto su efecto contraproducente en tiempo de pandemia), se llevó al Cristo a la capilla del Ayuntamiento, que se estaba haciendo inicialmente para “la Virgen de Málaga”, pero que finalmente acabó dedicándose al Santo Cristo de la Salud.
Las pruebas que constatan la veracidad de ese hito se encuentran en las propias actas del consistorio. Ese 31 de mayo de 1649, los secretarios no llegaron a escribir nada en ningún papel, ya que se encontraban en la plaza siendo testigos de lo que acontecía. En cambio, sí que recogieron lo vivido el 1 de junio de ese mismo año: “Allí relatan toda la historia y se aprueba hacer fiesta perpetua al salvador de la ciudad. Esa vinculación milagrosa también tiene una explicación sanitaria, y es que se piensa que la pandemia podía encontrarse en sus últimos coletazos”.
En agradecimiento a esa curación, el Santo Cristo de la Salud es nombrado patrón por el Ayuntamiento al poco tiempo, compartiendo rango con Ciriaco y Paula, aunque estos mártires corrían a cuenta de la Iglesia. No fue hasta 1868 cuando Santa María de la Victoria es nombrada patrona de la Diócesis de Málaga.
El boom de la imagen fue tal que hasta la propia advocación se convirtió en un nombre común entre la gente de la buena sociedad: “Su templo fue agregado a San Juan de Letrán y llegó a convertirse en el Cristo de Málaga durante el siglo XIX”.
Revitalización del culto
Además de sus conocimientos históricos, Flores Matute se encuentra inmerso en el proyecto de revitalización de la hermandad del Santo Cristo de la Salud. Explica que durante el siglo XX, la trascendencia de la imagen comienza a perder fuelle, pero es a partir de la década pasada (2010-2011) cuando la actividad queda casi paralizada: “Además de un problema interno, se sumó el cierre de la iglesia por las obras de restauración. Los que estábamos allí nos encontramos en un desierto”, se lamenta.
Relata que consiguieron que la talla fuera trasladada a la capilla del Descendimiento, también del Ayuntamiento, para recibir culto: “Como devoto, acudía allí todos los 31 de mayo, pero un año me llegué a encontrar prácticamente solo. Fue una imagen muy triste; ver a un patrón de Málaga sin ningún tipo de compañía. Por lo tanto, hice un llamamiento entre varios y nos juntamos para intentar poner aquello en pie. Así que el actual grupo arrancó en la capilla del Descendimiento, aunque sin ninguna capacidad de acción”.
Una vez que reabrió el templo de calle Compañía, este grupo se presentó y anunciaron sus intenciones: reactivar. “No hay nada que fundar ni reorganizar porque la hermandad sigue existiendo; no ha tenido parón, sino un período de decadencia que estamos intentando revitalizar. Actualmente, ese proceso se encuentra marcha y va en buen camino”, sostiene.
Este martes será la función principal. La iglesia estará abierta todo el día, de 10 a 13 y de 17 a 21, con la celebración de la misa a las 20 horas. Además del Ayuntamiento, se ha invitado a varios organismos relacionados con la advocación: Colegio de Médicos, de Enfermería, de Farmacia, la asociación contra el Cáncer… Además, aprovechando la efeméride, el Consistorio renovará el voto de darle fiesta perpetua al Cristo de aquel lejano 1 de junio de 1649.