Todos los caminos no siempre conducen a Roma. Cada 23 de junio por la noche, las vías que vertebran el tránsito de Málaga acaban llevando a un único destino: las costas de la capital. Las calles del Centro se convierten en carreteras infinitas que acogen a una marea de jóvenes. Desde todos los puntos de la ciudad, desfilan grupos de amigos que se dirigen a la playa, como sustantivo común y genérico.
El punto de encuentro lo marca el azar. O dicho de otra forma, no hay punto de encuentro. Sino que todo forma parte de una coreografía improvisada que acaba estando marcada por los designios del atardecer. Los benjamines, guiados por su instinto de chavalería, se van reuniendo conforme la suerte les va indicando. Es la magia de San Juan.
Entre las equipaciones, bañadores, chanclas, alguna sudadera porque luego siempre refresca a la orilla del mar, y unas mochilas cargadas de no se sabe muy bien qué, pero que por lo que sea no dejan de castañear a cada paso que dan. Los más envalentonados no hacen ademán de esconder el alcohol, sino que orgullosos de su botín muestran en mano la botella de Sandevid que en las próximas horas, o minutos, caerá.
Algunos despistados hacen las compras de última hora, aprovechando los bazares asiáticos que custodian el oeste del paseo marítimo Pablo Ruiz Picasso. Mientras esperan en la puerta, llegan los cruces imprevistos, primeros saludos y avisos a navegantes: "Nosotros iremos por las letras".
En concreto, se refieren al marbellizado letrero de La Malagueta. Una vez que cayó la noche (sin Quevedo), resulta difícil ver la arena. Los distintos grupúsculos allí reunidos están tan pegados que al final acaban mimetizándose en torno a un macrotodo. "Donde están las letras se va a liar una...", comentaban unos amigos mientras iban en dirección de la ubicación mencionada.
En la entrada del antiguo Antonio Martín, una unidad de Protección Civil otea el horizonte esperando a que llegue el momento de actuar. La conversación con el cronista se produce pasadas las 22:00, así que, hasta esa hora, su papel se ha limitado a dar algunas indicaciones generales sobre los eventos programados.
En concreto, se refieren al concierto de la Misericordia y el Palo, además de los fuegos artificiales. Uno de los miembros cuenta que en total están participando 23 voluntarios que cubren todo el litoral en moto, buggy, vehículo y a pie, además de un furgón de coordinación: "A la hora de los fuegos estaremos atentos a la Térmica, la zona más próxima", detalla.
Pese a que las playas del este "no tienen tanta afluencia como otros años", la masiva concentración de personas en las letras obliga a prestar especial atención a todo lo que ocurre. Algo que se irá acentuando conforme avance la noche y el alcohol comience a hacer sus efectos. De hecho, justo al terminar de hablar, tienen que ayudar a una mujer que se ha caído por las escaleras. Luego resultó que se trataba de un simple tropiezo.
Con la luz del sol despidiéndose del jueves, los niños juegan al fútbol en una de las porterías instaladas en la arena. A pocos metros, comienza la fiesta. El paseo marítimo se transforma en una masa de personas desfilando en una única dirección. Ir a contracorriente recuerda a aquella vez en la que un conductor despistado escuchó por la radio que había un kamikaze y, muy sorprendido, afirmó: "¡¿Uno?, pero si son cientos!".
La ausencia de actuaciones en el Picasso tuvo fácil solución. Los altavoces individuales permitieron que cada grupito contara con un DJ encargado de la selección de los temas. Casualidades de la vida, era difícil encontrar un corrillo en el que no sonara Bad Bunny y su nuevo disco: Un verano sin ti.
En el bordillo del paseo marítimo, dos niñas de no más de 16 años intentan encenderse un cigarro sin saber muy bien cómo agarrar el pitillo. Algunos juegan a ser mayores; otros, a ser novios. San Juan es el escenario ideal para aquellos espíritus enamoradizos que buscan con ansia encontrar ese amor de verano que se extenderá durante dos o tres meses y que finalizará con el cambio de hora en otoño. Un romance con fecha de caducidad. Condenado al fracaso porque el ansia de quererse les ha hecho caer en la noche más corta del año. Y al final, no da tiempo a nada.
'El Plan' de Limasam
Una vez que los últimos fiesteros abandonaron las playas, comenzó la carrera al sprint de los operarios de Limasam. Pese a que desde los perfiles oficiales se había pedido a la gente que "disfrutara con responsabilidad" y recogiera los residuos, lo cierto es que esas recomendaciones no dieron sus frutos.
Así, desde las 5:30 de la mañana se han estado llevando a cabo los trabajos de limpieza de las costas, con un total de 218 operarios (150 de refuerzo) y 68 vehículos (53 de refuerzo): tractores, máquinas limpiaplayas, camiones cisterna, baldeadora y recolectores.
El objetivo no era otro que dejar el litoral malagueño en "perfectas condiciones de uso" para que, a partir de las 10 de la mañana, cualquier tenga la sensación de que aquí no ha pasado nada.