Un punto. Un círculo. Una figura redondita y un significado: “ciudad redonda”, nos dicen unos. “Un punto de ciudad”, podrían decir otros. “Un puntazo”, apuntaría alguno más.
Málaga anunció esta semana su nueva imagen de marca o lo que viene a ser lo mismo, su carta de presentación cara al que nos ve desde fuera, y quiere/debe tener claro que somos algo más que esa ciudad bañada por el mar, que un día vio nacer a Picasso. La Málaga de las empresas que apuestan por instalarse en su seno; la de los museos que eligen este y no otro, como el lugar donde mostrar sus encantos… la Málaga de hoy, que piensa en él mañana. Esa Málaga que siempre fue hospitalaria, pero que ahora además se ha creído que puede llegar a ser mucho más que una simple provincia andaluza.
Puede que parte de esos postulados hayan pasado por la cabeza de quienes han diseñado una nueva imagen corporativa para quien quiere ser sede de una exposición internacional, quien te monta un sarao para hablar de tecnología y conocimiento, con Obama como telonero, o quien se dispone a seguir siendo eje sobre el que gira una provincia que supera (sin Covid de por medio) los 13 millones de visitantes al año. ¿Qué producto puede haber más redondo que éste, que aglutina todas esas bondades en poco menos de 400 kilómetros cuadrados? Aceptamos barco… o punto.
Otra cosa es valorar si la imagen elegida (muy pensada para el digital y en clara armonía con lo que sus diversos soportes requieren) es la más apropiada para un lugar como este. No hacen falta cenacheros, ni boquerones, ni una onda simulando al mar, ni el perfil de La manquita. Es probable que haya pasado ya el tiempo de las obviedades y de los recursos fáciles. Es posible que no hiciera falta colar a Picasso en la propuesta, y que un logotipo como el que se busca plasmar desde ahora en soportes varios y por todo el mundo, no requiriese del pintor, ni de la biznaga, ni del espeto.
Tan cierto eso como que a servidor, un humilde juntaletras que de diseño solo sabe diferenciar entre lo que le gusta y lo que no le gusta, lo de la Málaga redonda no le termine de convencer y, de hecho, le rechine un poco. Redonda, ¿por qué? ¿Por qué no completa? ¿Porque no heterogénea? ¿Acaso nuestra orografía es o ha sido redonda? ¿Acaso hay algún elemento de la Málaga de antes, de la de ahora, o de la del futuro a la que se aspira, realmente redondo? Y, ya puestos. ¿Por qué no un punto de ciudad, o un puntazo, como decía al inicio?
Más malagueño habría quedado. Y encima, Málaga no habría perdido su tilde, que de eso sí que entiende este humilde escritor, al que le pierden los nervios cada vez que ve perderse por el camino el siempre necesario acento gráfico. Y en esas, el punto no me vale.