Desde San Pedro de Alcántara hasta Hungría. Ese ha sido el viaje recorrido por Carla Viegas, la triplista por excelencia de la selección española de baloncesto U17. Junto a sus compañeras y el cuerpo técnico del equipo, disputaron el campeonato del mundo en el país europeo, donde las juveniles lograron llegar a semifinales sin encontrar competencia, salvo su primer partido contra la también semifinalista Canadá.
Después de un susto contra Francia, en el que las chicas tuvieron que remontar 13 puntos, lograron llegar a la final para enfrentarse a Estados Unidos. Aunque no lograron el oro, hoy estas doce chicas son subcampeonas del mundo. "Una locura, yo estoy todavía que no me lo creo", confiesa Carla a EL ESPAÑOL de Málaga.
Ganar a las galas en semifinales fue un subidón para ellas. Estar por debajo en el marcador hasta el último cuarto, y finalmente ganar de siete, fue algo que no esperaban al principio del partido: "Al principio creía que perdíamos". Viegas cuenta que tras el enfrentamiento empezaron a sentir que eran capaces de ganar a USA. Se animaban entre ellas: "¡Que ganamos eh, que ganamos!"
Cuando llegó la final, la motivación con la que contaban no cayó a pesar de ir todo el partido por debajo en el marcador. La triplista cuenta que estuvieron "ahí, ahí", pero que al final lo dieron "más por perdido". Vuelven a casa sabiendo que han llegado a lo más alto.
El éxito ha sido un camino marcado por el esfuerzo y la superación. De eso Carla sabe mucho. Relata que empezó a jugar casi "por obligación": "Mi padre era jugador y yo iba a verle a los partidos, aunque nunca me había llamado la atención estar en un equipo".
La malagueña solía ir a echar unas canastas con él, pero no quería entrar en un equipo. "Me obligaron un poco y me acabó gustando. Fue entonces cuando empecé", narra la malagueña.
El club
CAB Estepona es el club en el que Carla juega ahora, pero no siempre ha sido su casa. Empezó en su colegio, en el CEIP San Pedro, antes de llegar a su actual equipo: "Como mi padre conocía allí a la gente, le decían: «¿Por qué no apuntas a la niña, que tenemos un equipillo bueno?»". Tras dos años, decidió probar en Andalucía Promesas, pero un año y medio después, volvió a la que ahora es su casa.
Explica que ya en infantil "subía" a jugar con las cadetes; es decir, las mayores. Al ser preguntada por su calidad de juego, Carla se ruboriza, pero admite que solía tener sus "puntillos". Así es como califica ella los 15 puntos de media que solía colar por el aro en los partidos.
Ahora, juega en liga Challenge, la segunda división femenina de España, pero desde pequeña está en la élite. Ya en minibasket, la selección malagueña quiso contar con ella, e incluso llegó a ir a la andaluza en cadete. El año pasado jugó con la formación española U16 un campeonato europeo, en el que consiguieron el oro.
El porcentaje desde el perímetro ha sido el mejor del campeonato del mundo. Con un 45,1% de acierto desde el triple, Carla suma 23 tiros de tres anotados de los 51 que cargó durante la competición. Lo suyo, además de talento, es también trabajo y ganas. "Después de los entrenamientos me suelo quedar a tirar con mi padre", afirma Carla con normalidad.
En los días de descanso suele pasar por el Pineda, el pabellón en el que juega con su equipo, para practicar el tiro. Viegas lo cuenta con naturalidad, consciente de que es algo que le gusta, por lo que no le supone un sacrificio.
Desde que ha vuelto de Hungría no deja de recibir llamadas de teléfono e invitaciones a programas de radio. Al bromear sobre su "nueva vida de famosa" Carla ríe y lo desmiente. De cara a la próxima temporada, prefiere quedarse en casa, con su familia, y seguir jugando con su club, en el que lleva desde los diez años.
Tiene claro que cuando tenga que ir a la Universidad, dentro de un año, se marchará cruzando el Atlántico: "Quiero irme a Estados Unidos, y como este es el último año que me queda en España, me gustaría pasarlo con mi familia".
Así, la mejor triplista del mundo en su categoría continúa en el Pineda por un año más a sabiendas de que forma parte de un "buen equipo". A la niña a la que obligaron a jugar al baloncesto, ahora nadie la para. Dentro de un año labrará su futuro en el continente americano.