Imagen del incendio en Mijas (Málaga).

Imagen del incendio en Mijas (Málaga). Amparo García

Málaga

Gestión forestal, 'zonas de oportunidad' y reducción de biomasa: los retos del monte ante el peligro del fuego

Una de los orígenes reside en la acumulación de biomasa, materia orgánica que acaba convirtiéndose en combustible para el fuego: "Cuando vemos algunas notificaciones, nos echamos a temblar".

25 julio, 2022 05:00

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Francisco Morales es bombero forestal desde hace 24 años. Su vinculación con el Infoca le ha obligado a tener una vida pegada a la orilla de los fuegos. Casi un cuarto de siglo de servicio en el que se ha enfrentado a todo tipo de situaciones. Preguntado acerca de los escenarios más duros, no duda a la hora de hablar de Sierra Bermeja, el “más salvaje”. 

En concreto, se refiere a los 46 días de 2021 en los que ardieron casi 10.000 hectáreas de la provincia de Málaga, dejando una huella de hollín y carbón en su memoria: “De todos los que he visto, puede que fuera el más difícil”. Recuerda la capacidad de avance que tenía, progresando a gran velocidad: “No había manera de meterle mano”.

Las condiciones internas provocaron que él solo generara sus propios vientos, cambiando por sí mismo los parámetros meteorológicos: “Ardía igual de noche que de día, cuando normalmente, con la caída del sol, baja la intensidad por la humedad”, rememora.

¿Qué es lo que ocurre en los montes para llegar a estas situaciones? Este trabajador del Infoca explica que existe un problema con la gestión forestal, cuyo principal síntoma es el abandono de los espacios naturales: “Se ha producido una desconexión con el mundo rural, teniendo que abandonar los pastores sus asentamientos”.

Estas concentraciones de habitantes repercutían de manera directa sobre el espacio: “Se trabajaba mucho más el terreno. Los animales ayudaban a que los caminos estuvieran limpios”, apostilla. La solución planteada es clara: “Hay que quitar parte de la vegetación del monte. Es la manera de crear zonas de oportunidad”. 

Con este término, se refiere a la consolidación de espacios en los que puedan trabajar los técnicos cuando se produzcan catástrofes como las que se han visto recientemente en Pujerra o Mijas. El objetivo ha de ser evitar que se produzca la denominada como situación de “fuera de capacidad de extinción”. O lo que es lo mismo, que el fuego llegue a tal punto en el que apagarlo sea una quimera, una utopía. 

Una de las razones que originan estos incendios reside en la acumulación de biomasa, materia orgánica que acaba convirtiéndose en combustible para el fuego. La presencia de grandes cantidades de material viejo y seco es un caldo de cultivo para estos fenómenos destructivos: “A todo el mundo le gusta que el monte esté verde y bonito, pero no puede ser así, porque cuando pasa algo nos quedamos sin nada”.

Desbroces, cortafuegos limpios… Una gestión forestal que vaya más allá de fajas auxiliares al borde de los caminos. Crear un espacio viable para impedir estas situaciones de impotencia, las cuales son “más comunes de lo que parece”. Morales relata que, recientemente, las luchas contra el calor eran batallas de difícil victoria: “Antes íbamos a extinguirlos. Ahora solo podemos intentar contenerlos”. 

Causas múltiples

El delegado territorial de Desarrollo Sostenible en Málaga, José Antonio Víquez, explica que hay que realizar un análisis pormenorizado del origen de los últimos fuegos, y no achacarlo únicamente a la emergencia climática o la inacción sobre el terreno. 

Resalta que el incendio de Sierra Bermeja fue intencionado; Pujerra tuvo causas accidentales y con una destrucción de terreno privado en el 95% de la superficie afectada y “todo apunta” a que detrás del de Mijas también se encuentra la mano del hombre.

Aun así, no resta importancia a la petición que los bomberos realizan: “Es cierto que hay mucha biomasa; hay que cambiar la filosofía y el paradigma de la gestión del monte”. Víquez defiende la necesidad de gestionar estos espacios como una “unidad” que, además de producir una serie de recursos, “fija a la población”.

En los últimos 30 o 40 años, se ha producido una transformación en la propia conceptualización: “Hay que volver a los orígenes, en los que la presencia de ganaderos limpiaba el bosque, permitiendo que su punto de trabajo y residencia fuera el mismo”, apostilla. 

El nuevo Plan Forestal Andaluz crea un enclave cambiante, buscando que el monte "no sea un lugar de recreo, un lugar idílico, como hasta ahora se ha contemplado; lo que pretende es entender el monte como una unidad, en el que mantener sea igual que conservar". 

Víquez resalta que, durante su etapa como alcalde de Yunquera, desarrollaron un plan para darle una segunda vida al exceso de biomasa. Para ello, aprovecharon el material retirado para usarlo como combustible y calentar edificios públicos del municipio: “Con lo carísima que está la energía, es una gran salida”. 

Así, sostiene que la mejor manera de conservar los montes es “usándolos”, pero no como un cheque en blanco, sino con perspectivas para el aprovechamiento.

Empleo público

En otoño de 2021, la Junta de Andalucía sacó una oferta de empleo público para 50 personas. La idea era dar respuesta a la demanda que “pedían” trabajadores de la zona para poder actuar en los entornos naturales. La realidad es que, en un primer momento, “solo aparecieron 12 personas”: “Es desolador”, subraya.

Resalta que, pese al intento de dar una oportunidad laboral relacionada con cierto modo de vida, “tampoco encontraron respuesta”. Esa causa se suma a las dificultades técnicas que pueden existir para acceder a los puestos. Tal y como resalta el delegado, no siempre son ofertas atractivas (prefieren trabajar en otros sectores) ni la población cuenta con los requisitos formativos, como cursos de manipulación de maquinaria. 

Perspectiva de futuro

Los problemas derivados de los incendios son uno de los temas a tratar en el documento España 2050, Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo. El texto, presentado en mayo del año pasado con el objetivo de asentar las bases del país de cara a las próximas décadas, aseguraba que el cambio climático y la sobreexplotación de las masas de agua, los pastos y los bosques también han agravado el problema crónico de la desertificación. 

Pero no solo eso; el incremento en la presencia de fuegos forestales también se ve acrecentado “por las mayores temperaturas, el despoblamiento rural o la gestión inadecuada de los bosques”. "En la España actual, hay menos incendios que a comienzos de siglo, pero estos son cada vez más devastadores y difíciles de controlar. Un dato representativo es que los países europeos mediterráneos (Portugal, España, Italia, Grecia y Francia) representan alrededor del 85% del área total quemada en el continente", subrayaba el informe. 

Sin embargo, a la vista está, el mismo proyecto no termina de definir si esa gestión inadecuada de los bosques responde a una sobreexplotación o un abandono de los mismos, fruto de la desertización urbana en entornos rurales. 

Autogestión

La solución no pasa únicamente por esperar a que las instancias superiores de la administración actúen. El problema de la densidad vegetal también puede solucionarse a través de la autogestión de los municipios. Carlos Rosado, bombero de Infoca, recuerda el caso de Cortes de la Frontera, cuya principal fuente de ingresos procede de los alcornocales.

Los propios vecinos del municipio son los que, cada década, retiran el corcho, permitiendo compaginar la limpieza del terreno con sus características productivas. Aunque eso sí, estas iniciativas no abundan en el resto de la provincia: “Hay zonas con pinos que dan miedo; sobre todo en esta época en la que todo está seco”. 

Este conocimiento permite que los bomberos estén en preaviso antes de llegar a su destino: “Sabemos a lo que nos exponemos. Cuando vemos notificaciones en determinados puntos, nos echamos a temblar”. 

Todo ello, pese a contar con un protocolo de actuación establecido. Rosado resume el funcionamiento en unos pocos pasos: primero, observar; después, comunicar cualquier comportamiento apreciable como velocidad o dirección; finalmente, localizar zonas de escape. Es decir, lugares seguros (al menos dos) que permitan huir de las llamas. Agua, piedras, parcelas ya quemadas… 

La falta de desbroces y de gestión impide que siempre sea una tarea sencilla, cubriéndose de vegetación zonas que están planteadas como salvavidas para aquellos que tienen que lidiar con el fuego