Nadie pensaba que aquel 13 de septiembre de 1982 pasaría a la historia de la ciudad de Málaga tras ocurrir el accidente de avión más grave que se recuerda desde entonces. Un avión DC-10 de la compañía aérea Spantax se estrellaba tan solo unos minutos después de las diez de la mañana, cuando no conseguía despegar ni disminuir su velocidad (204 km/h). El terrible suceso dejó un total de 50 pasajeros muertos y 222 heridos; 110 requirieron hospitalización.
En el avión viajaban 381 pasajeros (13 miembros de la tripulación). Se trataba de un vuelo chárter Madrid-Málaga-Nueva York que no pudo llegar a su destino final y que había salido a primera hora desde Palma de Mallorca hacia la capital española operando el vuelo 4439 de Iberia con total normalidad. El avión no tenía más de cinco años.
Horas después, la aeronave despegó hacia la ciudad de Málaga. Tras la escala, el avión partió hacia la cabecera 14 (sureste) con destino a Nueva York. El comandante del aparato, Juan Pérez, notó una fuerte vibración mientras trataba de despegar; lo que indicaba que algo iba mal. Por ello, decidió no alzar el vuelo cuando apenas quedaban unos 1.300 metros de pista. Esto provocó que la nave rompiera la verja metálica del aeropuerto cruzando la carretera N-340, muy cerca de Guadalmar. También se llevó por delante una caseta de hormigón que estaba dentro del sistema ILS, donde perdió uno de los motores. La aeronave se frenó del todo a unos cincuenta metros de la carretera, en mitad del campo.
Esperanza, una malagueña que fue testigo del suceso, estaba en el momento del accidente dentro de su coche con su madre cuando ambas volvían de Fuengirola. Al filo de las diez de la mañana, oyeron un fuerte estallido que las llevó a pensar que algo estaba ocurriendo. "Fue entonces cuando vimos el avión deslizándose por la carretera. Estábamos a unos ochenta metros y todos los vehículos, obviamente, comenzaron a pararse", recuerda. Dos coches y una furgoneta resultaron arrollados por el aparato, quedando uno de los cuatro pasajeros de los vehículos gravemente herido.
La primera intención que tuvieron, como el resto de pasajeros de los coches, fue salir a ayudar, porque, en principio, le parecía que "el avión simplemente había sufrido un golpe, aparentemente estaba intacto y no había ocurrido nada más grave". Todos salieron corriendo hacia el avión, pero, de un momento a otro, comenzaron las explosiones en el interior del aparato, que acabó incendiándose por completo al ir cargado de combustible para poder cruzar el charco.
"El avión estaba lleno de queroseno. Tras la primera explosión, todos dimos unos pasos hacia atrás y, cuando vimos que la cosa se calmó, volvimos a acercarnos, pero volvió a haber otra", expresa Esperanza. Aún recuerda las palabras de un taxista: "Esto es imposible, no vamos a poder acercarnos. Esto va a pegar un petardazo tremendo". Así fue.
Esperanza y su madre decidieron retirarse sin saber qué hacer realmente. Recuerda que hubo quien se acercó, pero las explosiones eran cada vez más fuertes, una tras otra. "Me acuerdo de cómo la gente salía por las rampas de emergencia que ponen en los aviones y cómo muchos, creyendo que no pasaba nada grave, trataron de recoger su equipaje antes de salir. Muchos murieron por ello, porque se quedaron dentro cuando la aeronave comenzó a arder", declara la testigo, aún emocionada, cuarenta años después. De hecho, muchos de los pasajeros, más que morir calcinados, murieron por el calor que se alcanzó en la cabina. La temperatura pudo alcanzar los 100 grados.
Como experiencia vital para ella fue "totalmente impactante". "Es como ver al gigante caído. Tú ves un avión en un aeropuerto y piensas 'Joder, qué grandes son', pero cuando lo ves tirado en el suelo, destruido... es muy duro", prosigue Esperanza, quien, pese a vivir tal experiencia, jamás le cogió miedo a volar en un avión. "Pero nunca olvidaré el ruido que el avión provocó cuando chocó contra la carretera. Estrepitoso", zanja.
Respecto a las causas del accidente, pese a que muchos acusaron al conductor de la aeronave por abortar la fase de despegue cuando ya se había comido la pista -en fase V1-, parece que derivaban de "el desprendimiento de la banda de recauchutado de la rueda derecha del tren delantero".
El proceso de rescate de las víctimas fue verdaderamente angustioso. Partes del avión estaban totalmente calcinadas, especialmente la parte trasera. Según relata el informe A031/1982 de la CIAIAC, los bomberos llegaron cinco minutos después de que ocurriese el accidente, atendiendo al menos a 15 personas.
Una Málaga solidaria
Muchos de los que vivieron el suceso recuerdan cómo por las calles se pedía a los malagueños que donaran sangre para los heridos. Cientos de personas acudieron a los centros de donación, empatizando con las víctimas del terrible accidente.
Muchos de los supervivientes fueron trasladados a hoteles de la zona como el Guadalmar, el Riviera o el Pez Espada. Antonia, aún subgobernante del hotel Sol Guadalmar, recuerda aún cómo llegó a sus brazos un bebé de apenas tres meses, tiene los vellos de punta. "Fue algo muy duro a la par que emocionante", afirma, aún emocionada e impacta recordando el vaivén de personas. Málaga entera se volcó con una tragedia que aún conmociona cuarenta años más tarde.