“Una lágrima cayó en la arena”, decía aquello de Peret. Varios lagrimones cayeron a escasos metros de la puerta de un colegio cualquiera en Málaga, cuando el pasado lunes se daba por iniciado el curso escolar para esos pequeños a los que la incertidumbre y la timidez arrollaba, al tiempo que los que lloraban (pero de alegría) no eran ellos sino sus padres. “Se hace largo el verano”, decían con sorna algunos de esos luchadores contra la mal llamada y llevada conciliación, que en este país (como otras tantas cosas) es significado de mucho, llevado a poco en la práctica.
Confirmado que en Málaga todo se activa tras la Victoria y una vez la vuelta al cole es una realidad, toca trabajar a quienes apuran el verano hasta límites insospechados. “Ya tocaba”, advierten los que, como servidor, llevan ya más de un mes tocando las teclas, sin recordar siquiera cuando terminó su descanso.
No sabe de descansos el alcalde que, si bien ha ido rebajando su agenda en los últimos tiempos, nunca supo estar quieto. Un escolar en el pasillo de una tienda de porcelana se mueve menos que Paco, que presume de cumplidor cuando se le pregunta si dirá pronto si es o no el candidato de su partido en las próximas municipales. Y, más allá del halo de misterio, lo que se preguntan unos y otros es ¿y quién si no? Dicen los mentideros populares que no falta banquillo, pero son pocos los que se atreven a decir qué sería del partido, si el eterno De la Torre sorprendiese con un no en los próximos días.
Si por actividad se midiera la cosa y si con ello hubiese que adivinar si Paco dice “sí”, el tema estaría más claro. Se ha tomado en serio el septiembre malagueño y no sólo participa como le corresponde en la mera función de representación y gestión que le atribuye el cargo, sino que aprovecha tiempo libre para tuitear sobre su enemigo íntimo Braulio (Medel para más señas), para pedir una reacción a administrador y directivos cuando del Málaga CF se le pregunta, o para ser uno más en la fiesta que se ha organizado en torno a los cruceros y a la Seatrade Cruise Med.
Tiene para todos: al primero le dice que su tiempo ya pasó (paradójico, ¿verdad?). Del equipo de la ciudad opina como un malaguista más, pidiendo a sus responsables que ‘espabilen’. Sabe el regidor que si los goles no llegan, el negocio de la pelotita no carbura. Y lo sabe porque no es futbolero, ni contable… pero sabe lo que significa la marca Málaga en cualquiera que sea el terreno. En eso es capitán general.
Apura el tiempo para tomar la decisión o para contarnos lo que ha decidido, un De la Torre al que miran siempre con atención (no siempre con cariño) desde la bancada contraria. Para el PSOE, sinónimo de pasado y no de futuro (con ese discurso han perdido varías elecciones municipales, una detrás de otra). Por su parte, para los de la izquierda de la izquierda, “proyecto agotado” (mantra que comparten el partido de la rosa y el puño) y un jaleo que ahora mismo ni ellos mismos saben explicar al votante, que incluso dispuesto a votarles, no sabe bien de qué color, con qué nombres o en qué formato acabarán presentándose allá por mayo. “Si no se ponen de acuerdo entre ellos, como para esperar que se pongan de acuerdo con los demás”, decía hace unos días un reputado politólogo malagueño. O espabilan (como pedía el alcalde esta semana al Málaga) o De la Torre puede ‘hacerse un reina de Inglaterra’. Si ella estuvo 70 años reinando, que venga alguien a decirle a Paco por qué no puede él llegar a 30 como capitán del navío malagueño.