Pablo Atencia: "He recibido ofertas variadas para entrar en política, pero no puedo decir que sí"
El presidente de la Agrupación de Cofradías reflexiona sobre éxito y fracaso, trayectoria y modelo de ciudad: "Siempre soñé una Málaga como la de ahora"
9 octubre, 2022 05:00Noticias relacionadas
Las apariciones del presidente de la Agrupación, Pablo Atencia, en los medios locales son habituales. La ciudad, en cierta medida, también se dirige a golpe de campana, por lo que las opiniones y líneas trazadas por uno de los colectivos más importantes de la capital tienen un espacio asegurado en la prensa. Recorrido oficial, financiación, retos, fortalezas, Centenario... Todo el mundo (valga el error cognitivo) conoce ya estos discursos.
Sin embargo, detrás del cargo que lleva ocupando desde 2015 se encuentra un abogado malagueño al que el tiempo le ha ido llevando a la primera línea de batalla. Su ADN está configurado por un principio básico, definido por el romántico Stendhal: "Con las pasiones, uno no se aburre jamás".
En esta entrevista de EL ESPAÑOL de Málaga, Atencia se adentra en el mundo de la reflexión y confiesa sus pensamientos en torno al éxito, al fracaso y al futuro que uno imagina cuando es niño: "De pequeño siempre tuve claro que quería tener la vida que tengo ahora".
El reservado del restaurante Tercer acto, ubicado en el corazón del Soho, tiene las paredes cubiertas con espejos. Sus reflejos forman un universo infinito de anversos y reversos sobre los que se escabullen algunas cuestiones trascendentales y formuladas en el pasado.
¿Qué será del devenir del presidente una vez que abandone el cargo en San Julián, previsiblemente el año que viene? Aunque las miradas se dirigen a la política, la respuesta ahonda en un mar de incógnitas. Ni sí, ni no, sino todo lo contrario. No rehúye la cuestión; al revés, la sustenta en un principio básico aprendido en su casa: "Tengo vocación de servicio público".
Más explícito resulta a la hora de opinar de los temas de ciudad. La Torre del Puerto, el bosque urbano en Repsol o el hotel de Moneo son algunos de los asuntos sobre los que Pablo Atencia se moja en esta entrevista. Todos ellos tienen un mismo centro di gravità: el consenso como base para construir la ciudad: "Siempre soñé con una Málaga como la que tenemos ahora".
Cuando de pequeño le preguntaban qué quería ser de mayor, ¿qué respondía? ¿Abogado, hermano mayor, presidente de la Agrupación de Cofradías o alcalde?
En mi casa, siempre hemos vivido todo con mucha intensidad. Hemos tocado todos los palos volcados en el servicio público. La abogacía es mi verdadera vocación y la he vivido desde pequeño. Mi padre fundó el despacho hace 70 años por lo que las cuestiones de índole jurídica estaban a la orden del día. Pero también los temas cofrades. Él fue hermano mayor de los Estudiantes, corporación a la que pertenecemos. Además, hay cercanía con Mena y la Paloma por familia. La política y las finanzas son otro campo que nos ha tocado muy de cerca (su hermano, Manuel Atencia, estuvo al frente del Partido Popular provincial y de Unicaja), así como la medicina o la cultura (reflejada en su tía, María Victoria Atencia). Todo ello sin olvidar nunca esa vocación de servicio público.
¿Pesa el apellido? ¿Alguna vez le han recriminado que ha conseguido lo que tiene por ser Atencia?
No, no pesa. Mis padres siempre han tenido una máxima: la de la libertad y la de la responsabilidad. Mi implicación en el mundo cofrade es vocacional y se produce cuando mi padre menos vinculado estaba a la hermandad. Yo sentía que Estudiantes era mi casa y vivía con esa intensidad. Allí era uno más; el apellido era secundario. En aquel momento, el hermano mayor era mi tío Pepe y entré en la Junta con 12 o 13 años porque quería; era imposible que me dijeran que no. El salto se produce con Fernández Baca, cuando ya comienzo a ser miembro de pleno derecho.
¿Qué recuerda de aquellos años en los que se ve la cofradía con los ojos de la inocencia?
Sobre todo la convivencia en los tinglaos de la plaza de la Constitución. Había muchas necesidades y carencias, por lo que teníamos que hacer un grandísimo sobreesfuerzo para montar los tronos. Los albaceas poníamos los toldos, colocábamos los varales, bajábamos el palio por una ventana… Tengo vídeos de aquella época llevando las bambalinas por la calle. Eso unía mucho porque consolidaba la amistad. Ahora lo ves de manera melancólica, con buenos recuerdos, pero soy de los que piensan que todo evoluciona para mejor. Comprendo que las nuevas generaciones, que se encuentran con todo hecho, no tengan la necesidad de reconocerlo, como nos pasaba a nosotros con los mayores. Pero a veces es bueno pararse a pensar en lo que tenemos.
Se ha referido a la vocación de servicio público como el principal motivo por el que ha dado un paso al frente en diferentes aspectos de la vida. ¿Dónde queda la ambición?
Desde pequeño siempre supe que quería tener la vida que tengo ahora. Una familia estable, con hijos; dedicándome a mi profesión, que es mi verdadera vocación; experimentando un crecimiento profesional y participando en el ámbito cofrade con una ambición sana. Soy una persona a la que no le gusta gastar energía en vano. Defiendo el diálogo y el consenso, pero soy muy ejecutivo. La única forma de cambiar las cosas es implicándote. Antes de quejarme, siempre me he puesto a disposición e intentado liderar esos cambios.
En el caso cofrade, yo empecé en Estudiantes como vocal y fui pasando por albacea de procesión, general, teniente hermano mayor, hermano mayor… Para ello, es fundamental trabajar en equipo porque permite una rotación a futuro. Eso me lleva a la Agrupación de Cofradías. La sociedad se cambia preocupándose e involucrándose.
Hablemos de la Agrupación de Cofradías. En 2012 se producen unas elecciones muy reñidas en las que pierde contra Eduardo Pastor. ¿Cómo se vive la derrota?
Lo vives con naturalidad. Cuando te presentas y hay otra candidatura, existe la posibilidad de que el resultado no sea el que tú quieres. Teníamos la satisfacción de que habiéndome presentado a pocas semanas de los comicios, el resultado fue muy ajustado. Ahí sentimos el cariño y el apoyo. Lo llevé de una manera normal.
Pero duele.
No. Puede doler cuando te quedas con la sensación de que no te has volcado, y nosotros fuimos al 100%. Estaba de Dios que no era el momento. Pasaron tres años en los que me aparté, pero en 2015 noto que hay muchos hermanos mayores y delegados que piden que me presente porque el proyecto les gustaba e ilusionaba.
¿Cuál fue la sensación que tuvo cuando hizo números y vio que contaba con el apoyo de más del 50% de la asamblea, 103 delegados?
Soy muy analítico a la hora de tomar decisiones. Lo pienso mucho, estudio el escenario y si veo que tengo apoyos, tiro para adelante. Por eso me presenté, porque la mayoría de cofradías lo respaldaban. Estoy en el mundo cofrade desde que nací, fui 10 años hermano mayor, nueve años vicepresidente… Eso me hace tener un conocimiento muy directo de lo que pensaban otros compañeros.
También he intentado que la gente me diga siempre la verdad, y eso me sirve para tener un análisis más realista. La mejor manera de liderar un proyecto es teniendo un equipo muy bueno con gente con criterio a tu alrededor. Defiendo una forma de trabajar muy colectiva, sacándole a cada uno lo mejor. Ese es un buen liderazgo: potenciar lo bueno y apartar lo malo; el bien siempre es lo mejor.
Algo de euforia habría en aquel momento.
Sí, es una alegría. Pero siempre me alegro más de las cosas de los demás que de las mías. Es algo genético que he vivido en mi casa: siempre hay que construir desde el interés general porque, cuando se es generoso, la vida te lo devuelve multiplicado por 10.
¿Va ligado el poder a la soledad?
En mi caso no. A mí me ha tocado estar muchos años en un segundo plano ayudando a otras personas, por lo que valoro mucho a los que ahora lo hacen. Nunca he estado solo y todos los proyectos que hemos desarrollado son colectivos, nunca caprichos personales. Por ejemplo, con el cambio de recorrido oficial. Era una necesidad que demandaba la mayoría.
No se me ha dado el caso de que la decisión tomada sea exclusivamente una voluntad personal. Las decisiones importantes han sido adoptadas siempre por mayoría cualificada o unanimidad. Las únicas potestades que tengo dentro de la Agrupación son muy agradables: elegir al pintor, pregonero y al rey Gaspar.
Ya que lo menciona. ¿Algún adelanto acerca del pintor?
Le digo lo mismo que le dije con el pregonero: ya lo sabrá (ríe).
Una parte del mundo cofrade respondió con vehemencia, e incluso insultos personales, a la gestión del recorrido oficial. ¿No le han entrado ganas en ningún momento de abandonar el barco?
No. Yo lo sabía desde el principio. Quiero a la Semana Santa tanto como cualquier persona. Los que asumimos responsabilidades buscamos lo mejor. Sé que es un tema sensible, pero no deja de ser un compromiso adquirido desde hace mucho tiempo. Esta cuestión estaba ya en el programa del anterior presidente de la Agrupación; coincidíamos en ello. Lo que hicimos fue recoger todas las demandas históricas y vimos que teníamos dos opciones. O cambiar el trazado, o perjudicar a 8.000 abonados. Se tomó la primera de ellas, que iba ligada a otro elemento que perseguíamos: la apertura de la segunda puerta de la Catedral.
Teníamos un problema en la comisión de horarios hasta el mundo de que era difícil que una hermandad diera 5 minutos. Cambiar desde abajo es muy difícil, así que había que hacer algo desde arriba. Esto te permite hacer un proyecto con luces largas.
¿Esa respuesta de parte de la ciudadanía ha sido su peor momento como cofrade?
No es agradable. El mundo cofrade es muy pasional y todos hacemos las cosas con mucha emoción. Nos apoyamos en la religiosidad popular para poner mucho corazón. Hay que saber llevarlo; yo venía llorado de casa y todos sabíamos que la decisión era dura. Cuando estás en puestos de responsabilidad, tienes que tomar decisiones que a la larga genera unos beneficios. Sin esta filosofía, nunca se habría hecho calle Larios. O el teatro Romano tendría la casa de la cultura encima. Las visiones inmovilistas van en contra de la propia evolución.
Ahora que habla de la ciudad. Con sinceridad. ¿Ha pensado alguna vez en dar el salto a la política?
Yo he tenido vocación de servicio público toda mi vida. Lo que ocurre es que las circunstancias me han hecho priorizar mi actividad profesional. Hay personas que se dedican en exclusiva a lo público y otros, como es mi caso, que piensan que hay que tener una vida de éxito previo para poder aplicar esa experiencia a los demás. A mí no se me ha dado esa situación. Estoy volcado en un proyecto muy bonito, con un despacho muy bien valorado en Málaga, Andalucía y España y en crecimiento. Mi vocación de servicio a la gente la he experimentado en las cofradías. Eso sí; creo que la política es algo muy noble y tenemos que trabajar para valorar la labor que hacen, que en su mayoría es muy buena.
Esa sociedad del bienestar y la democracia se ha dado gracias a una clase dirigente que lo ha hecho posible. Aunque veamos los defectos, si lo analizas, ves cómo la democracia liberal es una garantía de éxito. Haciendo comparativa te das cuenta de cómo las dos España se reconcilian con la Transición. ¿Hay veces que no han estado a la altura? Claro, igual que ocurre en las empresas, en el periodismo…
Le compro el argumento, pero no me ha respondido a la pregunta.
Vuelvo a insistir: tengo esa vocación. Es que no quiero dar un titular (bromea).
Tiene vocación política.
Vocación de servicio público. Que se puede desarrollar de muchas formas. Las cosas no se cambian solo desde la política. También desde la sociedad civil. Esa colaboración público-privada que se utiliza tanto es una magnífica combinación.
Las propias cofradías son un ejemplo: hacen un gran bien a la Iglesia porque fomentamos la espiritualidad, algo fundamental en una sociedad que puede caer en el materialismo. En ayuda a los demás somos un colectivo puntero. La malla social de las 41 cofradías, Fundación Lágrimas y Favores, Corinto... La vida social de Málaga gira en torno a las hermandades y crea comunidad.
¿Y ha recibido ofertas para entrar en política?
Sí, siempre.
¿De todos los partidos?
Variada. Lo que pasa que la respuesta siempre es la misma. No es que diga que no; es que no puedo decir que sí por las circunstancias que he explicado.
Me gustaría conocer su opinión sobre los grandes proyectos de la ciudad que están en marcha. ¿Qué le parece la Torre del Puerto?
Como ha dicho, es un proyecto de ciudad. Conceptualmente tiene que haber un consenso mayoritario y eso hay que trabajarlo. Objetivamente es muy interesante: desde el punto de vista económico va a generar puestos de trabajo. Hay que buscar el equilibrio con su impacto en el skyline. Tenemos que hacer una reflexión. La Catedral, Muelle 1 y Muelle 2, incluso los bloques de la Malagueta… Todo eso está integrado en el perfil de Málaga.
El AC sigue levantando ampollas.
Sí, pero era fruto de la necesidad de un momento en el que se anteponían las circunstancias al propio urbanismo. Tenemos que trasladarnos a los años 60. La gente no pensaba en la estética, lo que quería era vivir. En el caso de la Torre del Puerto, tenemos buscar el equilibro. Si miras el paisaje, tenemos la Fábrica de Cemento, las grúas o incluso una noria hasta hace no mucho. Objetivamente, creo que es bueno que venga un inversor. Además, va a ser para uso ciudadano, porque lo vamos a poder disfrutar malagueños y gente de fuera. Apelo siempre al consenso.
¿Ese consenso se tiene que proyectar a través de una consulta popular?
Creo que las consultas populares tienen que ser para cosas muy trascendentes. Las redes sociales y el mundo real no siempre responden de la misma forma. Hay que dimensionar. ¿Es un grupo concreto o una realidad absoluta? Cuando elegimos a nuestros representantes, lo hacemos para darle un voto de confianza. No se puede estar todo el día consultando todo. Estoy a favor de ellas, pero siempre y cuando vayamos en igualdad de conocimientos y no por emociones o por fobias personales. La sociedad no solo tiene que tener información, también tiene que ser crítica y analítica.
¿Qué prefiere, un bosque urbano o unas torres en los terrenos de Repsol?
Pueden convivir ambos proyectos. Ahí van a residir malagueños, por lo que al final hay que pensar en que la sociedad va a ocupar y disfrutar ese espacio. Ser exclusivo en uno u otro sentido no es acertado.
¿Le gusta el Moneo?
Sí, me gusta. Me parece un edifico icónico. Estéticamente podrá convencer más o menos, pero la obra ha sido realizada por Rafael Moneo, arquitecto conocido a nivel mundial y premio Pritzker. Estaba ese compromiso adquirido por las administraciones y se sigue respetando a La Mundial. Es verdad que se cambia la ubicación, pero no dejaba de ser un edificio privado que ahora se ha desplazado, reordenando la zona con un espacio pisable para los ciudadanos. Se ha buscado una solución.
¿Qué proyecto le gustaría implantar en Málaga si algún día fuera el alcalde de la ciudad?
No me lo he planteado (ríe). Solo me vuelco en las cosas que sé que voy a hacer.
Todos soñamos a lo grande.
Siempre soñé con una Málaga como la que tenemos ahora. Y eso lo ha conseguido este Ayuntamiento liderado por Paco de la Torre, que ha sabido en estos años sumar las voluntades de todas las administraciones y marcar un plan estratégico con luces largas. Los ciudadanos tenemos que entender que los proyectos tienen que ser de largo recorrido, aunque a corto plazo no guste. Seguro que cuando se hizo calle Larios, a finales del siglo XIX y se derribaron las casas, a la gente que vivía allí no les hizo ninguna gracia.
El futuro de Málaga pasa por su área metropolitana. Tiene que aspirar a ser la tercera ciudad de España y la mejor manera de lograrlo es pensando a lo grande. La capital lo ha conseguido, pero ahí tenemos Torremolinos, Alhaurín, Cártama, Rincón… Trabajaría para tener esa visión global, como han hecho Madrid y Barcelona. Eso va a permitir que seamos más eficientes en la gestión de recursos y un foco en la atracción de inversiones, con parques temáticos que generarán alegría, riqueza y trabajo.
Con esa reflexión, parece que su sitio está más en la Diputación.
Bueno, la Diputación tiene pocas competencias. Tendría que ser la Junta de Andalucía.
Quizá he enfocado mal la pregunta: ¿si fuera presidente de la Junta de Andalucía…?
Donde estoy, siempre intento influir. Me vuelco en los sitios porque creo que es la mejor manera de cambiar las cosas. Cada uno, desde la posición en la que esté. Lo importante es tener un concepto claro de lo que se quiere. Por mis responsabilidades, he tenido cercanía con el alcalde o Juanma Moreno; eso me ayuda a poder opinar y trasladar criterios.