Hace un año, Anna Yurystovska trabajaba como dentista en Dnipro, en el centro de Ucrania. Una ciudad preciosa que cuenta con el muelle más largo de Europa, ese por el que solía caminar junto a su marido, Álex, y sus hijas, Kseniia y Alina. Las pequeñas, además de estudiar, practicaban allí gimnasia rítmica a nivel profesional. Su marido y ella, por su parte, se dedicaban al sector dental. Ella, dentista y él cirujano maxilofacial. Su vida, que era normal, como la de cualquiera de los mortales, se vio nublada aquel 24 de febrero de 2022. Putin ordenaba a su ejército que invadiera Ucrania.
Anna y sus hijas viven, 365 días más tarde, en Málaga, la ciudad que les ha acogido durante la guerra. Pese a que los conflictos bélicos venían de mucho antes, allá por 2013, con los sucesos de Euromaidán (la Revolución de la Dignidad), Anna asegura que no creía en absoluto que "algo así" les estuviera tocando a una familia como ellos. De hecho, ese estado de shock no les dejó actuar hasta tres días después del inicio de la guerra, cuando hicieron las maletas y marcharon al oeste del país, a una zona que, en principio, era "segura" para ellos.
"Ya ha sido bombardeada en alguna ocasión. Ningún punto de Ucrania es seguro realmente", dice. De hecho, Dnipro, está sirviendo de refugio para muchos ucranianos estos días al ser una ciudad que aún no está tomada por los rusos. Sin embargo, esto no significa que sea segura, puesto que hace un mes 46 civiles murieron allí en uno de los ataques más grandes que se recuerdan desde el inicio de la guerra. La población teme a que durante la jornada de este primer aniversario puedan ser bombardeados de nuevo, porque a Putin "le gustan las fechas especiales".
Pese a que la familia de Anna recibió ayuda humanitaria durante los primeros días, en cuanto tuvo la oportunidad de marcharse con su familia a España, no lo dudó dos veces. Viajan con frecuencia y conocían el país bastante bien. "Mi marido es un gran conductor. Llegamos a España en abril del año pasado. Cruzamos Europa en cuatro días. Nos dejaban el camino libre cuando indicábamos que veníamos de Ucrania, algo que nos dio mucha seguridad", cuenta. Recuerda con especial angustia cómo sus hijas casi no hablaron en todo el viaje, no pusieron queja, no les quedaba otra opción. Dejaban atrás su casa, su vida, sus amigos, pero también al monstruo de la guerra. Anna se desgarra narrando cómo durante sus últimos días en Ucrania sus hijas temblaban de miedo hasta cuando dormían. "Han sufrido mucho estrés", lamenta.
No escatima en palabras bonitas para Málaga, que define, tal y como señala la bandera verde y morada, como la "muy hospitalaria". Pasaron sus primeros momentos con los Crooke Laguna, una familia que se dedica exactamente a lo mismo que ellos y que tiene su clínica dental en el Paseo de La Farola. Los conocieron en un grupo de dentistas a través de las redes sociales y estos no dudaron en ayudarles dándoles cobijo hasta que lograron una vivienda -ellos mismos les ayudaron en estos trámites-. También les donaron ropa y les guiaron por la ciudad para conseguir la documentación necesaria, puesto que si la burocracia no es sencilla para el local, mucho menos para el extranjero que no domina el idioma. "Vivimos varios meses con ellos y les estamos muy agradecidos. Fueron como una mano amiga por parte de completos extraños", declara.
Cuando lograron, al fin, los permisos de residencia y un lugar donde vivir, Anna recibe otro varapalo. Su marido, Álex, decide marcharse a Ucrania, donde cree que es "más útil". "No quise aceptarlo, pero con sus conocimientos y habilidades están salvando la vida a muchos militares. Cada persona que está en Ucrania es un héroe para nosotros, desde cada soldado hasta el propio Zelenski", explica.
Tras ello, Anna se quedaba sola en la ciudad con sus hijas, pero lejos de hundirse, se respaldó en sus hijas y estas, a su vez, en la gimnasia rítmica, su gran pasión. Anna descubrió que en el Club Deportivo Miralmar, situado en la avenida de Europa, en la zona oeste de la capital, aceptaban a gimnastas que vinieran de Ucrania. "Para mí son los mejores de Málaga. Las acogieron y, sin ir más lejos, Kseniia obtuvo el octavo puesto en el Campeonato de España", dice con orgullo. Para ella, los deportes son una gran distracción para todos los pequeños que han huido de la guerra y asegura que "no puede estar más agradecida" con el personal del club.
Las pequeñas ya están matriculadas en un colegio malagueño. Hasta el momento en el que lograron su permiso de residencia, entrenaban a diario en el club de gimnasia, pero solo acudían a estudiar a la escuela ucraniana los sábados. Anna, en cambio, se ha centrado en mejorar su español desde que llegó y está inscrita en la escuela oficial de idiomas de la ciudad. En sus propias palabras, "es el primer paso para trabajar como sanitario en Málaga". Espera poder acudir pronto a algún congreso de dentistas donde den conferencias en español.
Un año después de la invasión rusa, reconoce que le pueden las ganas de volver a casa, echa mucho de menos a Álex y asegura que en el momento que eso ocurra sus amigos de España tendrán allí las puertas abiertas. Sobre la situación actual en su país, igual que cree que "la victoria conjunta está cerca" con el apoyo internacional, opina que los países deben seguir ayudando a Ucrania enviándole más cargamento armamentístico. "Sentimos el apoyo de España muy cerca. Sánchez ha viajado allí pese al peligro que esto supone y sé que la reina Letizia también envió ayuda humanitaria", ha zanjado.
Más de 14.000 personas acogidas en Málaga
El relato de Anna es muy similar al de las más de 120.000 personas que han acudido a España para lograr refugio, la mayoría de ellas, niños y mujeres. Andalucía ha registrado un total de 22.600 permisos de protección temporal de los cuales 14.160 son de Málaga, que se ha convertido en la ciudad andaluza más solidaria con el pueblo ucraniano un año después del inicio del conflicto bélico, según los datos que aporta la Secretaría de Estado de Migraciones, que no incluyen el mes de febrero de 2023.
Según apuntan desde Cruz Roja, el alquiler de la vivienda, el empleo y el aprendizaje del idioma son los principales problemas con los que se topan estos refugiados ucranianos cuando llegan a Andalucía. En el caso de Málaga, concretamente, toma principal protagonismo la problemática de la vivienda.
Beli Páez, directora provincial de Intervención Social de Cruz Roja, señala que en esta ciudad se encuentran con "la dificultad de una baja oferta de viviendas en alquiler y un alto coste de aquellas existentes". Precisamente por este motivo, desde la institución están trabajando por ubicar a los refugiados en centros de localidades de la provincia y zonas rurales, fuera del centro urbano de la ciudad, donde los precios suben.