La trayectoria profesional de María Gámez ha estado marcada por tres pilares: romper los techos de cristal que se han interpuesto en su camino, entender la política como un “estado transitorio” y Málaga como punto de inicio y fin.
Este miércoles por la mañana llegó a su fin el último reto que esta hija de un farero malagueño asumió bajo la estricta discreción que la caracteriza. Gámez comparecía ante los medios de comunicación con semblante serio para anunciar su renuncia como directora general de la Guardia Civil, un cargo al que llegó en enero de 2020 y que la convirtió en la primera mujer en ostentarlo en los 175 años de historia que, por entonces, tenía el Cuerpo.
Ha sido, según sus palabras, una decisión “difícil”, pero la única posible después de que su marido recibiera una citación judicial para comparecer como investigado en un caso de corrupción vinculado a los ERE dentro del cual se investigan presuntos delitos de prevaricación, falsedad y malversación en la inyección por parte de la Junta de Andalucía de más de 36 millones de euros a una empresa de Linares.
Pero ese no es el único frente que Gámez tenía abierto en las últimas semanas. Otras dos tramas de corrupción, los conocidos como caso Mediador y caso Cuarteles, tienen al Cuerpo en el blanco de la diana tras la imputación de dos generales retirados.
Con su dimisión, explicó flanqueada por la cúpula del instituto armado, quiere salvaguardar dos propósitos para ella irrenunciables: proteger a su familia y a la Guardia Civil. “No voy a permitir que nadie pueda utilizar una cuestión personal para dañar” al Cuerpo ni al Gobierno de España, matizó antes de afirmar que se sentía “satisfecha y orgullosa” por el trabajo conseguido y subrayar que su carrera política siempre ha estado regida por los principios de “honestidad y responsabilidad”.
Una vida en Málaga
Aunque nació en Sanlúcar de Barrameda, la vida de Gámez ha estado marcada por Málaga y, más en concreto, por el barrio de la Victoria. Hija de un farero, la menor de una familia “modesta” de 11 hermanos, comenzó a formarse en la Escuela La Aneja Femenina y en el Colegio del Monte, un centro de monjas donde el 100% del alumnado eran niñas.
El antiguo COU lo cursó en Los Maristas y, tras destacar en Selectividad, estudió Derecho en la antigua facultad de El Palo, donde resaltó como una alumna brillante.
Tras licenciarse, opositó para técnico de la Administración Civil del Estado lo que le abrió las puertas para, entre 1996 y 2004, prestar servicio en varias delegaciones de la Junta de Andalucía en Sevilla y en Málaga.
Sus inicios profesionales estuvieron lejos de la política, aunque ayudaron a curtirse el perfil técnico que en 2004 la llevó a ser designada como delegada de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Administración autonómica, primero como independiente y más tarde como militante del PSOE.
En 2008, tomó posesión como delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía en Málaga, un cargo que mantuvo hasta 2011, cuando fue designada candidata del PSOE a la Alcaldía de la capital.
Las urnas refrendaron a Francisco de la Torre y la colocaron como jefa de la oposición en el Ayuntamiento. Sin embargo, perseveró en su empeño y volvió a intentarlo cuatro años después en las elecciones de 2015, con idéntico resultado.
Esta vez solo se mantuvo un año como portavoz de los socialistas en el Ayuntamiento. En septiembre de 2016, “por motivos personales”, regresó a su puesto como funcionaria del Cuerpo Superior de Administraciones Generales de la Junta.
Techos de cristal
La política malagueña estuvo fuera de los focos cerca de dos años, hasta que en julio de 2018, poco después de la llegada de Pedro Sánchez a Moncloa, se convirtió en la primera mujer subdelegada del Gobierno en la provincia de Málaga. En este puesto alcanzó proyección nacional con la gestión del caso Julen, el niño que murió tras caer en un pozo ilegal y que puso su rostro en las televisiones de todo el país durante varios días.
Lo abandonó sorpresivamente en enero de 2020 para romper otro techo de cristal y ponerse al frente de la Guardia Civil.
Si algo ha destacado de ella en estos años ha sido su perfil sumamente institucional y discreto, que no débil, como explicaba en una entrevista en El País: “Mandar significa firmeza, contundencia, decisión, y eso se puede hacer desde un modelo femenino. Ojalá muchos más hombres —creo que ya lo están haciendo— compartieran ese estilo de mando”.
Desde hace años, se presenta en redes sociales con el lema: “La política es un estado transitorio. La lucha por la justicia, una batalla permanente”. La duda ahora es si su futuro pasa por seguir librando su particular batalla por la justicia desde otro cargo institucional o si, de nuevo, intentará desligarse del mundo de la política.