Dice el proverbio que la fe mueve montañas, aunque bien podría hablar de cómo labra la suficiente paciencia para esperar cinco horas a pleno sol tirado en las calles del centro de Málaga el paso de uno de los ocho tronos que procesionan este Jueves Santo.
Los hay que vienen de fuera y los que son del barrio de toda la vida. Hay quien coge el testigo de sus padres y, tras muchos años asistiendo con ellos, vuelven hoy a sus hijos. Otros vienen por primera vez.
Son cientos las personas que desde primera hora abarrotan el centro de la ciudad para disfrutar del día grande de la Semana Santa malagueña. Por las calles, entre mareas humanas que doblan las esquinas con prisa y filas de sillas que se agolpan en los bordes dibujando un pasillo, se desprende tradición y fervor cofrade. Y Mena es el mayor exponente de ello.
Ya desde primera hora, ciento de personas se agolparon, primero en el Puerto y luego en la plaza de Fray Alonso de Santo Tomás, para ver el desembarco de La Legión y el posterior traslado del Cristo de Mena.
Carmen y Alejandro, madre e hijo, son dos de ellos. Llevan desde las 11.00 en la calle. Pudieron ver "de lejos" el traslado y, aprovechando que al acabar la zona comenzó a despejarse, se quedaron "para coger buen sitio".
Ambos son del barrio de la Trinidad. Carmen cuenta a EL ESPAÑOL de Málaga que solía ir a los aledaños de Santo Domingo cada año con sus padres y que ahora esta tradición la continúa orgullosa con su hijo.
Para las dos familias que están a escasos metros de ellos es la primera vez. Vienen de Jaén y Alicante y llevan desde las 15.00 en la puerta en la puerta del convento de Santo Domingo para ver la salida de Mena, programada para las 19.45. En ambas familias hay miembros que son legionarios por lo que, sin ser malagueños, sienten la procesión algo suya.
Por los aledaños de calle Especerías, que no espera la llegada del Cristo de Mena hasta, al menos, las 20.30, corretea Jayden disfrazado de legionario. Ha salido de casa este Jueves Santo así en honor a su abuelo, que fue legionario y falleció el pasado mes de enero. De hecho, el chapiri que viste es el que él utilizaba.
Lucas, el padre del pequeño, cuenta que ya nota que la misma pasión corre por sus venas. "Le encanta La Legión", asegura entre risas.
Ellos llevan desde las 09.00 esperando y están sorprendidos porque, según dicen, hay más gente que nunca. "Quizá haya sido la pandemia y la gente lo ha cogido con ganas", ironiza el padre.
Unos metros más adelante, un grupo de jóvenes espera sentados en el suelo. El lugar, dicen, no es casual. Tienen el sitio bien elegido para ver todas las procesiones en primera fila. Son algo más de las 16.00 y la primera en pasar no lo hará antes de las 19.00, pero esperarán como cada Jueves Santo porque, reconocen, temen quedarse "encerrados en el centro".
Todos son cofrades desde pequeños. Hay algunos de Dulce Nombre, Amor y Caridad, Nueva Esperanza… Viven la Semana Santa con fervor y en primera persona pero también hablan de que la muchedumbre este año es especialmente palpable. Paola asegura que está siendo "una locura".
"No había visto nada igual. O la gente se multiplica o las calles empequeñecen", dice entre risas, aunque es crítica con la ocupación del espacio público por "sillas vacías" desde bien temprano. De hecho, estas están prohibidas por el Ayuntamiento de la capital.
Según recoge el bando municipal, "con motivo de la masiva concurrencia de personas en las distintas calles por las que discurren los desfiles procesionales, queda prohibida en éstas la colocación de sillas plegables, sillas, sillones, mesas o cualquier otro mobiliario de carácter móvil u obstáculo no permanente sin autorización".
Según el texto, la Policía Local será la encargada de pedir a los infractores que las retiren o, en caso de negarse, será la administración quien lo haga. Sin embargo, a juicio de Paola, esto no sucede. "Deberían regularlo".