Una de las palabras que más me gusta de nuestra lengua es la palabra amigo. Me gusta decirla, escribirla. Su sonoridad y musicalidad. Enviarla en un correo, en un mensaje, en un WhatsApp. Nombrarla mientras abrazo a quien la recibe, hacerla acontecer para que así sea una realidad concreta que ayude a construir, de otra manera y con otros modos, lo real de lo que formamos parte. Siempre la utilizo con intención y exigencia, con la dimensión que merece y tiene.

En estos tiempos boscosos, en los que confundimos casi todo, llenamos nuestras vidas de extraños, de personas cuya intimidad desconocemos, que pasan por nuestras biografías sin pesar, con una levedad que, en realidad, lacera el propio sentido de la vida. La vida propia. La propia vida. La única que tenemos. Y lo que es mucho más complejo y complicado: la biografía de lo humano, la misma que se ha construido por cómo nos hemos ido relacionando y comunicando.

El progreso no consiste en si la última versión de ChatGPT será capaz de superar un guion de Nolan. El progreso se mide por el acomodo que les damos a las personas en nuestras relaciones y la amistad, posiblemente, sea el mejor termómetro para calibrarlo.

En este acontecer que transcurre entre pantallas y frases evidentes –no hay nada más peligroso que el terreno de lo obvio–, fáciles de replicar, que sólo buscan aumentar el redil del pensamiento monolítico, lo íntimo se ha convertido en esa aldea pequeña que resiste ante la estrategia de la exhibición perpetua y la divulgación de salón.

Ya lo dejó escrito Kundera, "tras la felicidad siempre se agazapa la sospecha". No quiero que penséis que reniego de ser feliz, en absoluto, dirijo cada movimiento de mi realidad a encontrarme en ella, a que los míos se encuentren en la felicidad, pero si la madurez me ha enseñado algo es que la felicidad es un estado de ánimo que se pelea desde el pensar, desde el hacer, desde el amar y, sobre todo, desde lo que solicita una distancia de aquello que no exija esfuerzo.

Todo acaba y empieza en lo cotidiano, todo cobra sentido e importancia en lo íntimo. Desde los imperios, hasta los exilios. Por eso es tan importante preservarlo y compartirlo con las personas que sabes que están y estarán. Que se quedan y se quedarán a pesar de quienes somos. La amistad es una relación tan profunda y sofisticada que solicita una generosidad en la que debemos querer perdernos para encontrarnos en el otro.