Si es usted seguidor de cuentas especializadas en turismo por Andalucía, probablemente habrá visto en las últimas semanas algunos vídeos virales de calles de Alhaurín de la Torre decoradas con coloridos techos de croché que hacen más bonito, pero también más fresco el municipio, pues aportan sombra que se agradecen en los días de calor. Tras estos techos, un grupo de mujeres a las que su propio pueblo conocen como las ganchilleras de Alhaurín de la Torre, un apodo que denota la gran pasión de estas por el croché. Llevan años apuntadas a un taller que capitanea Eva, su profesora, que las guía en el aprendizaje en función del nivel de cada una.

La aventura de tejer estos toldos tan llamativos comenzó hace cuatro años a petición del Área de Medioambiente del Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre. Los vecinos se quejaban de que los toldos de plástico que se colocaban en zonas peatonales provocaban aún más calor del que hacía. Entonces, le propusieron a Eva comenzar con el proyecto de croché de la mano del Área de Mayores. “Empezamos siete mujeres y ya somos cuarenta. Ha sido un crecimiento brutal y ya son como una familia”, declara, orgullosa de sus alumnas.

Y eso que en mitad del proyecto la pandemia, como al resto de españoles, les truncó todos sus planes. “Llevamos la pandemia bien. Yo iba a sus casas a llevarles material y cada una iba tejiendo por su parte”, explica. Sin embargo, pasados esos difíciles momentos y con total normalidad, se reúnen una vez a la semana en el centro del mayor del municipio malagueño.

Así ha quedado la calle Málaga.

Al comienzo del pasado curso, Eva tuvo que poner un límite de plazas, no cabían. Lo mejor de esta experiencia para la monitora es que mujeres que tienen un gran nivel tejiendo ayudan a otras que acaban de iniciarse. Entre ellas, se acompañan, se ayudan y se entretienen. Al final, gran parte de ellas son ancianas, muchas de ellas viudas, a las que un rato con nuevas amigas les recarga las pilas para el resto de la semana. “Pese a la edad que tienen, entre 47 y ochenta años, para mí, son mis niñas. Es inevitable. Y las he tenido hasta de 86. Ellas me vuelven loca a veces, pero la realidad es que más que enseñarles yo, ellas me enseñan a mí. Tengo a mujeres con mucho nivel”, dice Eva, esbozando una sonrisa.

Eva es limpiadora de aviones y compagina su trabajo principal con estas clases. Pese a que es natural de Almendralejo, se mudó con su marido a Alhaurín de la Torre, un pueblo del que se enamoró a primera vista en unas vacaciones. Aunque llega del trabajo, en muchas ocasiones, muy cansada, confiesa que merece la pena, porque aunque a veces se pisan hablando entre ellas y la reclaman demasiado, son muy receptivas y da gusto verlas aprender nuevas técnicas. “Hay veces que les digo que tienen que esperar porque estoy con otra compañera y me dicen que tienen prisa y que se van a poner en huelga. Ya ves tú... ¡la prisa que tendrán! Pero bueno, hay que quererlas”, confiesa entre risas. En su caso, Eva se aficionó al croché durante el tiempo que trabajó como vigilante. Los días se le hacían eternos y ese fue su apoyo. Ahora trata de trasladar su amor a la aguja a sus nuevas amigas.

Juanma Moreno las visitó hace unos meses.

La última novedad de estas ganchilleras es que cada vez manejan mejor WhatsApp, una app a través de la cual comparten patrones, conocen nuevas técnicas y quedan entre ellas para dar una vuelta o tomar algo. Eva las está modernizando porque cree que es algo clave en los tiempos que corren y que les sirve para vencer la soledad en muchos casos.

Los toldos

Los toldos están situados en las calles Málaga y Ermita de la localidad malagueña de Alhaurín de la Torre. Ambas son peatonales. Los diseños los eligen ellas mismas. Este año incluso han hecho un homenaje al Unicaja, club que las invitó a un partido durante la pasada temporada.

Para realizarlos, tejen durante todo el año, cada una a su ritmo. Cada trozo, de media, puede llevarles un par de meses. Hace algo más de un mes perdieron a una de las ganchilleras, Pepa, que estaba enferma. Ella era una de las alumnas más aventajadas de Eva. "Daba gusto verla. Era una máquina, en nueve meses, cuando algunas hacían un trocito del toldo, ella hacía catorce", declara la profesora. Para Pepa, el croché siempre fue una vía de escape incluso en sus largos ratos en el hospital.

Algunas chicas posan con un árbol.

Otro de los motivos por el que tejen durante todo el año, es que también crean los árboles que adornan el pueblo en Navidad. "También quedan muy bonitos. El año pasado presentamos dos. Yo, en pleno verano, ya estoy preparando el proyecto de Navidad. Si el Ayuntamiento de Alhaurín de la Torre me da el OK, yo me pongo a trabajar ya en la Navidad", manifiesta. La colaboración del Consistorio es fundamental, pues estas mujeres no tienen que pagar nada por hacer esta actividad, ni tampoco por otras que también tienen disponibles, como clases de informática o danza. "En otros sitios piden cuotas simbólicas de 30 euros, pero cuentan con esa suerte. Ellas no quieren ni descansar. Yo les digo que estoy muy liada en el aeropuerto en julio y agosto, y que no tengo tiempo, y les da igual, si por ellas fuera, no paraban", subraya Eva.

Así, la profesora reconoce que el alcalde, Joaquín Vilanova, y todo su equipo, están muy contentos con sus resultados, pues aunque todo empezó con una petición de Medioambiente, los toldos de las ganchilleras se han convertido en todo un reclamo turístico. "Nos han llamado para pedirnos que los hagamos para otros lugares del mundo. Querían una réplica para una aldea de Finlandia, pero huyen al oír los precios. Para nuestra tierra lo hacemos gratis, pero el croché tiene mucha mano de obra. Hay que pensar que una manta de dos por dos tejida se puede ir a los 300 euros... Imagina un toldo. Eso no lo entiende mucha gente. Más allá del material, la mano de obra y el cariño con el que se hace es realmente lo que más deben pagar", zanja.