Advertencia: este artículo está contraindicado para quienes sufran de ecoansiedad o misantropía. Está recomendado para los que piensen que es el momento de empezar a planificar de otra manera.
Con las cautelas necesarias y precisas hay que tomar la respuesta del motor de inteligencia artificial ChatGPT, quien deduce que el fin de Málaga será dentro de veinte años, en concreto en 2045. Ni que decir tiene, que todo depende de las variables que le hagamos considerar. Supongamos que acierta, al fin y al cabo no es un panorama tan diferente al que se viene observando desde distintos análisis científicos. En cualquier caso la cuestión trascendente es saber que hacer durante estas dos décadas para evitarlo. No es demasiado tiempo, pero sí el suficiente para empezar a arreglar esas goteras, y no de agua, que perturban ya nuestro entorno. Analicemos cuales pueden ser las causas, y en consecuencia podremos poner en marcha una terapia correcta.
En la historia de Málaga no han sido los tsunamis un fenómeno inaudito. Aquella anónima aldea bástula de la desembocadura del Guadalhorce, hoy en el Cerro del Villar, pudo ser borrada de la faz de nuestro entorno por un evento de estas características, como también lo hizo en el siglo cuarto otro que devastó la cercana Baelo Claudia. Más recientemente, el nueve de octubre de 1680, un gran terremoto seguido de una ola gigante que arrastró los barcos hasta la misma puerta del Santuario de la Victoria, asoló la ciudad y parte de la provincia.
Es lo que tiene vivir entre dos placas tectónicas, la africana y la europea, que van aproximándose lenta pero agresivamente, hasta que dentro de cinco millones de años cierren el Estrecho de Gibraltar. Hay un fundamentado runrún de que puede volver a suceder un cataclismo de estos en el litoral andaluz, y en algunas ciudades ya toman medidas para informar a la gente, ante tal severidad, qué hacer mediante señalética de lugares seguros.
No es difícil imaginar como una ola de cinco metros de altura afectaría a nuestra ciudad, sumergiendo cuanto está ocupado del verdadero dominio público marítimo-terrestre, y ante la fuerza descomunal de estas embestidas marinas arrasando hasta dos kilómetros al interior cuanto sea efímero, pequeño o ligero ¿Estamos haciendo algo para evitarlo?
Otros fenómenos que han provocado grandes catástrofes en la ciudad y su entorno han sido ‘apagones solares’, inducidos por el decaimiento de las manchas solares, como durante la Pequeña Edad de Hielo que sin tener un efecto tan intenso como en la mayor parte de Europa, dejó notarse en gélidos veranos.
O como aquella quincena sin sol, debida a la más reciente gran erupción del Etna que trajo hasta nuestro cielo, tal vez ayudado por fuertes vientos de levante, una enorme cantidad de polvo volcánico que evitaba la llegada de la luz a la tierra, arruinando cosechas y dando paso a hambrunas. ¿Estamos haciendo algo para evitarlo?
Pero, sin lugar a duda, es el repentino calentamiento global lo que más intensifica nuestras debilidades. Lo estamos palpando con la sequía que ya supera el concepto de cíclica, para empezar a ser crónica. Según las predicciones se preveía una reducción de lluvias para mitad de siglo, pero se acelera más de lo esperado.
Basta repasar la historia malacitana de estos dos milenios para ser conscientes de que los períodos de escasez de lluvias, cuando se han asentado por decenios, han conllevado a despoblamiento y pobreza, más aun cuando como ahora se pide más agua para moribundos aguacates y mangos, mientras la población sufre restricciones que serán cada vez más severas ¿Estamos haciendo algo para evitarlo?
Pero el sobrecalentamiento actual puede tener otras consecuencias, también drásticas, para acabar dando la razón a ChatGPT. De seguir batiendo récords termométricos en los próximos años, como ha ocurrido este, los veranos devoradores de la primavera y el otoño llegarán al extremo de ser insoportables física y psicológicamente. Olas de calor y noches tropicales, junto a la Isla de Calor Urbana, conforman una cúpula sobre nuestras cabezas, que imposibilitará ese confort climático por el que somos tan deseados en todo el mundo.
Pero bajo nuestros pies parece que el panorama no será mejor. El agotamiento de las aguas subterráneas y la evaporación por calor del agua del subsuelo, ponen en riesgo toda esa subciudad de redes de abastecimiento, saneamiento, telecomunicaciones e incluso de movilidad ¿Estamos haciendo algo para evitarlo?
Podríamos seguir enumerando amenazas, desde incendios de sexta generación o el aumento del nivel del mar, hasta el impacto de meteoroides cuya colisión con la superficie terrestre ya provocó grandes extinciones a lo largo de la historia geológica, incluso de la humanidad con la desaparición de algunas culturas.
En resumen, se ciernen amenazas sobre nuestras debilidades, que podrían dar la razón a la concluyente afirmación de la Inteligencia Artificial. Lo que está claro es que si permanecemos dormidos en los brazos de Morfeo, soñando en que creceremos cada vez más y más, las debilidades se convertirán en torpe inconsistencia. Entonces los malagueños de 2045 se preguntarán ¿Por qué los gobernantes de 2023 no hicieron nada?