Málaga es cultura, más allá de Picasso y Antonio Banderas. Es habitual perderse en la grandiosidad, olvidando las precisas pinceladas de las pequeñas obras. El Festival Autóctonxs II -en el Teatro Soho del 22 al 25 de febrero- acercará el espectador al arte más casero, más vivo. Violeta Sarabia es una artista emergente, psicóloga y malagueña; que, bajo el nombre de Muermo, compartirá su música en este evento.
Violeta Sarabia eres tú. Y Muermo es tu nombre artístico, ¿de dónde viene?
La palabra Muermo me hace gracia. Leyendo ese nombre tienes las expectativas bajas, puedes pensar que lo que hago será un muermo literalmente y, a partir de ahí, solo mejorará tu opinión. Además, me gusta separar identidades; Violeta Sarabia es mi parte más formal, porque también soy psicóloga y escritora. Quiero diferenciar mi lado académico de mi versión más canallita o musical.
Un muermo puede ser algo relajante también, que te ayude a dormir.
Claro. Me gusta la idea del éxtasis que da cuando estás colocado. Te quedas medio dormido. Tiene varios significados. Yo siempre estoy conectando cosas que aparentemente no tienen mucha relación. Pero, definitivamente, lo que hago no es para acabar frito, ni mucho menos -entre risas-. Va todo ligado al estado de paz y de colocón, cuando estás bajo una sustancia.
Eres multidisciplinar pero, ¿en qué rama artística te sientes más identificada?
Voy cambiando. He tenido etapas que solo me he dedicado a la música, como intérprete y compositora. En otros momentos me he focalizado más en la fotografía o en escribir… Para todo a la vez no hay tiempo, y la inspiración va cambiando. A veces expresarme mediante el dibujo o la pintura concuerda más con cómo me siento, en otras ocasiones elijo la música o la escritura. No me encasillo en nada, pero digamos que escribir es lo que llevo manteniendo durante más tiempo, empecé con ocho años.
La literatura es un arte que se acopla en todo. La literatura está en todas partes.
Sí, muy buen apunte. La literatura está presente en todo. Cuando haces música, incluso si no escribes una letra, la melodía habla por si sola. El núcleo está en la narrativa, todos los artistas contamos historias, de una forma u otra.
El pasado 30 de enero, Violeta Sarabia estrenó en el Contenedor Cultural de la UMA su primer mediometraje, al que puso banda sonora en directo. Su obra tiene el nombre de Tiovivo, película muda que superpone cintas de video de escenas de vida reales; un mejunje caótico que logra una narrativa fluida, a través de la música y subtítulos poéticos.
¿En quién te inspiraste para poner música en directo a una película?
En un pianista malagueño que se llama José Carrá. Hará dos o tres años, en el Albéniz, él interpretó en directo la banda sonora de Nosferatu a piano. Carrá usaba también algunos cacharros para representar sonidos de truenos. Aquello me llenó tanto que quise hacer ese mismo tipo de espectáculo.
Pero, tú te lo llevas a tu terreno, ¿no? Utilizas como instrumento un trenecito de juguete, un látigo, una cámara… Para ti la música es algo muy plural.
La música es un juego, como algunos de los instrumentos que llevo. El trenecito y la caja de música son de cuando era un bebé. Me gusta mucho darle uso a lo que tenemos, a aquellas cosas que guardamos con aprecio. Además también intento innovar, como instrumento llevo tanto un látigo como una armónica. Por supuesto, no puede fatar mi omnichord, instrumento japonés del año 81; se lanzó como un juguete, pero tiene un uso y capacidad que la gente no explora demasiado. Muchos de estos artilugios que he nombrado los conecto con pedales, así saco un sonido diferente al sintetizarlos.
En cuanto a la música, ¿eres autodidacta? Porque este instrumento japonés imagino que no se enseña en escuelas.
Yo soy autodidacta en todo. Tampoco me enorgullezco, pero no sé solfeo, no entiendo de teoría musical. Compongo de oído y, como no sé escribir canciones, las grabo con el móvil. Cada instrumento te ofrece una particularidad, tienes que hacerte a él. Por mucho que tengas la base teórica, al final yo creo que todo el mundo termina siendo un poco autodidacta. Aprender es un proceso de exploración, es encontrarte tú a solas con el instrumento.
En el coloquio que hubo en el Contenedor Cultural, tras el visionado del mediometraje, comentaste que los subtítulos de la película eran frases de diferentes libros y autores, ¿qué sientes que tienen todos estos escritores en común?
Empecé a relacionar fragmentos subrayados de obras literarias con imágenes que vi en los clips de vídeos, y empecé a encajarlos. Me di cuenta de que aunque los autores fueran muy diversos, siempre llegaban a las mismas conclusiones, hablaban de lo mismo. En la película aparecen vivencias reales de la infancia de diferentes personas, cada uno en su propia circunstancia, pero al final todo se repite. Con los textos cualquiera piensa que el guión lo ha escrito solo una persona, porque todo guarda un mismo sentido.
¿Qué mensajes intentas transmitir con tu arte?
Me gustaría rescatar la colectividad, se está perdiendo desde hace bastante tiempo, si es que alguna vez la hubo. Vivimos inmersos en un capitalismo muy competitivo, siempre tenemos que ser únicos y mejores. En la película, todas las personas que aparecen acaban haciendo lo mismo, al final todos somos iguales. No existe ni raza, ni género, ni cultura; somos humanos. Intento que ese sea mi mensaje nuclear, para quien lo quiera captar. Y si alguien no lo entiende, no pasa nada, lo que hago es abstracto. Busco que cada uno sienta sus propias emociones.
Eres artista, pero también estudias psicología. ¿Te da miedo dedicarte solo al arte y tomas lo otro como un “plan b” más estable?
Lo integro. Ahora mismo estoy haciendo un máster, porque ya hice la carrera hace unos años. Quiero dedicarme a ello, pero no a tiempo completo, soy una persona que no puede parar de hacer cosas, tengo vocación por la psicología y por el arte. Además creo que hay una relación estrecha entre ambas cosas. La cultura es una medicina contra la depresión, no los ansiolíticos, estoy bastante en contra de ellos.
¿En Málaga hay oportunidades de ser artista y vivir de ello?
Sí, pero tienes que acercarte a las personas correctas. Los contactos son casi el 80% del trabajo, aunque reboses talento necesitas darte a conocer. En Málaga hay espacios, sí, pero lo gestionan personas muy concretas y, si no estás dentro de ese círculo, es complicado acceder. Aunque un proyecto potente te puede ubicar, eso es lo que me ha pasado a mí con Alessandra (directora de Autóctonxs y programadora del Contenedor Cultural).
¿Por qué tantos malagueños se mudan a Madrid para vivir su sueño de ser artista?
Málaga se les puede quedar pequeña, ellos tienen más inquietudes. Esta no es una ciudad excesivamente grande. Siempre existe ansia por descubrir la capital, al fin y al cabo, Madrid ofrece oportunidades más a lo grande. Aunque gente que conozco se ha tenido que volver de allí, o porque sus expectativas eran demasiado altas, o porque la ciudad se los ha comido. En aquellos entornos se puede masticar la competitividad.
El 23 de febrero actúas en el Teatro Soho, haciendo una improvisación. ¿Lo tienes controlado?
Una improvisación es algo a lo que te enfrentas por primera vez. Tengo memorizadas algunas pautas, tampoco quería ofrecer a la audiencia algo descontrolado. Junto a mí, bailará Nerea; ella interpretará lo que esté sonando, dejándose llevar por el ritmo y sus emociones.
¿Cuáles instrumentos tienes pensado tocar?
Más o menos los que usé en el Contenedor Cultural para la peli. Quizá menos, por el reducido espacio. El látigo lo dejaré en casa, porque va a ser en el Hall (vestíbulo del Teatro Soho) y no quiero que haya heridos -risas-. Una de las ideas de Autóctonxs es la de ocupar diferentes espacios del teatro, para acercarnos a los espectadores.