Si eres de los que gusta de las emociones fuertes, al tiempo que aprecia recorrer las calles estrechas de un típico pueblo andaluz, esta visita es del todo recomendable. A poco más de una hora y media de Málaga capital se localiza el pequeño municipio de Canillas de Aceituno, que pese a su dilatada historia, es reconocida en los últimos años por el gran puente colgante de madera, situado a 50 metros de altura.
Abierta a finales de 2020, la pasarela peatonal se ha convertido en un elemento atractor de decenas de miles de personas todos los años. Con apenas 50 metros de longitud y 1,20 metros de ancho, la estructura cuelga sobre el cauce del río Almanchares.
Este puente colgante forma parte de la ruta senderista de El Saltillo, que conecta Canillas de Aceituno con el pueblo vecino de Sedella y con la Gran Senda de Málaga. Se sitúa en pleno Parque Natural de Sierras Tejeda, Almijara y Alhama. Uno de los atractivos de esta senda es que se encuentra cerca de La Maroma, el pico más elevado de la provincia de Málaga.
Apodada como El Caminito del Rey de la Axarquía, la ruta transcurre junto a una acequia y cruza el barranco del río Almanchares, donde está ubicado el famoso puente colgante, uno de los tres puentes colgantes más grandes de España.
El nombre de Canillas de Aceituno tiene sus raíces etimológicas en el vocablo latino Cann-illae (zona de cañaverales) y del vocablo árabe Azeytuni (seda tejida y teñida) siendo la producción y el comercio de la seda la actividad más productiva que los musulmanes desarrollaron en la zona. Las primeras noticias que se tienen de su historia corresponden a la presencia árabe, en la que se creó el primitivo núcleo de población.
El pueblo, situado en la comarca de la Axarquía, puede presumir, además, de una importante oferta gastronómica, con el chivo como gran protagonista. Entre los negocios hosteleros existentes, es conocido a nivel provincial La Sociedad, considerado por algunos como "la meca" del chivo lechal.
El origen de este negocio se remonta al año 1949, cuando José Aguilera y Encarnación Romero decidieron transformar un antiguo establecimiento, que era utilizado por "la gente pudiente" para disfrutar de largas tardes de café y charlas. La Sociedad fue la primera casa de comidas de la localidad.