Aún no se ha esclarecido el cielo y traspasa las puertas del pasillo interno una trabajadora. Con ropa de calle, rubia y poco más de 50 años. A simple vista, seria. Pero solo basta conversar con ella para ver que esta cualidad que se le puede atribuir en primera instancia es completamente falsa. Antes de nada, enciende su ordenador. Es Josefa Medina, o Pepi, y lleva trabajando dos décadas en el Servicio Andaluz de Salud (SAS). Ahora, ya tiene su plaza en esta área. Tranquila por "no estar pendiente al teléfono".
-"Buenos días, bonita, ¿cómo estás?"
-"Mírame, resfriada y malísima".
-"Ay, mi Pepi", dice una compañera con pelo castaño y recogido, cargada de bolsas que posa en el suelo para abrazar a su compañera.
Es Francisca Lourdes Benítez, o Paqui Lu, la siguiente en adentrarse en el largo pasillo. A priori. Casi los mismos años que Pepi en el SAS. Y de las más veteranas en el Hospital Valle del Guadalhorce (HVG). "Llevo seis años". El caos reina en la mesa de su ordenador al posar sobre ella las bolsas que cargaba. Cambio de outfit y comienza a funcionar cual robot activado. Ordena la vorágine y enciende el ordenador. "Va lentillo".
Por arte de magia aparece Carmen Álvarez. Limpiándose las manos con un trozo de papel del que hay dentro de las consultas. "Llevo aquí desde al menos cuatro". Ya con el uniforme puesto, la consulta preparada y recién desayunada. El tiempo es oro y ella no lo había desperdiciado. 30 años lleva Carmen practicando la profesión. La más longeva en el campo sanitario, no en el hospital malagueño.
Le apasiona "vivir la medicina en primer plano". Tiene incluso una especialidad en críticos. Pero la vida puede cambiar en un instante. Un aparatoso accidente de tráfico hace que arrastre un problema de espalda desde hace unos años. Su condición física tira por la borda 20 años en Urgencias y el área de consultas. Al final, la dinámica es muy diferente. Hay mucha diferencia entre los pacientes que llegan a un área u otra. En consultas puedes tener una visión de lo que el paciente necesita. En Urgencias, no.
Aún el equipo no está completo. Pero no tardan en llegar cuando Paqui Lu pregunta por ellas. Como el dicho: De ti hablarán y por la puerta aparecerás. Son Mónica Hidalgo y Belén Gallardo. La primera ha tenido contratos en la mayoría de los hospitales de Málaga. Vive en Cártama y tarda en llegar lo mismo que el/la facultativo/a emplea en una anamnesis. La segunda llegó al HVG hace más de tres años, después de vagar por los centros de salud.
El método de trabajo es similar para todas. Y la rutina es diaria. Mucha monotonía. Repiten cada mañana una y otra vez los mismos pasos. Una lista de mandamientos grabados en sus cabezas. Como si las programaran. El primer paso para que todo vaya viento en popa es el cambio de uniforme. Azules, por cierto. Antes de que lleguen los facultativos, preparan la consulta. No a su gusto, sino en función de las necesidades. Si requieren de material, al comienzo del pasillo hay un pequeño almacén que sirve como rescate.
Turno de mañana
Turno de mañana, de 08:00 a 15:00 horas. El horario ideal para cualquier trabajador promedio en España. Las consultas no inician hasta las 09:00. El corto lapso de tiempo que les sobra a las TCAE (Técnico/a en Cuidados Auxiliares de Enfermería) lo aprovechan para desayunar. Y charlar, antes de comenzar la rutina. Nadie se va sin avisar, se esperan entre ellas. Lo hacen en una pequeña habitación fuera del pasillo interno. Con una mesa en el centro y ocho sillas que la rodean. Una encimera con fregadero y cafetera junto a una estantería en la que están las tostadoras.
La mesa es el centro de diversos temas. El asunto que repasan es la infancia. Un ratito que aprovechan para recordar, reír y disfrutar juntas. La actividad dentro de las consultas no les permitirá mediar palabra hasta que acaben la jornada laboral. Recogen y vuelta al ruedo.
Cada profesional tiene asignada su consulta. Aunque están sujetas a cambio. Por la mañana repasan el planning que se posa sobre la pared blanca del pasillo. Es el recordatorio. Cuando llegan de reponer fuerzas, aunque todavía no las han gastado, en algunas de las consultas ya está el/la facultativo/a. Como en la de Belén y Paqui, quienes saludan amablemente a quiénes van a ser sus compañeros de trabajo durante el día.
Saludan amablemente a quiénes van a ser sus compañeros de trabajo durante el día. Los facultativos sí rotan. Y sí, cada día empeñan su labor en un centro distinto. Cada uno posee una especialidad distinta. Sin embargo, el trato con las TCAE es especial. Son muchas horas trabajando a la par y en equipo. Se preguntan por las familias, por la semana… Al final se crea un vínculo. Son las personas con quienes más horas pasan al día.
-"Hola, chicaaaaas", resuena una potente y alegre voz al fondo del pasillo.
-"Hola, guapa", dicen Paqui, Belén y Mónica, juntas en la mesa de la primera.
-"Belén, me ha dicho la super que me quedo yo hoy en cardio y te vayas tú al otro pasillo".
Es Cristina Martín. Tras 18 años en el Hospital Costa del Sol, Marbella, aquí solo lleva meses. Lo bueno del cambio es "la carretera, lo que principalmente me hizo proponérmelo". Cristina es madre, como la mayoría de las compañeras. La cercanía entre el trabajo y el hogar le permite disfrutar de sus pequeñas por la mañana. Algo que meses atrás no podía hacer y que para cualquier madre es un duro golpe. "Antes dependía de una señora que venía a mi casa".
Con el mono de trabajo puesto y el/la facultativo/a llamando a los primeros pacientes de la mañana, la función de las TCAE comienza. "Tomamos tensión, acomodamos al paciente en la consulta, damos cita y solucionamos problemas". El orden reina en el pasillo. Cada TCAE, a su consulta. Como zapatero, a sus zapatos. Excepto Pepi. Su consulta no atenderá a pacientes. Como no le han asignado una nueva, aprovecha para adelantar trabajo. Es una profesión en la que siempre hay una tarea que realizar.
Rosario Rodríguez, o Charo, enfermera. "Hice magisterio, jardín de infancia y luego me cambié a enfermería". Trabaja codo con codo con Cristina. En cardiología. Ambas sentadas frente a frente. Y esperan las indicaciones que la facultativa en este caso les dé sobre el paciente que hay dentro de la consulta. A Mónica se le escucha pregonar la prueba como si fuese una tenor de ópera. Se la sabe de memoria. Llegaría a su casa y seguiría dando indicaciones.
Belén sigue en el otro pasillo. No está muy cómoda allí. Mientras tanto, en su consulta principal, un compañero de mantenimiento arregla el ecógrafo. Aprovecha que no ha empezado la consulta para inspeccionar el aparato. Pero necesita la atención de Belén para darle varios consejos cuando vaya a utilizarlo de nuevo. Tras atender a la explicación del joven sin pelos y con gafas, la profesional vuelve al pasillo en el que le tocó atender.
Cuando todo funciona, el pasillo está desierto. Solo Pepi permanece en su mesa. Y Paqui sale cinco minutos después. "Los cuatro primeros pacientes no me han venido". En ese momento aparece por la puerta un muchacho de grandes dimensiones y musculoso. El uniforme no es de TCAE, enfermero o médico. Y la porra que asoma por su torso no hace pensar que pertenezca a la plantilla de sanitarios. Es el guarda de seguridad David. Saluda a Pepi, anda unos metros y se para en la mesa de Paqui. "¿Qué haces chiquilla?".
-"Niñas, ¿cómo vais?", interrumpen desde la puerta del pasillo interno que da a la zona de pacientes.
-"Bien, bien".
-"Bien, gracias".
"Olé, ustedes".
Es Fuensanta Macías. Con su alegría característica, entra al pasillo para animar la mañana. "Santi es el timón de nuestro barco". Ella es celadora. Pelo rizado y rubio. Calcetines exóticos. Es la alegría en estado puro. Está en el mostrador del área de consultas. Desde primera hora de la mañana ya está modus operandi para indicar a los pacientes. Se conoce en qué pasillo, de los tres que conforman esta área, está cada consulta. Un GPS humano. Siempre trabaja de manera muy dinámica, alegre y solidaria. Lo sabe todo. Es la que con más pacientes trata. Muchísimos. No paran de llegar. "Uf, otra vez hay cola, veremos a ver". Manos a la cabeza y para afuera otra vez.
Como un cambio en un partido de fútbol, sale Santi y entra Cristina. No la TCAE, sino la supervisora. Es decir, la jefa. "Es súper buena, diplomática y amable". Parece que trae mercancía en las manos. Apoya la caja de cartón, algo pachucha, en la mesa de Paqui. Como su propio nombre indica, es la que supervisa la labor de las TCAE. La encargada de organizar el planning mensual que todas observan cada mañana.
-"¿Os hace falta algo?"
-"Si tienes, déjame ibuprofenos y paracetamol. Hazme también un parte para rollos de camillas".
-"Listo apuntado".
-"Gracias".
-"A ti, me voy rápido. Que me están esperando".
Unión
A este grupo de profesionales se le caracteriza la unión entre ellas. El equipo humano se consolida con el paso del tiempo. Solo hay que observar las formas en las que se miran, se prestan ayudan y se hablan. "Al igual que yo (Paqui) pedí venir aquí, otras compañeras están haciendo lo mismo".
Es un centro universitario que para aquellos profesionales que viven en los pueblos cercanos es un lugar ideal. Es otro método de trabajo. Al ser un hospital de nueva creación, 2015, la dinámica es diferente a su central principal, el Hospital Virgen de la Victoria.
Después de atender a una media de 15-25 pacientes durante la mañana, gastar el rollo de la camilla, solucionar problemas de citas canceladas y reclamaciones y recoger la consulta, fin. Suena a trabajo fácil, pero son siete horas al pie del cañón. De tú a tú con la gente. Una profesión en cierta manera mal pagada. Pero reconocida por los pacientes. Una de las tantas que visita estas consultas dejó a Pepi varias bolsas de naranja, mandarinas y huevos. A modo de agradecimiento por su labor. Son sentimientos encontrados.
Sin embargo, a Paqui le "gratifica poder ir a trabajar". A Belén le gusta "el trato con los pacientes y ayudar a los demás". Mónica "está agradecida y contenta". Pepi, "bien, muy bien". Cristina "tiene muchas ganas de aprender" en este nuevo hospital. Charo, "desde chiquitilla decía que quería ser enfermera para llevar la bata blanca". Sólo hay una cosa clara. La vocación, aquí, no se negocia.
Pablo Benítez Benítez es estudiante de la Facultad de Periodismo en la Universidad de Málaga y participa en la sección La cantera periodística de la UMA a través de la cual EL ESPAÑOL de Málaga da su primera oportunidad a los jóvenes talentos.