Una noche en la Feria de Málaga con el Grupo Gotham de la Policía Nacional: “Esto es la Navidad de los malos”
EL ESPAÑOL de Málaga pasa una madrugada observando el trabajo de los policías de paisano. La jornada acaba con un detenido por agresión sexual y dieciséis identificados.
21 agosto, 2024 05:00Noticias relacionadas
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Domingo, 18 de agosto de 2024. Son las diez de la noche de la segunda jornada de la Feria de Málaga. Decenas de jóvenes caminan por las calles de Cruz de Humilladero buscando el Real Cortijo de Torres para llevarse a casa una de esas noches para recordar. La mayoría llevan botellas y bolsas de hielo para arrancar la noche con los amigos en la Explanada de la Juventud y luego marcharse a bailar a las casetas.
El jaleo de sus risas y sus ganas de fiesta contrastan con el silencio que hay en el interior de la Comisaría Provincial de Málaga. La mayoría de las unidades están ya desplegadas en la Feria, pocos despachos quedan con luz a esta hora. Solo en uno la puerta está de par en par y se oyen las voces de varios hombres.
Es el despacho del Grupo Gotham, que se encarga de velar por la ciudad en noches en las que se celebra la Feria, pero también en esas en las que toda la ciudad duerme. El nombre del grupo viene de la ciudad en la que Batman y sus aliados luchan contra los criminales que pueblan sus calles.
Aunque Batman acostumbraba a vestir capa y máscara, en el interior del despacho no hay rastro de ningún uniforme azul marino, como acostumbran los policías nacionales. Los seis agentes que trabajan esta noche visten zapatillas, camisetas de manga corta, e incluso algunos llevan bermudas. Uno lleva un calcetín de cada color. Cualquiera de ellos podría formar parte de uno de esos grupos que bajaban a la feria.
Están organizando cómo se van a repartir durante la noche y cómo se van a coordinar con el resto de unidades que están ya en el Real. Ellos se encargan, principalmente, de infiltrarse entre la multitud y poner el ojo donde nadie suele mirar para evitar, principalmente, delitos patrimoniales. Es decir, hurtos o los robos con fuerza, aunque también actúan en casos de peleas y agresiones sexuales. "Nuestro objetivo es darle la solución más rápida al problema en el momento. Intentamos cazar al malo lo más rápido que podemos", dice uno de ellos, mientras que el resto se asegura de llevar bien colocado el chaleco antibalas bajo la camiseta para que este se perciba lo menos posible.
El jefe del grupo está de vacaciones. Por ello, el siguiente agente con más antigüedad, Adrián (nombre ficticio), es el responsable de que nada falle esta noche. Les ha indicado a sus compañeros cómo deben repartirse en los coches en los que van a trasladarse al Real y dónde deben recogerlos.
También les explica cuál es la misión esa noche, más allá de todos los incidentes que vayan ocurriendo a lo largo de la jornada en los que tendrán que mediar. Al parecer, desde la noche del sábado, hasta la una de la tarde del domingo se han denunciado en comisaría unos cuarenta hurtos de móviles, una cifra que creen que irá en aumento conforme la semana vaya transcurriendo.
No es la primera vez que alguna banda organizada viene de puntos como Madrid o Barcelona para hacer su agosto, nunca mejor dicho, en la Feria de Málaga. "Les renta venir una semana y media. Son profesionales que solo viajan hasta aquí para robar", explican desde el Grupo Gotham. Identificarles entre la multitud es muy complicado, porque principalmente trabajan en la zona del botellón, un espacio muy amplio donde se acumulan miles de personas cada noche.
También hablan de unos siete u ocho robos con violencia a última hora de la noche del sábado en los alrededores del Palacio de Congresos. Las víctimas, normalmente, jóvenes vulnerables en un evidente estado de embriaguez. 'Los malos', así llaman ellos a los delincuentes, aprovechan esa situación para desvalijarles.
"En la Feria de Málaga todo se multiplica. Cada año todo va a peor. Esta semana aumentan siempre los hurtos, las agresiones, los robos en establecimientos... Esto es la Navidad de los malos", dice uno de los agentes, que es el tándem de Adrián, resignado ante el poco civismo de la sociedad actual.
De la misma forma, Adrián añade que afortunadamente el operativo de la Feria de Málaga cada noche es muy extenso. "Normalmente no tenemos tanta capacidad de reacción. En la Feria, en cada esquina hay una unidad y tardamos literalmente treinta segundos en movernos, hacia un lado o hacia otro, si somos necesarios", declara.
Adrián y su compañero bajan al parking del edificio. Ya son más de las diez y media. El resto se ha ido en busca de otros coches y saben que se reunirán con ellos en la portada de la avenida de Las Malagueñas. Allí todos los cuerpos tienen una carpa que sirve como punto de encuentro de todos ellos.
A las once está previsto un briefing justo allí. Se trata de una reunión en la que se coordinan a su vez con otras unidades como la Unidad de Prevención y Reacción (U.P.R) y las Unidades de Intervención Policial (U.I.P), encargadas principalmente de velar por el orden público. En el camino, algunos compañeros de la Policía Local llaman a Adrián para conocer en qué zonas iban a trabajar durante la madrugada. "¡Buen servicio lo que queda noche, compañeros!", les dice Adrián al colgar.
Una vez en la feria, Adrián explica a este periódico que el briefing es fundamental cuando se trabaja con compañeros que no conocen. "Los míos sé cómo trabajan, solo conozco a mi grupo, pero no sé cómo se organiza la Policía Local y otras unidades. Además, hay quien no está acostumbrado a trabajar en estas circunstancias. Es complicado de encajar, pero al final se hace. El objetivo principal es mejorar todo lo que podamos subsanando errores que hayamos podido cometer con anterioridad".
Cuando aún no son ni las once y cuarto, comienzan lo que uno de los agentes denomina como "los efectos secundarios" de la Feria de Málaga por culpa del alcohol. Un joven no entiende que no puede estar hablando por teléfono en la rampa de acceso de los vehículos de emergencias al Real. Los agentes preguntan si tiene algún problema y este les pregunta, en tono chulesco, si es que ellos lo tienen con él. Aunque a regañadientes, acaba accediendo, mientras que uno de los agentes tiene que respirar un par de veces profundamente.
Otro de los policías cuenta a raíz del encontronazo que, camino del Real, se fijó en un varón que vagaba solo por los alrededores de una zona de estacionamiento próxima al Real. No le daba buena espina. "Cuando le he preguntado qué hacía, me había dicho que acababa de salir de los calabozos. Llevaba una gorra, andando en solitario, alrededor de vehículos. Veremos cómo acaba hoy...", lamenta.
El coordinador del servicio provincial de la Policía Nacional va de un lado para otro observando que todo esté en orden antes de que empiecen las horas de más movimiento. Esa noche no estará trabajando el dron de la Policía Nacional, pero en otras ocasiones, según cuenta, es una gran herramienta, sobre todo, cuando se producen riñas en el interior de una caseta. Tiene un foco que señala al punto donde se esté dando la pelea y es capaz de perseguir al implicado en una agresión para facilitar las labores de detención.
"Leones, al ataque"
A las once y media se ponen en marcha. "Leones, a la caza", dice Adrián a su grupo, que esta noche contará con el apoyo de una pareja de agentes de la Policía Nacional que trabaja en la zona oeste de Málaga. Ellos suelen administrar las denuncias que llegan y no están acostumbrados a este trabajo, pero durante la Feria de Málaga siempre se apoyan entre todos para lograr mejores resultados.
Acceden a la zona de las casetas por la calle más cercana al botellón y se despliegan por parejas. Van todos separados, pero sus ojos no pierden de vista a aquellos que no concuerdan con la estampa feriante. "Suena feo decirlo, pero trabajamos con estereotipos. Después de tantos años trabajando, sabemos quiénes son nuestros 'clientes' porque responden a unas características determinadas", dice uno de los agentes.
Un agente presta especial atención a las "casetas reconvertidas", casetas que antes pertenecían a peñas y que ahora han sido alquiladas a discotecas. "Es triste porque antes había solo una calle de fiesta y el resto estaba destinado al ambiente familiar. Sin embargo, ya todas tienen este tipo de casetas donde se reúne lo más chungo y es más difícil para nosotros, porque no queda todo tan acotado", lamenta.
Poco después, ocurre, probablemente, el momento más cómico de la noche. Un chico se acerca a Adrián. El resto observamos desde la lejanía pensando en que se trataba de un relaciones públicas ofreciéndole acceder en una caseta, pero nada que ver. Al parecer, el joven le estaba manifestando que su prima, abogada penalista, se había enamorado rotundamente de él y quería presentarles. Adrián sacó sus dotes actorales a pasear para quitarse a ambos del medio. "La Feria de Málaga es así, por eso la gente está loca por venir", cuenta entre risas el agente.
Tras la anécdota, sus pasos les llevan hasta el botellón, sin duda, dicen, el lugar más peligroso de la Feria de Málaga. Aunque muchos desearían poder clausurarlo por todo los problemas que acarrea, saben que es imposible y plantean una solución: "Es el lugar donde muchos niños salen por primera vez y el sitio donde más peligro hay. Una opción sería crear un recinto acotado con cacheo en la puerta y un aforo limitado. Dejarlos en esa explanada que, por cierto, cada día crece más, es un error".
Sobre todo, dicen, porque aunque el nombre de esta ubicación reciba el nombre de la Explanada de la Juventud, en su interior, además de chavales con ganas de fiesta, conviven vendedores de droga al menudeo y ladrones. El principal problema de seguridad en la Feria de Málaga para el Grupo Gotham son los hurtos y los robos con violencia, especialmente en esa zona. También las sobredosis de jóvenes que beben muchísimo y en ocasiones mezclan lo que no deben.
El botellón, su pesadilla
Al filo de la medianoche se despliegan en el botellódromo. Justo en la entrada ven a dos chicos muy jóvenes que dejan media botella de alcohol en el suelo. Tienen rasgos árabes. "Un chaval no deja por gusto media botella ahí", observa uno de los agentes. Se mueven solos y parecen fuera del lugar en el que están. Uno lleva hasta unos auriculares en el cuello. Finalmente, tras un rato observándoles, proceden a identificarles. Son dos jóvenes que llegaron en patera a España. Aparentemente, todo está en orden.
A las 00.25 horas, llega la segunda identificación con un caso similar. Son dos marroquíes. Uno lleva un año en Málaga y otro, solo un mes. No miente. Entró el 13 de julio en el Aeropuerto de Málaga. Los dejan ir.
Hasta el momento solo han rodeado el botellón por la zona más cercana a las casetas y por la parte trasera al escenario. Minutos antes de la una de la mañana, deciden introducirse entre los grupos de chavales. Algunos de los policías llaman la atención de los más avispados. "Mira, mira, esos son de la secreta", se dicen entre ellos a susurros.
Un chico árabe se coloca entre uno de los agentes y la periodista que escribe en el estrecho pasillo que construimos con dificultad entre la multitud. De repente, una chica muy joven se queja de que un desconocido le había agarrado --que es diferente a tocar-- el trasero. Un policía la escucha. "¿Quieres denunciar?", le pregunta. "No sé", responde, totalmente en shock. Sus amigos, también jovencísimos, no terminan de reaccionar ante lo ocurrido.
Sin embargo, su agresor no se rinde y en esos escasos segundos de diálogo va a por otra víctima. No le coge esta vez el culo, sino que directamente le toca sus partes íntimas con fuerza. Todo ello con una frialdad en la mirada difícil de explicar a través del teclado y unas solas palabras. El hombre está totalmente fuera de sí. Los agentes lo rodean y, de golpe, lo sacan de la infinidad de personas que se encuentran bebiendo. Ha agredido a un total de cuatro chicas, además de la víctima identificada.
Siendo la hora que es, muchos jóvenes ni se han dado cuenta de lo que está ocurriendo por la cantidad de alcohol que han ingerido. Retirado de la multitud, Adrián y su compañero lo sientan en el suelo. El joven, un varón árabe de 1999, sigue sin dar su brazo a torcer y manifiesta que él "no ha hecho nada". Se pone violento y uno de los agentes le reduce con un rápido golpe en la zona del tobillo.
No pasan ni dos minutos cuando una patrulla policial está en el botellón. Todo se ha coordinado con una rapidez brillante. El arrestado tenía un amplio listado de antecedentes policiales pese a solo tener 25 años. Uno de ellos, relacionado con los malos tratos. "Al menos nos hemos quitado a este de aquí, a seguir", dice al aire uno de los miembros del Grupo Gotham, mientras que tres de ellos se marchan con el detenido a comisaría para redactar el acta del arresto. Así, Adrián coordina una "mini comparecencia", desde la feria y por audio, para poder seguir trabajando sobre el terreno junto a sus compañeros.
Poco después, es identificado otro chaval. Lleva la riñonera repleta de billetes y cuenta con antecedentes por tráfico de drogas. "Claramente ha vendido todo dentro del botellón y ya se iba, o bien iba a recargar para volver a entrar a seguir ganando dinero", cuentan los agentes.
A las 1.40 horas, lo que parecen dos colegas pasados de alcohol protagonizan un lamentable espectáculo en mitad de la calle José Blánquez el Maño. Un empujón, luego un agarrón, pero el puñetazo no llega. "Si no ha habido contacto físico ya, estos no se pegan", comenta uno de los agentes desde la experiencia. Y así es. El grupo acaba marchándose al ver que, de inicio, no va a más la disputa.
"Que se peleen aquí en medio no lo podemos permitir; principalmente porque en el primer empujón casi se llevan por delante a una mujer mayor. De hecho, se han tropezado con ella. También podían haber caído sobre el carro de un niño. Aquí siempre observamos con cuidado todas estas cosas", expresa Adrián.
Tres chicos con pinta sospechosa salen rápido del botellón. Son las dos menos diez de la madrugada. Tras ser identificados, observan que son tres italianos que residen en Marbella. Tampoco preocupan a los policías, que aclaran que su trabajo se basa en el prueba y error y que igual que en ocasiones se da en la tecla, otras no. Lo importante siempre es la prevención.
Pasadas las dos y media de la mañana, vuelven a sumergirse en el botellón. El ambiente ha empeorado mucho respecto a la última vez que lo hemos atravesado. El olor a urea por la orina depositada en cada esquina ya es insostenible. Las miles de botellas y bolsas del suelo imposibilitan andar con facilidad, y el personal que queda en la explanada ha bebido, de media, más de lo que debería.
Es por ello por lo que, como era previsible, explota una riña frente al escenario. Todos son chicos de piel oscura y se están gritando entre sí. No se sabe realmente cuál es el foco del incidente. Da la sensación que todos pelean con todos. Pese a que la mayoría son muy altos, sus rostros denotan que son unos niños. Cuando el enfrentamiento se caldea, varios huyen con rapidez. Los agentes logran interceptar a dos de ellos.
Como ocurrió con la detención del presunto agresor sexual, los retiran a una zona más tranquila para entrevistarse con ellos. Uno apenas tiene 14 años y tiembla cuando el policía le pide el DNI: "Agente, agente; créame. Yo no he hecho nada, puede preguntarle a cualquiera que estaba. De verdad". Los policías les piden que cuenten qué había ocurrido, pero parece que finalmente el asunto no reviste de gravedad y les dejan libres. "En este tipo de peleas suele pasar eso, acabas cogiendo al más bueno, pero al menos se ha disipado", dice otro de los policías.
Ya son casi las tres de la mañana. Muchos grupos se han marchado a bailar a las casetas y el botellón está visiblemente más vacío, lo que permite identificar con más facilidad los diferentes corrillos. Entre ellos, un varón que viste camiseta naranja fosforito y mochila Nike. No baila y está parado entre todos los grupos. Su actitud es descarada. Los agentes demuestran tener paciencia y aguardan escondidos para ver si hace algún movimiento extraño.
Cuando al fin se aleja de la multitud, le identifican y le revisan la mochila. A preguntas de los agentes sobre qué le lleva por allí, responde que está durmiendo en la playa y que se había pasado por la feria. No lleva nada de sustancias estupefacientes, la mochila está prácticamente vacía, pero en uno de los bolsillos guarda un destornillador muy punzante.
"Llevar un destornillador no es un delito, pero no es lo mismo tenerlo en un coche por si tienes algún problema mecánico que tenerlo en mitad de una zona de ambiente o con grandes aglomeraciones. Con esto puede hacerle mucho daño a alguien", expresan desde el Grupo Gotham. Uno de los agentes parte en dos el destornillador y se deshace de él.
Pasadas las tres de la mañana, salen de nuevo del botellón para "respirar". La zona huele mucho a marihuana. El consumo, asegura un agente, es imposible de controlar. Saben que en el botellón hay mucha droga, pero no tienen herramientas suficientes para frenar esta situación, por lo que priorizan sus objetivos.
En la puerta de una caseta se topan con un viejo conocido. Fuera de la semana de feria, ellos se mueven, principalmente, por el Centro de Málaga. Con el paso de los años, ya conocen a muchos de los delincuentes que hay por la zona. "Este es un ladrón habitual del Centro. Está ciego perdido. La semana pasada fue detenido por un robo con fuerza, pero ya está en la calle", dice Adrián, mientras que su compañero añade que ha llegado a detener a un mismo caco hasta en veinte ocasiones. "La reincidencia no está penada, por eso ocurre esto", añade.
El siguiente identificado fue un joven que hizo un amago raro tras percatarse de la presencia de los agentes. Adrián se dio cuenta y fue a por él. No llevaba nada encima, pero tenía antecedentes policiales por tráfico de drogas. Los nervios que le entraron mostraron a los agentes que escondía, al menos, un pasado oscuro.
Y para culminar la noche, a las cuatro de la madrugada, identifican a unos chicos que acompañan, precisamente, a los dos primeros identificados de la velada. En mitad de un ya desierto botellón, comienzan a discutir. Uno le pega un golpe a otro. Tras pedirle la documentación, uno de los jóvenes retenidos se envalentona con los agentes, que creen que en el transcurso de la pelea ha lanzado una cadena al suelo. No dan con ella. Finalmente, les dejan marcharse, no sin antes sacar una fotografía al más violento de las tres.
Para volver al coche, deciden volver por el camino más cercano al Palacio de Congresos, justo donde les habían avisado sobre la proliferación de robos con violencia a última hora el día anterior. Sin embargo, la zona está tranquila. Solo hay personas recogiendo restos de bebida de las botellas que están en el suelo, aunque aún también persisten algunos corrillos bebiendo, esta vez ya sentados en el suelo y rodeados de basura. Los agentes no quitan el ojo a dos chicos que caminan junto al FYCMA con otras dos chicas, por los gestos que hacía una de ellas, pero finalmente ven que todo transcurre con normalidad y que las chicas no están en peligro, así que siguen su camino.
Llega la hora de descansar tras una noche en la que solo han parado para ir al baño. Ni rastro de la banda que roba móviles, pero un presunto agresor sexual detenido y dieciséis identificaciones son parte del balance de estos 'Batman' sin antifaz y capa que trabajan mientras que los demás duermen o salen de fiesta. "Nosotros para salir y disfrutar tenemos que irnos fuera de Málaga y, aún así, no sabemos no tener el ojo encima de los malhechores. Es lo que tiene este trabajo, te fijas en lo que otros no", zanja Adrián.