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España entera se encuentra desolada esta semana observando la magnitud de la tragedia acontecida en Valencia a causa de la DANA y viendo cómo el número de víctimas mortales no para de ascender, situándose ya en 211 fallecidos. Sin embargo, en la zona cero del suceso, en la localidad de Paiporta, donde cientos de personas tendrán que rehacer sus vidas desde cero, sus ciudadanos tratan de agarrarse a cualquier rayo de esperanza entre tanta tristeza y desesperación. 

Es el caso de María Isabel, una valenciana con orígenes malagueños que ha perdido todo en su vivienda, ubicada en Paiporta. Ella y su familia residían en una casa que heredó tras fallecer su abuela hace once años, en 2013. Esta señora tenía tres hermanos y hace más de cincuenta años, como hicieran muchos otros andaluces, decidió marcharse a la Comunidad Valenciana desde Álora, el pueblo que les vio nacer, en busca de una nueva vida, junto a dos de ellos. El cuarto hermano prefirió quedarse en su tierra natal.

Las paredes de esa casa han escuchado miles de historias y han visto crecer a niños que se han acabado convirtiendo en adultos como la propia María Isabel, a quien ahora pertenece la vivienda y que ha visto cómo, de un momento a otro, la riada la ha devastado de arriba a bajo.

Dentro de la impotencia que sufre y en plenas labores de limpieza y organización, tras horas retirando lodo, pues la casa se encuentra a apenas 200 metros del barranco del Poyo, totalmente desbordado, la mujer presenció una escena que le emocionó mucho.

Entre todos los enseres destrozados en una casa casi inservible y varios litros de agua achicada y barro recogido, había sobrevivido una imagen que llevaba décadas en esa casa, una fotografía de la patrona de Álora, la Virgen de Flores, esa que los aloreños llevan allá por donde van y que, una vez más, dejó sin palabras a esta familia en mitad del desastre. Porque a veces las Flores también pueden nacer en el barro.