Enrique Linde es uno de los nombres propios de la política de la provincia de Málaga en los últimos 40 años y uno de los grandes referentes del PSOE en todo este periodo. Durante algo más de 30 años fue presidente de la Diputación, concejal del Ayuntamiento de la capital, parlamentario andaluz, consejero de la Junta de Andalucía y presidente del Puerto. Suya fue la responsabilidad de impulsar la operación de apertura del recinto portuario a la ciudad, cuestión que le generó no pocos enfrentamientos con quien hoy sigue siendo alcalde, Francisco de la Torre.
Lleva usted ya 12 años lejos de cualquier actividad política e institucional. Podría decir aquello de que parece que fue ayer, pero no fue ayer…
No fue ayer, no. Son 12 años. Es verdad que el ritmo, el tiempo es una cosa muy relativa. Y en la juventud tarda mucho en pasar y con la vejez se acelera continuamente. Ahora estoy en la fase de procesos de tiempo acelerado.
¿Echa de menos aquellos días?
No. Echo de menos cómo estaba yo entonces. Echo más de menos el debate político que la actividad institucional.
¿El debate político?
Yo estuve en las instituciones porque era un político. A mí lo que me gusta, me atrae y me entusiasma es la política.
¿Le gusta lo que ve en la política actual?
Hay cosas que me gustan y cosas que no. Cuando hago análisis político nunca lo hago desde la nostalgia; la nostalgia es una plataforma muy mala para analizar políticamente. La sociedad actual tiene cosas buenas, tiene cosas malas y cosas regulares, no muy distintas a las que yo viví intensamente en la década de los 80 o de los 90.
¿En qué ha mejorado y empeorado respecto a su tiempo?
Lo que ha cambiado fundamentalmente es la sociedad. Pensar que la sociedad de los años 80 o 90 es igual que la de ahora es un error. Es una sociedad distinta, con un comportamiento distinto, con unas inclinaciones políticas distintas y con un Parlamento distinto, fruto de un resultado electoral distinto. Hay que operar sobre la realidad actual, no sobre la nostalgia anterior.
Lo que más me enerva es que la mentira se ha convertido en un arma política sustancial. Ahora el problema es demostrar los hechos. Discutir sobre si una cosa es verdad o mentira, no sobre un criterio o una opinión.
"Lo que más me enerva es que la mentira se ha convertido en un arma política sustancial. Ahora el problema es demostrar los hechos. Hay políticos, partidos, personas que hacen de la mentira su trabajo"
La sensación es que el fenómeno lejos de ir reduciéndose va en aumento.
Evidentemente, el vehículo de la política son muchas cosas, son los medios, son las redes. Pero lo que me preocupa es que hay políticos, hay partidos, hay personas que hacen de la mentira su trabajo y creo que irá a más hasta que haya un momento de saturación. Al final nadie se va a creer nada y no podremos confiar ni en las redes ni en la política. Si la inteligencia artificial puede alterar las fotos, las frases, las personas, al final vamos a terminar con la Edad Media, que solo vamos a creer lo que vemos a ver directamente. Ahora mismo el problema fundamental es esa batalla por la verdad.
En ese mundo en el que nadie se cree nada siempre habrá alguien que saque rédito.
Exactamente. Hay muchos medios ahora mismo a disposición del mentiroso o del falso y lo utilizan con técnica y con sabiduría. Se colocan bulos y distorsiones de la realidad muy importantes. Contra eso hay que luchar. Pero hay más medios que promueven la mentira de los que defienden la verdad.
¿De los más de 30 años que has estado en actividad institucional y política, con qué te quedarías exactamente?
Con trozos de cosas. Me quedaría con la primera etapa de la Diputación; con la llegada al Ayuntamiento; con la primera Diputación democrática; con mi pase por la Consejería de Gobernación, con algunas leyes. Pero con trozos. En todos lados ha habido momentos sublimes y otros más penosos. Y me quedaría con lo más reciente, con el Plan Especial del Puerto y mi batalla con el amigo alcalde.
Usted comparte con el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que ambos fueron presidentes de la Diputación.
Sí, él con el franquismo; yo, como primer presidente democrático.
Se comenta que la elección de De la Torre para la Diputación fue una muestra de aperturismo de la dictadura.
Aquello lo viví como ciudadano interesado por la política, pero no muy informado. Él representaba a la juventud. Tenía 28 años. Fue un presidente muy activo. Pero no creo que políticamente significara nada especialmente aperturista. Es verdad que perdió unas elecciones… Es una cosa muy curiosa. Hubo un momento en el régimen franquista en que al final el presidente de la Diputación lo elegían los diputados provinciales. Era presidente de Diputación y estaba convencido de que iba a ser reelegido por sus diputados. Todos le ofrecieron el voto, pero cuando llegó la elección le hicieron la cama y votaron a una persona todavía más reaccionaria y más falangista. Entró 'Pancho' Cabezas, el ínclito que tuvo el incidente del 4 de diciembre…
¿La muerte de Caparrós?
Exactamente. Era presidente de la Diputación y se negó a poner la bandera de Andalucía.
¿Se imagina a Francisco de la Torre jubilado?
Estoy convencido de que no. Es un hombre muy peculiar y se ha propuesto agotar su vida en el Ayuntamiento. Y si no lo remediamos, que intentaremos remediarlo nosotros, lo va a cumplir.
Porque usted no ve al PP con interés por invitarlo a dar un paso al lado.
No. Creo que él está convencido de que va a seguir. ¿Y el partido? El Partido Popular se encuentra relativamente cómodo. Hay un alcalde que lleva 24 años, con más de 80 años… Eso supone un hecho peculiar. Una ciudad tan grande como Málaga, con un alcalde de esa edad. Pero creo que va a seguir. Aquel momento en que Bendodo intentó moverle la silla le salió tan mal que han optado por dejarlo hasta que él quiera.
¿Usted cree que De la Torre se imagina Málaga sin él?
Ese es el problema. Pienso que es un poquito de orgullo personal excesivo. Una persona con 24 años en el ejercicio, el proyecto de ciudad ya lo ha hecho. Puede pensar que detrás de él no viene el caos, que puede haber alguna persona que siga con más impulso el proyecto. Perpetuarse tanto tiempo en un sitio también tiene un punto de excesivo orgullo.
"Una persona con 24 años en el ejercicio ya ha hecho el proyecto de ciudad. Puede pensar que detrás de él no viene el caos. Perpetuarse tanto tiempo en un sitio también tiene un punto de excesivo orgullo"
¿Y que lleve tantos años es mérito suyo o demérito de los opositores?
Hombre, hay de todo. Él cogió una época buena para el PP. El PP se ha afianzado mucho en esta ciudad y nosotros tuvimos algunas indecisiones. De hecho, no cuajamos una alternativa muy sólida y ahora tenemos serias dificultades; ahora mismo se está haciendo un buen trabajo de oposición, de criticar lo que hacen, pero tenemos alguna asignatura pendiente a la hora de hacer una propuesta de un proyecto de ciudad completo, coherente y sólido.
¿A Dani Pérez lo ves como alternativa real?
A ver si buscamos el proyecto conjunto y después hablamos de las personas. Ahora vamos a entrar en una etapa de mucho movimiento personal.
El hecho cierto es que es un candidato que ha perdido dos elecciones.
Es un principio que se mantenía, que si se perdían dos elecciones había que pensar en el relevo. Pero hay otras personas que tienen que pensar en eso y no soy yo.
Hablemos de Pedro Sánchez. Usted ha sido un gran defensor.
Mi última actividad orgánica intensa fue defendiendo a Pedro Sánchez en las primarias.
¿Esa defensa la mantiene?
En términos generales, sí. El poder desgasta y desgasta también a las personas. Y le ha tocado una época dificilísima, está en el alambre todo el día, pero tiene niveles de capacidad de decisión que me sorprenden. Tal y como está el panorama actual lo está haciendo lo mejor posible, lo que pasa es que en el panorama político actual es endiablado.
¿Le ha decepcionado en algo en estos años como presidente?
Bueno, quizá en algunas cosas me haya gustado menos. Hay una tendencia a no enfrentar los problemas, a ser oblicuos en las declaraciones. Creo que algunas veces ha faltado actitud para enfrentarse más frontalmente a algunos problemas, sobre todo ante los bulos, las mentiras y las acusaciones.
Se decía de usted que era guerrista. Ahora, cuando escucha a Alfonso Guerra y a Felipe González hablando como lo hacen de Pedro Sánchez ¿qué siente?
Me produce una profunda tristeza, porque han sido mis guías políticos. Me han decepcionado. No porque piensen distinto, sino por la forma en que lo han dicho, por la acritud, por la falta de respeto y porque creo que los que tienen cargos públicos tienen responsabilidades más allá del cargo.
Si una persona ha sido secretario general de este partido tantos años, presidente del Gobierno, vicepresidente del Gobierno, no puede lanzarse en tromba contra la dirección actual del partido. Eso me ha entristecido mucho. Seguro que hay cosas criticables y opinables, como la amnistía, el indulto, pero me gustaría que dieran alternativas. ¿Qué pretenden, que gobierne el PP en un pacto de investidura con nosotros? ¿Que haya un pacto de legislatura? ¿Qué haya un Gobierno de coalición?
¿La Málaga de ahora le preocupa, le inquieta?
La Málaga de ahora tiene cosas muy buenas. Es una ciudad que ha mejorado su imagen externa, su capacidad, su referente. Pero creo que el turismo se nos ha ido de las manos. Esta ciudad se está transfigurando en algo que es un parque temático excesivo.
Estoy encantado de que vengan turistas, pero esta invasión de pisos turísticos, de cafeterías abarrotadas de guiris... Me parece que Málaga está perdiendo su esencia y los malagueños deben de reencontrarse con su ciudad. Yo he hecho el experimento. He ido por la mañana por el Centro y empiezo a ver y digo: 'aquí, malagueños estamos siete’. A lo mejor soy uno de los culpables, porque hice una política muy agresiva en el tema de cruceros. No pensaba que iba a llegar a tanto. Se siente uno un poco extraño. Esa ajenidad de la propia ciudad no es buena.
"El alcalde dijo con un descaro enorme que la gente se vaya a vivir a otro sitio. Mire, a un malagueño, en la medida de lo posible, le gusta vivir en su ciudad, no en Alhaurín de la Torre"
El turismo es uno de los problemas.
Y después está el problema de la vivienda, que es estructural para toda España, pero que en Málaga también está derivado del turismo. Se ha encarecido desorbitadamente el precio de la vivienda… El alcalde dijo con un descaro enorme que la gente se vaya a vivir a otro sitio. Mire usted, a un malagueño, en la medida de lo posible, le gusta vivir en su ciudad, no en Alhaurín de la Torre.
El asunto es si se puede revertir la situación…
Los pisos turísticos, si logran una buena rehabilitación de un local o un sitio del Centro, pueden estar justificados. El piso turístico no genera nada. La gente del piso turístico se echa a la calle por la mañana y está dando bandazos y se toma dos cafés y después va al supermercado y compra las cosas para cocinar. El beneficio económico del piso turístico es mucho menor que el perjuicio que le da a la ciudad.
Hablemos de su puerto. Al final fue usted quien lideró la gran transformación.
El puerto era una cosa más pequeñita y estaba un poco arrinconado. No soy el artífice de todo, pero he coincidido en su gran transformación y eso ha generado algunas tensiones, muchas tensiones, problemas y muchas preocupaciones. La más conocida fue con el alcalde de Málaga, que da para escribir un libro. Todavía recuerdo con horror aquellas reuniones con Paco de la Torre sobre cómo podíamos hacer el plan especial, cómo llegamos a un acuerdo y cómo lo cambiaba a la semana siguiente. Y de ese cambio me enteraba siempre por la prensa.
Su característica era la indecisión. En eso ha mejorado. Yo decía 'Paco, es que decidir es limitarse, pero hay que decidirse'. Piensa una cosa, le da muchas vueltas, las mastica mucho. Con Celia Villalobos coincidí dos años y diez con Paco de la Torre. Celia tomaba la decisión de un minuto; el otro, tardaba dos años. Solía decir: ‘Celia escupe y el otro rumia’. Pero es que entre escupir y rumiar hay una cosa normal que es masticar.
"Con Villalobos coincidí dos años y diez con De la Torre. Celia tomaba la decisión de un minuto; el otro, tardaba dos años. Solía decir: 'Celia escupe y el otro rumia'"
Recuerdo alguna conversación con usted en la que me comentaba que el alcalde se preocupaba hasta del grosor del bordillo.
Bueno, esa es una cosa característica. Es un hombre muy meticuloso que tiene una memoria de elefante. Un día me preguntó cuánto medía el bordillo de la acera del paseo de la Farola y yo le dije que eso no era pregunta de un alcalde.
¿La operación puerto-ciudad ha llegado a ser lo que usted imaginaba?
Sí. Ha sido un éxito total. Muelle Uno, el Palmeral de las Sorpresas, que es la obra más emblemática… Son la envidia de muchos puertos de España y de muchas ciudades. Y está el tema de la estación marítima, que ha sido un gran resultado. Estoy muy satisfecho del resultado final. Ahora se está desvirtuando algo el Palmeral de las Sorpresas. Ahora todo son mesas, bares… Me da pena que esté tapado el jardín que hay a la izquierda del paseo de la pérgola.
Usted fue el primero que puso sobre la mesa la idea de un hotel en el dique de Levante.
Sí, hace muchísimo tiempo. Pero no era un hotel de esas dimensiones, ni mucho menos. Era mucho más pequeño. Nunca pensé que iba a ser una torre. Era una de las alternativas que teníamos para esa parte después de que acordase con Villalobos que en ese suelo fuese el Auditorio. Cuando lo descartó Paco de la Torre empezamos a barajar qué cosas podían ir… Que sin un acuario, que si un hotel.
Lo que ahora se plantea ¿le gusta?
No. Pienso que tiene un impacto muy fuerte y muy definitivo en el panorama de Málaga. No me gusta porque el propio edificio está muy limitado en su base y tiene poco atractivo. Hay rascacielos que son bonitos y este es uno que transmite poco.
Bueno, ahora a ver qué pasa ahora con la propuesta de David Chipperfield…
Tengo dudas de que eso al final se haga. Creo que ha llegado un momento en que el propio Ayuntamiento tiene sus dudas. Es mi impresión. Paco de la Torre está metido en el tema, pero si el Consejo de Ministros dijera que no, el alcalde protestaría, pero se alegraría. Creo que hay mucha gente que defendió en su día el hotel que ahora no se encuentra muy a gusto con el resultado final que puede haber.
Otro de los episodios que se comenta mucho de su trayectoria como presidente del puerto fue el episodio con Frank Gehry. ¿Qué es lo que pasó?
La realidad es que Gehry no sabía ni quién lo había invitado ni a qué venía al puerto. Y se enteró en mi despacho. Y se enfadó.
¿Se enfadó?
Se enfadó, claro. A él lo invitó una sociedad, que era Aesdima, pero pensaba que había sido el Puerto. Cuando le dije que yo no lo había llamado, empezó a mirar a todos lados diciendo '¿quién me ha traído aquí?'
Usted nació en el año 1946. Desde ese momento, hasta ahora, ¿cuántas veces ha escuchado hablar del Guadalmedina?
Recuerdo haber leído en una revista que en el siglo XVIII había un proyecto sobre el Guadalmedina muy curioso, que consistía en desviar el cauce por donde está ahora la avenida de Barcelona. La idea era hacer una imitación del Paseo del Prado de Madrid. A partir de ahí se ha visto siempre lo del río. Recuerdo de toda la vida el embovedado… Es un tema que tiene difícil solución y más con la situación climática actual. También creo que ha faltado también un poco de decisión. Hay que permitir que el río sea río; tiene su escritura y la enseña de vez en cuando. Eso no hay que olvidarlo nunca. Y a partir de ahí, ver qué se hace, pero respetando al río, porque siempre exige su sitio.
Pero sí cree que necesita una intervención.
La gente se ha olvidado de lo que era antes el río, con los paredones por encima del nivel de las calles. Eso lo he vivido. La última obra que se hizo fue la de Pedro Aparicio, que mejoró un poco la imagen de Málaga. A partir de ahí nada se ha mejorado. Hay que actuar respetando el río; habría que ir más a educar el cauce, a mantener un cauce permanente y previsto para riadas, que intentar taparlo.Taparlo sería echarle mucho hormigón y eso no es bueno.