Un montaje con imágenes de Sebastián y Estrella.

Un montaje con imágenes de Sebastián y Estrella.

Málaga

El amor, la mejor medicina: Sebastián prepara un brasero a diario a su mujer, con 'huesos de cristal', para que disfrute del sol

Su historia es digna de película. Se conocieron hace casi cuatro décadas y juntos han pasado rachas muy complicadas, pero ambos aseguran que con buen ánimo todo es posible.

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En un pueblecito de la Axarquía malagueña de menos de 2.000 habitantes, Canillas de Aceituno, reside una pareja cuyo amor ha resistido el paso del tiempo y las adversidades con una fortaleza digna de admiración. Tienen unas de esas historias que parece sacada de películas y que las nuevas generaciones no lograrían entender nunca entre tanto like, fueguitos y mensajes directos.

Estrella tiene 63 años y Sebastián, 66. Ambos se conocieron hace casi cuatro décadas. En aquel entonces no existía nisiquiera  una carretera directa que conectara los pueblos de Árchez y Canillas de Aceituno. Lo que hoy son apenas 18 kilómetros, en aquella época significaba recorrer más de 40. Sebastián, oriundo de Árchez, solía acudir a las fiestas de Canillas con sus amigos. Compartían coche.

En una de esas noches, en la discoteca del pueblo, vio a Estrella por primera vez y quedó prendado. "Era una muñeca", recuerda él con nostalgia. Estrella, natural de Canillas, se sintió atraída por un jovencísimo Sebastián, un romance de los que ya no se ven. "No sé que tenían esos tiempos que a las muchachas solo le gustaban los forasteros", dice con guasa Sebastián.

Estrella padece osteogénesis imperfecta, conocida como la enfermedad de los huesos de cristal, un trastorno genético que provoca una fragilidad extrema en los huesos. Fue diagnosticada con solo dos años. Sin embargo, su positividad nunca se ha quebrado. Con 24 años, logró caminar por primera vez tras visitar a un especialista en Madrid, pero la enfermedad es degenerativa y, además, una caída posterior le acabó arrebatando esa movilidad.

Apenas 14 meses después de conocer a Sebastián, decidieron dar el paso de casarse. Se había quedado embarazada. Su hija, afortunadamente, no ha heredado la enfermedad. "Todas las pruebas genéticas han salido bien y ella no la ha heredado", explica Sebastián, aliviado.

El amor de Sebastián por Estrella va más allá de las palabras. Cada día, al mediodía, él enciende un brasero artesanal que él mismo crea con sus manos en la puerta de su casa, asegurándose de que ella esté "calentita" mientras le da el sol. "Está encendido desde el mediodía hasta que nos acostamos. A ella le viene bien para su enfermedad, yo voy de allá para acá, pero ella no puede", explica. No es un gesto aislado: Sebastián es sus manos, sus pies y su apoyo incondicional. Cocina, limpia, tiende la ropa, la lleva al médico, la saca a pasear en su silla de ruedas y está atento a cada detalle del bienestar de su esposa.

Estrella admite que su vida no ha sido sencilla. Sin embargo, cuenta el calvario con una sonrisa, porque sabe que no está sola. "Mi marido es el mejor, no me deja ni un segundo. Y cuando él sale un rato, mi hija viene desde Periana a cuidarme. Él ha aprendido a cocinar solo para ayudarme. Esta enfermedad es muy mala, pero con él es mucho más fácil. A veces lloro, pero trato de no disgustarme con nada, porque no merece la pena. Prefiero sonreír".

Sebastián además de ser cuidador, también tiene problemas de salud. Padece colitis ulcerosa y se somete a revisiones anuales en el Hospital Regional de Málaga. Pero, a pesar de sus dolencias, nada le ha impedido ser el pilar fundamental de Estrella. "En la vida no hay que pensar tanto en la enfermedad, hay que vivir el día a día. Si no, me pongo peor. Es duro verla llorar por el dolor, pero estamos juntos y eso es lo importante", sostiene.

Los huesos de Estrella serán de cristal, pero la relación que tiene con su marido es tan bonita, brillante y resistente como un diamante. Totalmente irrompible. Porque historias como la suya demuestran que a veces no hay mejor medicina que el amor.